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24 Horas

Cuando un agujero negro devora una estrella, regurgita “bolitas” planetarias hacia la galaxia, las cuales pueden viajar a una velocidad aproximada de 32 millones de kilómetros por hora y reagruparse más tarde, según una nueva investigación.

El Centro Harcard-Smithsoniano de Astrofísica dio cuenta del sorpresivo hallazgo y sugirió que algunos de estos “globos” pueden llegar a tener un tamaño y un peso planetario pero son totalmente diferentes a un planeta.

Los agujeros negros supermasivos, que están en el centro de casi todas las galaxias, incluida la Vía Láctea, tienen una poderosa fuerza de gravedad que jala y succiona a estrellas errantes cercanas, las rompe en pedazos y luego arroja los restos en un chorro de gas caliente.

“Una sola estrella destrozada puede formar cientos de objetos planetarios”, sostiene Eden Girma, estudiante de pregrado en la Universidad de Harvard y autor principal del estudio.

Los investigadores encontraron que estas “bolitas”, cuyos emisarios más cercanos podrían estar a unos pocos cientos de años luz de la Tierra, pesan tanto como algunos planetas, pero son muy diferentes ya que están hechos exclusivamente de material sobrante.

“Se necesita sólo un día para que el agujero negro triture una estrella y sólo alrededor de un año para los fragmentos resultantes se vuelvan a unir por sí mismos”, lo cual contrasta con los millones de años que se requieren para que un planeta se forme, aseguran.

Las “bolitas” recorren la galaxia a una velocidad de alrededor de 32 millones de kilómetros por hora y por lo tanto les tomaría aproximadamente un millón de años llegar a la vecindad de la Tierra después de haber sido arrojadas desde un hoyo negro, precisan.

Sin embargo, la mayoría de ellas abandonan por completo nuestra galaxia, ya que casi el 95 por ciento se propulsa hacia otras galaxias, estiman los investigadores, quienes planean estudiarlas en el futuro con el uso de nuevos instrumentos.

El Gran Telescopio Sinóptico, actualmente en construcción en Chile, y y el telescopio espacial James Webb, que se lanzará en 2018, les brindarán una mejor oportunidad de detectar el débil resplandor de los objetos regurgitados.

Los investigadores sin embargo admiten que les será complicado distinguir a estas “bolitas” de otros restos que flotan libremente en el espacio, según un artículo publicado en la revista especializada Space.