El año pasado, concretamente el martes 23 de marzo, que cayó en miércoles, publiqué en este su portal una columna a la que titulé ‘El mundo va a extrañar a Obama’, me adelanté un poco a los tiempos actuales en donde, después de perder los demócratas la presidencia a manos del barbaján de Donald Trump, efectivamente el mundo ya empieza a vivir una especie como de nostalgia ante la proximidad del cambio de gobierno en los EUA y el arribo de un hombre que, sí, seguro, nos está haciendo que extrañemos a Obama. Con el permiso de ustedes reproduzco aquella columna anticipatoria:
En los últimos 7 años no estoy seguro que las cosas para el mundo hayan ido mejor a la luz de la presidencia en los Estados Unidos de Barack Obama, el primer presidente de origen afroamericano en la historia del vecino país del norte, lo que sí sé es que después de los largos ocho años, ¡terroríficos y desastrosos años!, que precedieron al gobierno de Obama, los del republicano George W. Bush, el mundo entero entró como en un periodo de recuperación, lenta, pero recuperación al fin.
Hay que recordar que los Estados Unidos venían –vivían- una profunda crisis económica producto, principalmente, de una costosísima guerra en el Golfo Pérsico que había producido un déficit financiero que había llevado a la nación norteamericana a la recesión económica, a una caída brutal en sus índices de crecimiento económico, cero incremento de empleos formales (uno de cada 10 estadounidenses estaban “parados”) y un decremento notable en su consumo interno y, por lo tanto, una baja en sus importaciones con las consecuencias lógicas para el nuestro que es su principal socio comercial (México le vende más de mil millones de dólares diarios de productos manufacturados a los EUA, cifra superior a las exportaciones que toda Latinoamérica junta hace hacia ese mismo país, incluyendo al gigante sudamericano Brasil).
Aquí el razonamiento es lógico, si a los EUA le va bien en materia económica, a México también le va bien, el sector exportador de nuestro país es una de las principales fortalezas, sobre todo si se considera que la economía mexicana está en vías de depender cada vez menos del petróleo, es decir, de cada 100 pesos que vendemos al exterior, repito, principalmente a Estados Unidos, 80 corresponden a productos no petroleros y 20 a petroleros, cuando antes la proporción era de un 60 y en algunos momentos llego a ser hasta de 80, por eso la caída en el precio del petróleo sin duda le ha pegado a la economía del país, pero las consecuencias hubieran sido peores si el petróleo siguiera siendo nuestro principal producto de venta al exterior.
Pero tal vez lo que más se le debería reconocer a Obama como presidente es su política exterior a la que se podría calificar de antibélica y anti intervencionista. En estos poco más de siete años y de aquí hasta que concluya su mandato en enero de 2017 (20), la política hacia el exterior de los Estados Unidos se espera que cambie poco o casi nada. Ha sido una política muy prudente, menos agresiva, menos proactiva, cosa que muchos estadounidenses, sobre todo los republicanos, perciben como un signo de debilidad. En estos casi ocho años le bajó a la presencia de los EUA sobre todo en Medio Oriente, por ejemplo, redujo al máximo las tropas norteamericanas apostadas en Afganistán e Irak y, quizá, esa retracción fue lo que permitió, otra vez según sus detractores, el surgimiento del estado islámico (ISIS) y la guerra interna en Siria, sin embargo, como el mismo Obama ve la geopolítica actual, cosa que, insisto, hay que aplaudir, el mundo ya no puede ser –ni debe ser- territorio de un solo gendarme, sobre todo porque esa política intervencionista de antaño de los Estados Unidos, significaba altísimos costos para ellos.
Es decir, en todo este tiempo del gobierno de este hombre nacido en Honolulu, Hawái, e hijo de un economista keniano, Barack Obama Sr., y de una antropóloga de Kansas City, ha priorizado la política-política como el mejor medio para lograr acuerdos en materia de política exterior. El mundo actual, en donde si bien los EUA siguen siendo la potencia máxima económica y militar, tiene otros actores que reclaman un espacio de definición e influencia en materia geopolítica, y para el caso ahí está la Rusia gobernada por un presidente que más que eso parece un dictador tropical como Vladimir Putin, ahí está el bloque europeo liderado por una muy rica Alemania gobernada por una canciller férrea e intransigente y ahí están también las nuevas potencias mundiales, cabezas del grupo de los ‘BRIC’, China e India, que basan su poderío en la fuerza de su población.
Estos casi ocho años del gobierno de Obama le han venido bien al mundo. Este hombre no es el clásico presidente republicano fanfarrón, agresivo y arrogante que a la primera provocación desplegaba tropas e intervenía en cualquier parte del mundo. Este es un hombre de una personalidad más relajada, que se toma las cosas con mayor racionalidad, que piensa antes que actuar, que privilegia al diálogo y a la política por encima del garrotazo. Su acercamiento y apertura con Cuba dice mucho del moreno, sobre todo porque no ha tratado de imponer nada a los hermanos Castro (todavía vivía Fidel), le ha dicho a Raúl que no le tema a la democracia y a la disidencia, que se abra y que cambie un sistema, obsoleto, que está rebasado y que ha hecho que la Cuba actual se haya quedado detenida en el tiempo, como en los sesentas.
Esperemos que en EUA se imponga finalmente la cordura y la prudencia y sea elegida como la 45 presidente de la Unión Americana a Hillary Clinton, los estadounidenses se la merecen y el mundo también para seguir viviendo, aunque sea, en esta relativa pero de alguna manera reconfortante paz mundial.
Hasta ahí lo que escribí el año pasado. Me equivoqué en mis predicciones y ganó Trump, que Dios nos agarre confesados, pero de que el mundo va a extrañar Obama de eso no me queda la menor duda.