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Luego de un arranque de campeón en su primer año, al concretarse las 11 grandes reformas estructurales que tantos elogios internacionales le valieron al titular del Ejecutivo EPN, todo apuntaba que éste sería un sexenio ganador de la medalla de oro.
Las expectativas de México a partir del “nuevo rumbo” fueron expresadas en las formas más optimistas posibles por todos los actores políticos afines al partido en el poder. Las celebraciones eran interminables y el pueblo se iba contagiando del optimismo gubernamental.
“Bajará la luz, el gas, la gasolina, etc.”, fueron expresiones que hicieron sentir en el ánimo de los más pobres como la aparición mágica de un acto de justicia que marcaría el destino familiar hacia un “nuevo rumbo” lleno de prosperidad y abundancia.
Muy pronto llegaría el primer “ajuste” en las proyecciones de crecimiento de la economía mexicana y a partir de ese han ocurrido otros muchos “ajustes” que han marcado un comportamiento descendente y constante, mostrando claramente la desafortunada realidad: El nuevo rumbo aún no encuentra el rumbo.
Ya no se escuchan los discursos efusivos en respaldo a la política económica; ahora sólo se escuchan las explicaciones o justificaciones del “por qué no” hemos crecido; “por qué no” han bajado las tarifas de energía eléctrica, gas, gasolina, etc., con algunas “razones” que no nos convencen: El desplome del precio del petróleo; el débil desempeño de la industria estadounidense; las broncas de la CNTE y los bloqueos, etc., además de otras razones o pretextos.
Lo cierto es que para la mayoría de mexicanos éste gobierno ha fallado en casi todo y su malestar quedó demostrado en las urnas el pasado 5 de junio 2016 en el que claramente le quitaron toda posibilidad de medallas para el actual gobierno y una clara tendencia de derrota para el 2018.
El descontento de una sociedad empobrecida que en el mejor de los casos es propietaria de un crédito del INFONAVIT que le permite habitar en casitas tan reducidas, que la distancia entre sala, comedor y cocina se reduce a 6 mts, y con baños tan estrechos que se debe entrar a ellos de reversa; en un exagerado contraste con la Casa Blanca de la “primera dama”. Eso duele.
Los casos de “conflicto de intereses” del Presidente y sus más cercanos colaboradores, que también se traducen en casototas y obviamente en muchos millones de pesos asociados a lo mismo. También eso duele.
Los efectos negativos que ha traído la Reforma Hacendaria sobre los contribuyentes cautivos por una fuerte presión de fiscalización, que ha llevado a miles de pequeñas empresas de tipo familiar al cierre definitivo, para optar por otro tipo de alternativas de ingreso con menos presiones.
La molestia de los miles de trabajadores desempleados por causa de la reforma energética; las movilizaciones del magisterio ocasionadas por el repudio a la mal llamada Reforma Educativa, son muestra de que algo no está bien.
Casi todo le ha salido mal al gobierno federal; haciendo que muchos “detalles” casi insignificantes, hoy resulten una terrible loza sobre la humanidad de un personaje que hasta antes de Fox fue respetado y hasta reverenciado.
Si todos los funcionarios de los tres niveles de gobierno pasaran por un examen de evaluación y control de confianza, con las mismas características de penalización del examen magisterial, tendríamos en el Congreso a verdaderos legisladores del pueblo; Jueces y Magistrados intachables en el Poder Judicial; una SCJN incorruptible que no actuaría por consigna y el Poder Ejecutivo con la capacidad de gobernar de forma honesta con un equipo de hombres y mujeres con capacidad a prueba de todo.
Pero si en el examen de evaluación y control de confianza les damos chance de tener de asesor al Dr. Google que todo lo sabe y además deja copiar y pegar, entonces tendremos lo que ya tenemos. Ese es mi pienso