«La noche de bodas iba a comenzar. El novio salió de la habitación a fin de que su mujercita se dispusiera para el himeneo. Cuando regresó vio algo que lo dejó sin habla. Su flamante esposa se hallaba en el tálamo nupcial entregada a una orgía de erotismo que ni siquiera Tinto Brass hubiese podido imaginar. La acompañaban dos botones del hotel, el chef del restorán y el gerente de reservaciones. Antes de que el estupefacto novio pudiera articular palabra le dijo la muchacha; «No te hagas el sorprendido Corneliano, siempre has sabido que soy algo coqueta», Lo escribe «Catón» en Reforma»: