A la llegada de los conquistadores la civilización azteca o mexica, era una cultura en decadencia, no en pleno florecimiento como muchos creían, un ejemplo de esto lo tenemos en el recuerdo que ellos guardaban de la Cultura Tolteca. Cuando los españoles les preguntaban sobre aquella antiquísima civilización, los enterados entre los aztecas les informaban que ahí habían habitado gigantes, y esto, los españoles en su manifiesta ignorancia, lo interpretaban como gigantes de carne y hueso, cuando que los sacerdotes aztecas se referían a gigantes de espíritu; el sólo nombre lo indica, «Teotihuacan: lugar donde los hombres se convierten en Dioses». Y es que los Toltecas habían construido en Teotihuacan una maravillosa Universidad, en el estricto sentido de la palabra, pues a Teotihuacan venían a prepararse en sus prestigiados centros educativos, en donde los discípulos eran enseñados profundamente a conocerse a sí mismos para luego por añadidura conocer a la Madre Naturaleza y al Padre Cosmos. Los Centros Iniciáticos como Teotihuacan eran el prototipo de todos los grandes centros iniciáticos culturales de todos los tiempos. Su gobierno era una monarquía Teocrática y federativa. A su capital venían viajeros de todo el mundo para prepararse en sus ciencias y conocimientos. La astronomía y geometría estaban entre las primeras disciplinas a dominar. El Poder era depositado en el más sabio y mejor preparado de sus hombres. Las reglas escritas y la enseñanza de los calmecac entre los aztecas, era comparativamente, un pálido reflejo de la rigidez existente en las escuelas donde eran educados estos Reyes-Sacerdotes responsables del gobierno y administración de su riquísimo imperio. Se dice, entre quienes han profundizado en el seguimiento de aquellas huellas, que comprendía el dominio de todos los planos manifestados en su cuerpo humano. Físicamente guardaban la mayor de las purezas, no existían vicios en ellos. Emocionalmente mantenían un equilibrio a prueba de dificultades y problemas. Mentalmente estaban más allá de cualquier obstáculo psicológico y espiritualmente se encontraban en perfecta armonía con el orden universal llamado Cosmos. Para ello eran preparados desde su más tierna infancia; no había casualidad ni imprevisión en su educación. Los hombres más sabios se dedicaban a esta tarea.

Es el Arquitecto Manuel Amavilis Domínguez quién nos dice en su libro «Los Atlantes en Yucatán» que «en el centro de todas las ciudades se situaba el Templo con sus conventos frente a las grandes terrazas para las ceremonias religiosas; así como el Palacio Real y sus dependencias; suntuosos monumentos sólidamente construidos de calcreto en masa o de mampostería revestidos de cantería profusamente decorada. Rodeando esta zona se situaban, por categorías, las residencias de los Jefes y Oficiales del Gobierno, y a continuación las casas del pueblo, que a veces, se agrupaban en forma de granjas».

«Las leyes y su aplicación se basaban esencialmente en los usos y costumbres tradicionales; no tuvieron el carácter de absolutas o de aplicación general del Derecho Romano. Incluían las Jerarquías entre los hombres; A MAYOR JERARQUÍA CORRESPONDÍA MAYOR RESPONSABILIDAD».

«Siendo la agricultura la base económica del pueblo, su organización social y litúrgica se basaba en los ritos astrales y en los ciclos calendáricos de producción agrícola en cada región; combinándolos científicamente para evitar la escasez de algunos de esos productos. Esto los condujo a estudiar y conocer con exactitud los ciclos de producción de la flora y la fauna».

Y el Dr. Felipe Fernández Encarnación nos explica a través de su libro «Palenque, La Ciencia de la Cruz Foliada» como «El conocimiento era transmitido por los sabios y más ancianos sacerdotes de labio a oído. Y así eran preparados todos los que de alguna manera tendrían una alta responsabilidad de guiar y dirigir dentro del reino. 20 años, mínimo, de experiencias se necesitaban para renacer el conocimiento sabio de sus ancestros; puliéndose en las cosas preciosas que hacían nacer al conocimiento del Yo puro, con sus facultades extrasensoriales. Porque el sumo sacerdote, por medio de la adivinación, conocía, con el tiempo, la capacidad del discípulo para la sabiduría y conocía si su alma podía ascender a la luz de los cuatro centros:

I.- TELEPATÍA.
II.- CLARIVIDENCIA
III.- PRECONOCIMIENTO Y RETROCONOCIMIENTO
IV.- PSICOQUINESIS

En cuanto a la filosofía de este reino ella estaba fundada en cosas sagradas y divinas:

1.- La creación real, eterna, infinita e incognoscible.
2.- De ella procede el Dios Manifestado que desenvuelve su unidad en dualidad y ésta en trinidad.
3.- De la trinidad manifestada proceden las innumerables inteligencias guías de la actividad cósmica. El hombre es un reflejo del Dios Manifestado y su » YO » interno y real, es eterno y uno con el » Yo Universal”
4.- Evoluciona por encarnaciones repetidas”.

“Como el Sol que no hace más que dar Luz, vida, fuerzas y frutos, dar y siempre dar; sus representantes en la tierra, los hombres, deben ser siempre fuentes productivas para los demás. Porque así como el Sol da a todos, buenos y malos, pecadores y santos, todo lo necesario para su salud, y subsistencia así el hombre debe dar al que ha menester, sin preguntarle quién es, ni porqué está necesitado”.

De éstas fabulosas y míticas culturas tenemos que aprender los humanos de ahora, pues sólo de esa manera podremos superar todos nuestros problemas sociales, políticos, económicos, morales y espirituales de la actualidad; y cada uno de nosotros tiene la obligación de investigar y descubrir, para que, con el tiempo, la política humana, la ciencia de todas las ciencias la denominaba Aristóteles, sea nuevamente lo que ya ha sido en otras épocas, y cada uno de nosotros se convierta en pionero de los nuevos tiempos, pues sólo de esta manera resolveremos todo los problemas presentes y futuros, ya que nos encontramos en una transición de un fatídico final de un ciclo hierro a un comienzo difícil pero afortunado de un ciclo de oro, en el cual veremos, de acuerdo a las predicciones mayas, como se irán los osos meleros, las zarigüeyas ladronas; gobernantes de hierro, y llegarán los reyes jaguares, reyes solares; gobernantes de oro, lo que va de la mano con la enseñanza socrática, compartida por su discípulo Platón en su libro más profético: La República.