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Esta semana la consternación no me permite hacer el análisis usual, me cuesta creer que en menos de un septenario mueran tantas personas por lo que hasta ahora parece un ataque terrorista, cuya base es la intolerancia. Que esa misma intolerancia provoque que una mujer sea asesinada por su propio hermano, un hombre dispare a otro a causa de la basura (¿enserio?), ocurriera un fallido golpe de estado en Turquía y exista una estampida de personas por perseguir a un pokémon.

─ ¡Paren el mundo, me quiero bajar!, decía la pequeña Mafalda en una de las tiras de Quino, esta frase cada vez cobra mayor sentido para mí. Al abrir los periódicos, prender la televisión o ver alguna red social sólo puedo pensar que el mundo se ha desquiciado. Después me topo con personas preocupadas por hacer un cambio real en el mundo y mi desesperanza se equilibra con la fe de que esto es una etapa y quizás nos estamos enfocando sólo en los aspectos negativos.

Y en efecto hay muchas historias con final feliz en medio de las tragedias, por ejemplo en Niza un bebé fue rescatado por extraños en medio de la persecución que acabó con la vida de más de 80 personas. Por fortuna el pequeño pudo reunirse con sus familiares gracias a las redes sociales.

Eventos como el de Niza me obligan a cuestionar el rumbo de mis decisiones, a veces planeamos la vida como si tuviésemos la certeza del tiempo con el que contamos y olvidamos que en segundos todo puede cambiar, desperdiciamos momentos preciados con los que más queremos para poder cumplir con los deberes del trabajo, vivimos en una carrerita constante sin detenernos a apreciar la belleza del paisaje. Tenemos una eterna melancolía por el pasado, por eso lo vintage siempre es un éxito comercial, pero también una ansiedad innecesaria por el futuro.

Al salir a las calles observo a personas caminando con la vista fija en el celular, asumo que es por la novedad de Pokémon Go, y me detengo a analizar la enajenación que le causa a chicos y grandes, hay quienes cruzan las avenidas sin voltear, unos pasan por encima de otros para alcanzar sus objetivos e incluso los más creativos han visto una oportunidad de negocio en el transporte para quienes desean atrapar la mayoría de personajes posible.

Entiendo cuan atractivos son ciertos fenómenos para algunas generaciones, pero también descubro que hay quienes simplemente se limitan a seguir modas, no importa que no sepan los nombres del pokémon atrapado, lo que los atrae es la novedad, ser parte de un círculo en el que todos comparten una pasión, por ello aunque el juego no ha llegado a México de manera oficial hay quienes lo descargaron bajo múltiples trucos y consejos de otros expertos. ¿Qué pasará cuando el juego sea oficial en México? ¿La moda y obsesión seguirá hasta ese entonces? Lo dudo. Nuestras grandes pasiones son cada vez más efímeras. Vivimos en una era de inmediatez y el cambio constante y pocas veces meditamos respecto a las consecuencias de lo mismo.

La cultura de lo líquido como diría Zigmunt Bauman, aquella que rápido se escapa de nuestras manos se está replicando en nuestras relaciones, la forma de vivir y de pensar. Pero una vida así tiene consecuencias, los obsesionados por el trabajo sentirán el impacto en la salud, otros en los bolsillos o las relaciones sociales. Es urgente una pausa.

El mexicano promedio gasta más de 6 horas de su tiempo navegando en la red, estamos hablando de una cuarta parte del día, sin embargo constantemente nos quejamos de la falta de tiempo; para perseguir los sueños, para leer, para hacer ejercicio, etc. ¿Qué pasaría si ocupáramos esos 360 minutos del día en algo más? Quizás en leer un libro, en caminar una tarde con tus hijos en vez de comprarles lo último en tecnología cuando ni siquiera tienen edad o a darle forma a esos proyectos que siempre dejas en pausa.

Hoy te reto a tomar al menos la mitad de esas horas para lo que de verdad te apasione, algo por otra persona, leer ese libro pendiente sobre tu escritorio, visitar a alguien que extrañas, ir a un museo o cualquier acción que siempre has dejado pendiente por falta de tiempo. El día de hoy aprovéchalo porque como decía Renato Leduc en uno de sus mejores poemas, el tiempo es oro.