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México es un país de contrastes, diversidad y múltiples culturas, es tan grande que incluso varios países Europeos podrían caber en la extensión de su territorio. Sin embargo, seguimos atascados, vivimos inmersos en los rieles de la desigualdad y por más que se hagan programas sociales, México no prospera.
Llegó el 15 de septiembre, el día en que la mayoría celebra el amor a la patria, y aunque la fecha celebrada es errónea, lo que abunda es la unión como nación. Es el momento de gritar al unísono ¡Viva México!, aunque este año no fue el único grito, mientras algunos se daban cita frente a Palacio Nacional, otros se unían para pedir la renuncia del Presidente Enrique Peña Nieto y pese a ser un gran número de personas y volver trending topic el hash tag #FueraPeña todo se limitó a eso, una marcha sin cobertura en medios ni escucha del gobierno.
No considero que la renuncia de nuestro principal dirigente sea la solución, quizás soy una de las pocas con esta opinión, pero es eso, un punto personal con el cual no apoyo ni al Presidente ni su manera de gobernar. Lo que sí creo es que un Presidente no puede ignorar tanta inconformidad y lejos de vivir en una burbuja de confort es momento de actuar debidamente y con medidas que tengan impacto real sobre la vida de los mexicanos, comenzando por el ejemplo en casa. Reciclar un vestido de miles de pesos no es una medida real de austeridad, mucho menos si el resto de la familia sigue bajo el mismo esquema de despilfarro y lujo, portando ropa de diseñador en cada evento.
No importa el costo de los vestidos, no son los primeros en ocupar ropa costosa, ya antes fue criticada por excesos similares Martha Sahagún, lo que indigna es el descaro y la indiferencia con la que se rigen diversos gobernantes, porque la actitud no es exclusiva del presidente, sino de muchos servidores públicos, como #LadyGucci, #LadyAlcaldesa o los gobernadores que siguen sin rendir cuentas y actúan como si nada pasara en tanto que la población vive en medio de carencias en todos sus sistemas.
Mientras en otros países de América Latina la pobreza disminuye, Sólo en México, Guatemala y Venezuela este indicador aumenta. En el país tenemos 53.3 millones de pobres, lo cual significa que no tienen acceso a los servicios básicos y algunos ni siquiera tienen para comer. Esto es un indicador de la deficiencia del gobierno pero también de la sociedad. Las alarmantes cifras sólo tienen un origen: la desigualdad.
No culpo a las hijas de Enrique Peña por buscar a diseñadores como Alexander McQueen o Miuccia Prada, porque son parte de su realidad, usar vestidos costosos, trasladarse de un lado a otro con un séquito de guaruras e incluso llamarle al pueblo “prole” no es culpa de ellas. Es de sus padres, pero aún más de los vicios que como sociedad hemos permitido por años.
La situación de la familia de gobierno no es muy distinta de la que viven unos cuantos, basta con transitar un día por “Santa Fe” una de las zonas más exclusivas de la Ciudad de México, donde los grandes consorcios han construido muros en medio de la miseria, como si con las paredes bastase para olvidar lo que hay detrás, y justo son esas paredes las que día a día ponemos con otros como una cadena sin fin. Son los muros de la omisión, del olvido y la indiferencia los que han hecho de este país una nación desigual, donde ni la educación, ni la salud ni la justicia llegan a cualquiera, por eso la gente se indigna, por eso luchan aunque después los callen y nuevamente aquí no pasó nada.
En un fragmento de El insomnio de Bolívar, Jorge Volpi escribe lo siguiente: “La diferencia entre los grupos sociales se ha vuelto tan abismal que cualquier relación entre sus miembros se torna imposible. En un mundo sin leyes, o con leyes que se cumplen sólo para algunos, los valores de la democracia se extinguen sin remedio y dan vida a un sistema rígidamente estratificado en que el valor de los ciudadanos varía en proporción de su estrato económico.” Termino con esta frase porque no es necesario visitar un punto específico para notar la desigualdad, se notaba en la pantalla el 15 de septiembre, en cada balcón dónde un servidor salió a dar el grito eran evidentes las diferencias no sólo en vestuario, sino en muchos otros rubros, me atrevo a decir que el nivel de estudios, de salud y la comodidad nunca será el mismo, pero de ello nos responsabilizo como mexicanos, ese es nuestro deber, trabajar en conjunto por el desarrollo de nuestra patria.