Entre las muchas vertientes del periodismo  –políticas, sociales, económicas, científicas, culturales, de investigación, de denuncia, hay una de ellas capaz de resplandecer como una variante excepcional, acaso una de las mejor aquilatadas hoy. Me refiero al periodismo (de papel o electrónico)  que descuella con urgencia social e ímpetu incontenible: el periodismo ciudadano.

 

Antes y después del Estado, alienta la vida del individuo, de la persona, del ciudadano, entendida como objetivación de una  teoría liberal que tiene la mirada puesta en el siglo XXI.

 

Esa es la Agenda Ciudadana que buscamos destacar cada semana, encuadrada dentro de un enfoque concreto de la vida ciudadana y de sus causas más nobles y sentidas, emanadas del más libre de los albedríos.

 

La clave es  el individuo, el ciudadano, concebido no como un ente aislado, sino como parte sustancial del engranaje democrático, de todos los días y de todas las horas, cuyas poderosas poleas mueven a la sociedad en busca de objetivos seleccionados de manera inequívoca.

 

Una creciente fuerza ciudadana que impele cada día más a los gobiernos, a reaccionar, aunque a veces no lo quieran o lo hagan tarde y mal, ante una denuncia, una presión, una movilización, una crítica o, lo que resulta aún más relevante, una propuesta lanzada al influjo de los más estrictos rigores del sentido común, tan escaso hoy día en la vida  mexicana.

 

De ahí que permanentemente busquemos convertir el yo en nosotros: antesala del activismo político y social. Se trata de unir, de ensamblar lo diverso, de amalgamar y  llenar de sentido y de energía a la pluralidad.

 

Una agenda ciudadana pluraliza al individuo, lo multiplica sin desintegrarlo. Sin dejar de ser único –y, por lo tanto, irrepetible–, el ciudadano se transforma en los ciudadanos, en muchos ciudadanos. Pluralidad: concepto que estructura  a una sociedad integrada por ciudadanos auténticos. Pluralidad: esa es otra de las llaves maestras de toda agenda ciudadana.

 

La noción de ciudadanía es, al mismo tiempo, punto de partida y puerto de llegada de una democracia cuya solvencia y cuya eficacia penden y dependen del ciudadano integrado en el horizonte del todo social.

 

 

 

 

 

 

 

Al articularse con la totalidad, el ciudadano no pierde su esencia distintiva, su individualidad. Al articularse con otros ciudadanos, juntos y de pleno acuerdo, constituyen una fuerza poderosa capaz de mover a los inmovilistas y de  sensibilizar  a los espíritus obtusos, alejados, muchas veces, de la realidad social del país. La pluralidad ciudadana, exalta a los moderados y modera a los exaltados.

 

Toda agenda ciudadana que se respete debe ser imperecedera, siempre estar construyéndose. Una meta alcanzada o, en pleno proceso de consecución, es el inicio de una nueva etapa de lucha. Cada causa ciudadana, bien explicada, planteada y operada, está gestando una nueva causa ciudadana. Una es prólogo y motor de la otra, de la siguiente, de la de mañana.  De ese modo, podemos hablar de una suerte de naturaleza progresiva, expansiva, de toda causa ciudadana.

 

Ni una sola entre las muchas causas que conforman la agenda ciudadana surge de la nada o de la casualidad. Es libre, espontánea, en ocasiones desorganizada, pero siempre, siempre, tiene una raíz, no nace al botepronto. Natural como el agua, como el fuego y el aire, la agenda ciudadana nunca es individualista ni egoísta.  Es activa, no arrogante. Es la solidaridad  –solidaridad crítica–no en potencia sino en acto, encarnada en el barrio, en la escuela, en la vía pública.

 

Rescatar esta agenda y difundirla, requiere ir más allá de la mera critica o de la propuesta apresurada. Nos pide analizar la realidad y tratar de llegar a la raíz de los problemas; se trata de aportar elementos sólidamente documentados, de elaborar ideas, críticas y proposiciones que se identifiquen con reivindicaciones tangibles, mensurables, exigibles.

 

Esas reivindicaciones tangibles son aquellas que hacen de la vida cotidiana  –la tuya, la mía, la de todos, lectora, lector–  un escenario privilegiado en cuyo centro, al  pactar con inteligencia  la crítica y la propuesta, se concilian, se reconcilian, y ofrecen al individuo y a la sociedad alternativas viables, ideas hacederas, posibles de llevar  a cabo. Esas alternativas son el sustento de toda vida democrática.

 

Más allá de los partidos políticos están el ciudadano y sus causas, su agenda, que busca recrear esta columna semanal, un repertorio  –siempre en expansión– de razones y exigencias, críticas, reflexiones, protestas y propuestas que pueden y deben convertirse en innumerables banderas de lucha, en antorchas capaces de iluminar nuestro camino, porque constituyen el alma ciudadana.

 

rayarenas@nullgmail.com