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Crónica del Poder

La liturgia de la Iglesia católica celebra este domingo la solemnidad de LA EPIFANÍA DEL SEÑOR. Se trata de una de las fiestas cristológicas más importantes del año litúrgico que contiene un hermoso significado teológico.
El término Epifanía es de origen griego y significa “manifestación o revelación”. Según el
relato del evangelio que se proclama en este día la Epifanía es la manifestación de Jesús
a los magos de oriente. Jesús viene presentado como el Mesías, salvador de todos los
hombres prefigurados en aquellos personajes que llegaron desde el oriente, lo
reconocieron y le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra (véase Mt 2, 1-12).
Desde el punto de vista teológico la epifanía es la fiesta cristiana que celebra la
universalidad de la salvación; aquellos magos de oriente, representan la llamada a la
salvación de todos los hombres. En Cristo y por medio de Cristo, “Dios quiere que todos
los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” 1 Tim 2, 3-4.
El relato evangélico de una forma pedagógica nos enseña cómo se llega a Cristo y se
obtiene la salvación. Uno llega a Cristo con la disponibilidad y la apertura de los magos
de oriente, con la perseverancia y la búsqueda de su persona, con el deseo firme de
querer encontrarse con la verdad y con la disposición de ser capaces de ofrecerle a Dios
lo más valioso de nuestra vida.
Jesús es el príncipe de la Paz, ha sido enviado por el Padre Dios para reconciliar a la
humanidad tan tristemente dividida por el pecado. Él es la luz verdadera que ilumina a
todo hombre. La vida nueva que transforma al ser humano. Él ha venido para que
tengamos vida en abundancia (Jn 10, 10). De ahí que todos los que creemos en Cristo
Jesús estamos llamados a ser constructores de la Paz y ser sus agentes y mensajeros.
Los diversos medios de comunicación han dado cuenta de las múltiples manifestaciones
que se han estado dando, con ocasión del gasolinazo que empezó a partir de los primeros
instantes de este año 2017. Lamentamos las expresiones de violencia, vandalismo y
saqueo que son expresión de la descomposición social, del malestar, enojo y deudas
sociales pendientes, de las injusticias estructurales, de la desintegración familiar, y el
descuido de la formación humana y cívica de las personas. El gasolinazo es la gota que
derramó el vaso, pero detrás de ello hay asuntos serios de corrupción, incompetencia y
falta de sensibilidad hacia las necesidades de la sociedad.
Es lícito y es un derecho manifestarse y expresar nuestra inconformidad, de forma
pacífica, creativa y dentro del marco de la ley, en contra de esta decisión injusta e
indebida de subir el precio de la gasolina. Los Obispos de México, en su comunicado del
5 de enero de este año, hicieron un exhorto a las autoridades civiles a “reconsiderar
seriamente esta medida que afecta a todo nuestro país, especialmente a los más
pobres… no es correcto imponer leyes sin tomar en cuenta la realidad y el sentir que vive
la gente…hay que mirar desde abajo y no solo desde arriba”. Ojalá se dé marcha atrás
en esta decisión federal que está creando más víctimas.
“Nunca la violencia, el vandalismo, el saqueo o la afectación a las vías de comunicación
serán el camino… Evitemos la confrontación estéril y la anarquía, pues estas conductas
no resuelven los grandes problemas del País, sino que dividen aún más a la Nación”,
señalaron los prelados. Este tipo de manifestaciones nos afecta a todos y nos roban la
tranquilidad y la armonía.
Junto con estas expresiones violentas en las plazas comerciales, se ha dado también
otro fenómeno que lamentamos. Se trata de la difusión indiscriminada de rumores que
han generado pánico y conductas de miedo. Hacemos un llamado al discernimiento de
lo que leemos o escuchamos en las redes sociales de internet. No se puede dar crédito
a todo lo que se lee o escucha ahí y mucho menos difundirlo indistintamente. Se necesita
un mínimo de discernimiento y atención.
Necesitamos ser constructores de paz. Las expresiones violentas sólo generan violencia.
La paz es un don que viene de Dios pero también es una tarea que se construye con el
lenguaje y las actitudes; se cultiva en la casa, en la plaza y en el trabajo de cada día. La
construcción más difícil de la paz es la que tenemos que hacer en el interior, por ello
como los magos de oriente en la fiesta de la Epifanía, necesitamos dejarnos iluminar por
una estrella. Esa estrella representa a Cristo que es la luz del mundo. Solo en Cristo
encontramos la verdadera paz y la concordia.
Pbro. José Manuel Suazo Reyes
Director
Oficina Comunicación Social
Arquidiócesis de Xalapa