zairosas.22@nullgmail.com
Al momento de escribir mi columna todo gira en torno al país vecino, no sólo por la pelea de Manny Pacquiao contra Jessie Vargas, ni por el reciente escándalo con Ricardo Anaya sino por la cercanía de las elecciones en Estados Unidos y lo reñido de las mismas. Cualquiera que sea el resultado puede cambiar la historia, por un lado los demócratas podrían seguir llenándonos de primeras veces al poner a Hillary Clinton en la Casa Blanca y por el otro si quedara Donald Trump estaríamos demostrando cuán grande puede ser el odio y egoísmo de la humanidad, pues el éxito de la campaña de este hombre estriba en la paranoia y el miedo hacia otros que ha sembrado en cada discurso político.
Aunque las encuestas dan ventaja a Hillary Clinton, hay escenarios en los que Donald Trump podría llevarse la victoria, sin embargo cabe señalar que en el sistema electoral de nuestro vecino las verdaderas elecciones son hasta diciembre, en este momento sólo se está definiendo al colegio electoral, quienes designarán después al futuro presidente. Aunque como bien señalaba María Ramírez de Univisión, llegados a este punto ya hay múltiples ganadores y perdedores.
Han perdido muchos migrantes quienes se han visto cada vez más pisoteados y ofendidos y ha ganado mucho terreno el odio entre unos y otros olvidando que antes de las razas, el género y la edad están los seres humanos. Tristemente aunque Donald Trump perdiera las elecciones ya dejó germinando una semilla tóxica que sin duda tendrá graves secuelas y en el caso de Hillary Clinton tampoco la tiene fácil de llegar a la Casa Blanca, pues los republicanos tratarán de seguir buscando puntos débiles como su servidor de correos siendo Secretaria de Estado y tendrá que enfrentarse a liderar la nación más poderosa siendo mujer.
Estados Unidos, es para muchos el país de las oportunidades, el lugar donde infinidad de migrantes llegan en busca del sueño americano o simplemente huyendo de represiones vividas en el país natal como ocurre con muchos refugiados. También están los que van de paso, a estudiar en alguna de sus prestigiosas universidades y no podrían faltar los que únicamente van de visita porque sus hijos están de intercambio como Ricardo Anaya, el joven líder del Partido Acción Nacional.
Me parece importante hablar del caso de Anaya no sólo por tratarse de un presidenciable, ni por defenderlo ante las críticas que lo han tachado de malinchista, sino por el momento en el que aparecen este tipo de acusaciones. Ya sea porque al interior de su partido hay otros interesados que están teniendo problemas con la difusión de su imagen o porque el partido de oposición busque filtrar información que los distraiga del caos mediático en el que se han sumido por sus gobernantes, no es casualidad que en este momento salga a la luz dicha información.
No soy una seguidora del joven líder del PAN (ni de nadie) pero sí creo que es de los políticos que hasta el momento había mantenido una imagen coherente y que las declaraciones de Ricardo Alemán han hecho que nos cuestionemos sobre su honestidad, mismos cuestionamientos que refutó en televisión nacional y que ya obtuvieron respuesta del periodista. Lo más importante de este caso no estriba en que los hijos del dirigente del PAN estudien en el extranjero, yo aplaudo que se preocupe por brindarles la mejor educación y más en las condiciones actuales del país (no es por ser malinchista, sino realista), tampoco es relevante que viaje cada fin de semana porque para él lo más importante es su familia, eso también es loable. Lo que sí debemos averiguar a fondo es el origen del dinero.
Ricardo Anaya señaló en cadena nacional que todos sus viajes habían sido pagados por él, con bienes que él dice están declarados a detalle en su 3 de 3 y en la 3 de 3 plus, sin embargo ante las declaraciones el periodista Ricardo Alemán dice tener pruebas de lo contrario, ¿A quién le creemos?, a las pruebas me remito. De mentir Ricardo Anaya habrá terminado con la imagen impoluta que llevaba hasta el momento, sin embargo comparado con el resto de desfalcos al país no creo que esto afecte sobremanera su carrera política, a no ser que en efecto esto sólo sea la punta del iceberg de lo que realmente hay detrás de este político.
Tanto en el caso Anaya como en las elecciones de Estados Unidos hemos llegado a un punto en el que los candidatos ya no pueden reducir sus campañas a propuestas políticas, que en muchos ocasiones siguen siendo mínimas e irreales, sino que deben demostrar que sus aspiraciones políticas van más allá de la ambición y el poder. En los tiempos de las redes sociodigitales la información viaja cada vez más rápido y las opiniones se repliegan llegando a múltiples públicos que si bien aún están en vías de aprendizaje han sido capaces de generar audiencias ávidas de cuestionarlo todo y que dependiendo del resultado de sus opiniones pueden quitar u otorgar la silla presidencial tan disputada en ambas naciones.
En este punto en el que no tenemos ninguna certeza respecto al futuro de México con el cambio presidencial al Norte, ni de qué pasará en los comicios de 2018 en nuestro país y mucho menos de si Ricardo Anaya es realmente el Joven Maravilla, sólo me resta finalizar al estilo de Suzanne Collins: “Que la suerte este siempre de su lado”.