Cuyo nombre era en realidad Laurent de Graff, oriundo de los países bajos, fue de los más sanguinarios saqueadores del puerto de Veracruz y en general del golfo de México como lo menciona el Doctor Antonio García de León en su artículo Comercio de Balandra, Contrabando y Piratería en el Golfo de México. Publicado por la UNAM.

Cuando nos acercamos a esa parte de la historia nos sorprenden las fechorías de estos legendarios asaltantes de los mares, puertos y provincias cercanas a la rivera de los mares y ríos como si viéramos una película en donde pensamos que al final serán derrotados por los héroes que salvarán y alejarán para siempre a los piratas, pero en la vida real no fue así. La historia con sus diversas interpretaciones nos hablan de un hombre que para algunos era delgado otros lo visualizan moreno, unos más lo ponen con bigote, otros sin el.

Se sabe que la Armada Española lo contrató para defenderse de los Filibusteros que atracaban a los españoles que a su vez saqueaban las poblaciones a partir de la conquista de éste continente llevándose el oro, plata y piedras preciosas a su país llegando hacer en un tiempo la nación más rica de Europa, despertando la ambición de otros navegantes de alta mar principalmente de Inglaterra y Francia que eran expertos y conocían muy bien las rutas de los navíos peninsulares y comenzaron a interceptarlos en mar abierto pero la ambición los hizo llegar a los puertos y Veracruz fue uno de ellos; así lo hicieron el famoso Henry Morgan en 1683 como lo menciona Arturo Uslar en su libro Morgan y Los piratas. Existieron varios convertidos en leyenda gracias a la literatura y el cine.

Uno de los asaltos más aparatosos se dio en mayo de 1683 por el Pirata Lorencillos quien llegó con dos embarcaciones que anclaron a cierta distancia del puerto, al ver que no eran cuestionados o requeridos por la Armada de Barlovento que en ese momento se encontraba por los rumbos de Yucatán, el encargado de la plaza sospechando un posible ataque en tierra firme trató de organizar la poca defensa con la que contaba pero fue insuficiente, al día siguiente 11 embarcaciones anclaron frente a la costa y sigilosamente durante la madrugada tomaron a la población desprevenida, estos facinerosos prácticamente sitiaron la ciudad encerrando en la iglesia a hombres, mujeres y niños sin alimento ni agua durante horas, hasta que los negros fueron comisionados para hacerles llegar un poco de pan y agua a los rehenes; así estuvieron durante seis días mientras robaban todo lo que podían presionando a los pobladores y autoridades para que confesaran en donde tenían sus pertenencias.

El sanguinario Pirata Lorencillo había colocado un barril lleno de pólvora en la puerta de la iglesia y amenazaba con hacer volar el recinto con los prisioneros, amedrentándolos para tener controlada la situación a grado tal que los obligaron a desprender los objetos de valor desmantelando la iglesia ante la impotencia de la gente.

Cometieron crímenes de forma salvaje, violaciones, se robaron casi la totalidad de los mil quinientos negros, mulatos y esclavos libres de la ciudad.
Pidió ciento cincuenta mil pesos para dejar libres a los españoles demás rehenes, al ver la llegada de los habitantes de San Lorenzo de los Negros que iban al rescate de los prisioneros apresuraron la huida repeliendo la agresión, llevaron a los prisioneros a la isla de Sacrificios abandonándolos a su suerte. Úrsula Camba del Colegio de México en su artículo Imaginarios ambiguos, realidades contradictorias. Conductas y representaciones de los negros y mulatos novohispanos nos dice que Lorencillo siguió atacando a las autoridades virreinales varios años más en Campeche, Yucatán y Tabasco introduciéndose tierra adentro en esta última región obligando a la disgregación de algunas poblaciones buscando en las zonas altas un sitio más seguro para vivir. También participó en la ocupación francesa de Luisiana en los Estados Unidos, finalmente se convirtió en granjero en una provincia de Alabama donde murió en 1704.

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