“¡Maldita sea cómo te amo, Sofía! Luego volteé a ver al mundo, a este mundo que ahora me parecía completamente desconocido; volteé a ver a este tiempo desquiciado que no deja de moverse, que no da nada, ni un respiro; volteé a ver a este lugar perdido, húmedo, frío y desolado. De nuevo miré al gran árbol negro de Sofía y lo vi moverse. Luego presencié la noche y se sentía como una noche fría, o eso creía, yo ya no sabía, yo ya no sentía nada”.
Samuel Martínez Andrade, Y la luna lucía luminosa. Fragmento.

Desaparecer. Todos conocemos el temor a la palabra. A volvernos uno más en la lista de los no encontrados o, ¿peor o mejor?, uno más en las marchas de protesta o en las brigadas de búsqueda. Ya nadie es capaz de imaginarse hacer como Wakefield (Nathaniel Hawthorne): despedirse un día de la pareja, asegurando un pronto regreso y, en vez de ello, alquilar durante 20 años una casa en la calle contigua, sin dar aviso a nadie.
Arrancarle las raíces a alguien, eso es desaparecer. Es fragmentar al desaparecido y a sus dolientes. Pero no es necesario que me crea si en vez de ello puede leerlo y sentirlo. Que sea Samuel Martínez Andrade, en Y la luna lucía luminosa, quien se lo demuestre.
La historia es simple, un tanto parecida a otras tantas, comunes en el país: Roel Lunae vuelve a su departamento de la ciudad de México, donde vive con Sofía, su hermana, y no la encuentra. Se extraña, pero no se alerta. O más bien, no se deja alertar: ella es, después de todo, adulta. Habrá salido de copas, a alguna fiesta, con amigos. Ya volverá.
Pero en el fondo, Roel no puede dejar de angustiarse. Llama una y otra vez, entre sueños, a su hermana, hasta que una extraña le contesta el teléfono: “No, no está. Olvidó su celular en una habitación del motel”. Entonces es evidente: Sofía ha desaparecido y la única pista que se tiene de ella es una nota en su habitación: “No quisiera dejarte, Roel”.
Y la luna lucía luminosa. El mismo Roel critica el título al llamarlo “mera aliteración”. Pero se equivoca. Por supuesto, es aliteración, pero es también imagen: un único punto de luz, lejano, tan brillante que alrededor sólo puede haber oscuridad. Si la figura no le resulta como mínimo melancólica, cada página sí que logra envolver a quien lee en la atmósfera de la desesperanza y la tristeza. Pronto, esa luna del título se parece cada vez más a la Luna de García Lorca en Bodas de Sangre: “La luna deja un cuchillo / abandonado en el aire / que siendo acecho de plomo / quiere ser dolor de sangre”.
Desaparecida Sofía, Roel se embarca en su búsqueda. En México, a los desaparecidos los buscan los propios familiares, como muertos en vida, confusos, desesperados. Así se siente Roel y no hace falta que lo diga: cada palabra parece estar escrita para revelar el horror interno en el que vive. El estilo es caótico, complicado para el que no ponga atención, casi podría decirse que desordenado… pero coherente. ¿De qué otra forma podría ser?
¿Por qué se fue Sofía? ¿Sofía se fue? ¿Quién es el hombre-pista al que siguen? ¿Y es él el secuestrador? ¿El asesino? Son las preguntas que poco a poco, van resquebrajando a Joel. Ni su novia ni el detective que los acompaña son capaces de encontrar respuestas.
El libro es denso, difícil; casi injusto en tanto que obliga al lector a aguantar la más pesada carga posible y así se advierte desde el principio: “Te voy a revelar mi alma. Voy a cambiar tu vida”. Bien, quizás la vida no le cambie a nadie, pero las almas ajenas, unas más que otras, son un peso tremendo. ¿Pero qué es la literatura si no nos provoca un poco, aunque sea un poco, de dolor? Kafka pensaba que “Sólo debemos leer libros de los que muerden y pinchan. Si el libro que estamos leyendo no nos obliga a despertarnos como un puñetazo en la cara, ¿para qué molestarnos en leerlo? (…). Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros”.
Y la luna lucía luminosa es exactamente eso: una hermosa carta de amor filial capaz de destrozarnos en cada página, sin dejarnos soltarla. El misterio está ahí y nosotros, lectores, no queremos, necesitamos ansiosamente resolverlo, sacarnos el cuchillo de plomo que nos ataca.
Si me pide calificación, me atrevo a ponerle un cinco de cinco. Digamos cinco de cinco estrellas, que después de leer este libro, parecen más felices que cualquier luna.
Y la luna lucía luminosa es una novela publicada en 2015 en la plataforma literaria www. Novelistik.com. La puede encontrar en esta dirección: https://www.novelistik.com/reader/ylalunalucialuminosa y ver el booktrailer en esta otra:
HYPERLINK «https://www.youtube.com/watch?v=C349WLN02Ro»https://www.youtube.com/watch?v=C3