Con el lema “El clima está cambiando. La agricultura y la alimentación también” el lunes 16 se celebró a nivel mundial por la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) el “Día Mundial de la Alimentación.
Se aprovecha esa fecha porque un 16 de octubre de 1945 se fundó la organización.
La fecha fue recordada en más de 150 países con diversos festejos.
En Xalapa, en la explanada del sector salud, se realizó un evento institucional, y una muestra gastronómica, donde participaron diversas organizaciones públicas y privadas, algunas con platillos variados, sobresaliendo, fundamentalmente, platillos vegetarianos y veganos, precisamente para demostrar que la alimentación y la agricultura al igual que el clima también están cambiando.
De acuerdo con la FAO estos eventos fomentan la concienciación y la acción mundial en favor de quienes pasan hambre y de la necesidad de garantizar la seguridad alimentaria y una alimentación nutritiva para todos.
En relación a la misma FAO el cambio climático está afectando a la salud de nuestro planeta y está modificando nuestro mundo. Está provocando más desastres naturales y problemas medioambientales, que dificultan el cultivo de alimentos.
El cultivo de alimentos también es parte del problema ya que se han tomado atajos y perjudicado al planeta con el fin de producir lo que necesitamos.
Para alimentar a una población creciente que alcanzará los 9 600 millones de personas en 2050, se necesita aprender a cultivar aquello que necesitamos de forma sostenible: es decir, sin seguir destruyendo nuestro planeta.
Sobre este punto es importante señalar que una de las principales causas de la desforestación y el cambio climático en el planeta es la ganadería, actividad que las mismas instituciones gubernamentales, nacionales y mundiales, protegen debido a los múltiples intereses que giran alrededor de la industria cárnica y alimentaria.
Algunos especialistas en el estudio del cambio climático y la contaminación ambiental afirman que la ganadería contribuye al efecto invernadero con un equivalente de CO2 del 18%. Esta cantidad es superior al que emite el tráfico mundial. La ganadería produce un 9% de emisiones de dióxido de carbono antropógeno, un 37% de emisiones de metano antropógeno y un 65% de óxidos de nitrógeno, sobre todo el uso de excrementos como abono.
Más de la tercera parte de todas las materias primas y de los combustibles fósiles en los EE.UU. se utilizan para la crianza de animales destinados al consumo humano.
La producción de carne libera grandes cantidades de CO2, especialmente por la quema de superficies forestales. Además, los animales producen energía oxidando los compuestos orgánicos que contienen carbono, lo que conduce a la liberación de dióxido de carbono (CO2) y agua. El 21% de la emisión total de dióxido de carbono que se asigna a la actividad humana proviene en realidad de los animales que nos comemos. «Para bajar la densidad de dióxido de carbono en la atmósfera, no es que se deba quemar menos petróleo y gas, sino que la humanidad debería cambiar sus costumbres alimenticias: Si todos los seres humanos fuesen vegetarianos, se podría controlar el calentamiento global.», escribe el físico británico Alan Calverd en Physics World.
Además, las ganaderías vacuna y ovina repartidas por todo el planeta son responsables de casi una cuarta parte de todas las emisiones de gas metano en la Tierra, pues debido a la cría de ganado se producen anualmente 115 millones de toneladas de gas metano. Una oveja produce siete kilogramos de metano al año y una vaca incluso 114 kilogramos. El gas metano es 21 veces más activo que el dióxido de carbono en la formación del efecto invernadero. Ernest U. v. Weizsäcker, director del Instituto para el Clima, Medio Ambiente y Energía de la ciudad alemana de Wuppertal, constató que: «La contribución de la cría de ganado vacuno al efecto invernadero es de una magnitud similar a la contribución de todo el tráfico mundial de automóviles, si incluimos a esto la deforestación para crear pastos para el ganado vacuno y para la producción de forraje (…) Y la conversión de sabanas en desiertos, la erosión en zonas de montaña, la excesiva necesidad de agua del ganado vacuno, las gigantescas necesidades energéticas del ganado de engorda son algunas de las causas por las que con cada kilo de carne de vacuno dañamos seriamente el medioambiente.»
Esto también lo comprobó la Enquete Kommission, una comisión de investigación del Parlamento alemán para la protección de la atmósfera terrestre: «Disminuyendo el consumo de carne en una medida adecuada para la salud, se podría evitar una cuarta parte o más de las emisiones que dañan el clima. La transición hacia una alimentación más orientada a los productos vegetales iniciaría así el mayor potencial de ahorro (equivalentes a 100 millones de toneladas de CO2) en el sistema alimenticio. Además, el costo económico-nacional procedente de las enfermedades causadas por una mala alimentación (anualmente 25 mil millones de euros) podrían reducirse enormemente. En relación a la contaminación climática, habría que destacar que en la producción de alimentos que contienen carne (p. ej. albóndigas) se libera una cantidad de dióxido de carbono 13 veces mayor que en la producción de alimentos que no la contienen (p. ej. albóndigas de cereales).»
Al margen del cambio climático y la contaminación ambiental es importante reafirmar, como ya se señaló líneas arriba, que muchas enfermedades, como el cáncer, entre otras, tienen un gran sustento en la alimentación cárnica y todas las sustancias toxicas que se usan como conservadores.
A través de estas líneas, me permito felicitar a los responsables de la salud pública del estado por el Programa Mesa Saludable para la Prevención de Enfermedades Asociadas a la Dieta y permitir que la sociedad civil degustara platillos sanos y saludables como son los que integran la comida vegetariana y vegana. Ojala otras instituciones sigan su ejemplo.