Lo que muchos ya intuíamos, se confirmó en Estados Unidos: de acuerdo con la revista Americas Quaterly, de 15 países de América Latina, México es de los menos incluyentes y tolerantes, al ocupar el onceavo lugar en su lista. El ranking, en su quinto año de estudio, ocupa variables tradicionales como el crecimiento del PIB, la inversión de éste en programas sociales y el grado de escolarización de sus habitantes, así como los avances en los derechos de las mujeres, la tolerancia LGBT y la inclusión etnoracial.
¿El primer lugar en el Índice de Inclusión Social? Uruguay, pues éste “simplemente hace un mejor trabajo que sus vecinos en proteger a sus civiles sin importar su género, orientación sexual o raza”. Hasta parece sencillito. Y es que Uruguay al parecer no solo es líder en leyes progresistas, como la legalización del matrimonio igualitario en 2013, sino que además tiene un alto nivel de generación de empleos y crecimiento económico que permite a sus ciudadanos tener un alto acceso a viviendas.
Y hablando de matrimonio igualitario, también resulta que Uruguay fue la primera nación en la región en aprobar la adopción para parejas del mismo sexo, en 2009, así como en permitir a las personas transgénero reflejar libremente su identidad en todos sus documentos oficiales. Y tal parece que hasta ahora, la sociedad uruguaya no ha enfrentado una debacle moral ni ha escuchado las trompetas del juicio final, ni mucho menos se ha llamado a la eliminación de la “familia tradicional”. ¿Será posible? ¿Acaso esto nos estará hablando de que el acceso a derechos de unos no elimina los de otros? ¿Podríamos empezar a hablar, con pruebas, de que aceptar las identidades particulares de ciertos sujetos no afecta el devenir diario de quienes no se identifican con ellas? ¿Los miembros del Frente Nacional por la Familia, así como sus aliados, se confundirán tanto que se atacarán a sí mismos?
Quizás, de momento, tengamos que contener nuestras respuestas y sentarnos a observar lo que ocurre en el ámbito nacional, con el ánimo de tomar nota de los mejores ejemplos. Y esto va tanto para ciudadanos como para gobernantes.
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