El próximo año se cumplirá una vez más el ritual de elegir presidentes municipales en todas las alcaldías del estado de Veracruz. La mayoría de la población va a decidir esperar a que un partido político designe a su candidato. Otros más esperarán a ver quienes son los que deciden buscar la alcaldía por la vía independiente. Una vez cumplido ese período de espera, el siguiente paso será divertirse en las campañas, bailar, bromear y sobre todo, encontrar hasta el más mínimo defecto de todos y cada uno de los candidatos. A veces, esos defectos no serán buscado en el candidato de los afectos del poblador de los municipios. El principio del fin del la fiesta democrática será el día de la elección en el cual el ciudadano va a decidir asistir a las urnas y votar o simplemente abstenerse. Posterior a ello, vendrán los reclamos de fraude, de relleno de urnas, de compra de votos, de manipulación con programas estatales o federales, de indignación porque no ganó el que yo quería. Y por último la entrega de la constancia de mayoría al ganador, para que espere pacientemente a que llegue el día de la toma de protesta.

A partir de ese momento, el nuevo alcalde comenzará un proceso de sentirse propietario del municipio. A veces él sólo y a veces con una banda de colaboradores que por tener un puesto menor, e incluso no haber resultado elegidos por la población, de todas maneras se sentirán copartícipes de la propiedad del municipio los próximos cuatro años. Como contra parte, el pueblo comenzará a quejarse de que el alcalde hace lo que le da la gana, de que es corrupto, de que no escucha las necesidades de la población y sobre todo, que no hace nada para que se eleve el nivel de vida en el municipio, salvo algunas cuántas obras para justificar su administración pero eso sí, mucho apapacho a la población, porque no sabemos si el día de mañana México lo va a requerir como diputado local o federal, o en algún otro puesto su sabiduría sea demandada.

Así estaremos cuatro años más, hasta que comience de nuevo el ciclo y la historia de cada municipio se repita con mayor o menor fortuna de acuerdo a los intereses y capacidades del reyezuelo en turno. En algunas ocasiones habrá suerte y el grupo en el poder hará mucho más que los anteriores, lo cual lo hará resaltar y le permitirá continuar en el poder varios trienios, gracias a que fueron un poco mejores que sus antecesores o cuando menos un poco mejores que sus pares que los rodean en el resto de los municipios de la región, lo cual les permite lucir como estrellas en un cielo oscuro.

Este círculo vicioso se ha repetido una y otra vez en México, que cual república bananera no aprende de sus errores, debido principalmente a que sus habitantes no saben que pueden tomar parte en las decisiones que afectan su vida cotidiana. La población acostumbrada al desinterés y a la sumisión deja que otros –en este caso los alcaldes y su grupo- decidan los destinos de miles y millones de personas, con su aptitud o su ineptitud.

Mi propuesta es romper de una vez por todas con ese círculo vicioso. Evitar por una vez, -para sentar precedente-, que sean los partidos políticos quienes decidan quien será el próximo gobernante de tu municipio. En lugar de ellos se debe organizar la propia sociedad civil, primero para establecer un programa de gobierno, no para los próximos cuatro años, sino para los próximos 25 años. Partiendo de un diagnóstico claro de dónde estamos y de allí definir las metas a largo plazo y el camino que nos llevará a ellas.

Una vez que los ciudadanos tengan lista la agenda de gobierno, entonces se debe decidir quien de entre los propios ciudadanos será el adecuado para llevar a cabo esos proyectos el siguiente cuatrienio. Hoy gracias a las candidaturas independientes, es posible que una ciudad, un municipio, decida quien lo va a gobernar sin tomar en cuenta a los partidos.

Sin embargo es seguro que cuando la ciudadanía se organice, los propios partidos políticos voltearán a ver lo que se está haciendo, y más de uno buscará que el candidato de los ciudadanos se convierta también en su propio candidato, pues así tendrá –el partido político que sea- el triunfo asegurado. En ese momento habrá de ser muy cuidadosa la ciudadanía, pues podrían buscar beneficios posteriores, como por ejemplo que el líder de dicho partido político exigiera cierta cantidad de dinero mensual al alcalde ganador, o imponer en sindicatura y regiduría a miembros de dicho partido, en lugar de considerar los que los propios ciudadanos escogieran anticipadamente.

Esta utopía es el futuro de las democracias. Una elección interna, previa, por parte de los propios ciudadanos miembros de la ^polis^, con el fin de ser ellos y sus intereses quienes decidan quien los va a gobernar, en lugar de que sean personas ajenas y con intereses particulares los que decidan quien será el gobernante y administrador de cuantiosos recursos públicos los próximos cuatro años.

Un gobierno: del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, será por definición transparente y tomará sus decisiones consultando al pueblo. De un plumazo eliminamos a los alcaldes ladrones, y también a los alcaldes tiranos o reyezuelos.

¿Complicado? En un México con escasa cultura ciudadana si lo es. Sin embargo, México merece que se cree y cultive esta cultura por encima de lo que hoy tenemos y ya no funciona. México merece alcaldes dignos, escogidos y exigidos por la población.

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