Lugar:
Fuente:
AFP

Si Donald Trump construye el muro entre Estados Unidos y México, «igual nos tiramos a cruzarlo», afirma Lizbeth Paredes, una niña hondureña de 13 años tras regresar deportada de un fallido intento de emigrar hacia el país del «sueño americano».

La estudiante de octavo grado arribó el miércoles junto a su madre Gloria, de 38 años, y dos primas de diez y doce años, en un bus procedente del estado mexicano de Chiapas, a un centro de recepción de niños migrantes deportados en San Pedro Sula, 180 km al norte de Tegucigalpa.

Un total de 88 personas llegaron el miércoles en tres buses, en una caravana de al menos dos viajes por semana de niños y adultos migrantes deportados.

«Nos queríamos ir antes» de que asumiera el nuevo gobierno en Estados Unidos, «pero si (Trump) construye el muro, igual nos tiramos a cruzarlo», afirma a la AFP la niña de piel canela y ojos vivaces, con su cabello hasta el hombro amarrado con una cola.

El presidente electo de Estados Unidos ha anunciado que cuando asuma la presidencia este viernes empezará a construir un muro en la frontera de 3.200 km con México y después el gobierno mexicano tendrá que pagarlo.

– Sueños truncados –

El anuncio ha disparado la migración de hondureños porque los «coyotes», que les hacen pasar la frontera, avisan a la gente que deben irse antes de que se construya la muralla, según organismos humanitarios.

Millares de hondureños, salvadoreños, guatemaltecos, emprenden cada año la travesía por tierra a Estados Unidos para huir de la pobreza y la violencia.

Luego de llegar en el bus, Lizbeth salió con su mochila en la espalda, junto a su mamá y sus primas, por una puerta de hierro del edificio del Centro de Atención para la Niñez y la Familia Migrante.

Las tres menores y la mujer partieron el 8 de enero de Honduras pero fueron bajadas por agentes migratorios de un camión en Villahermosa, en el estado mexicano de Tabasco.

Otro menor, que se identificó como Kevin Flores, de 15 años, afirmó que tampoco cree que el muro pueda detener la migración.

«Uno se va porque quiere una mejor vida, quiere ser alguien», afirmó el niño de tez blanca, baja estatura y cabello castaño ondulado. Explicó que la idea de irse a Estados Unidos se le ocurrió a su mamá, con quien salió de la comunidad occidental de La Entrada Copán el pasado domingo, pero agentes mexicanos de migración los detuvieron en Cárdenas.

Por su parte, Aminta López, de 41 años, emprendió el trayecto migratorio con sus dos hijos de cinco y ocho años desde la colonia capitalina El Carrizal.

«Vivía en la colonia Cerro Grande y de allá nos corrió la Pandilla 18; nos trasladamos a El Carrizal y no aguantamos a la 13 (pandilla Mara Savatrucha, MS-13)», se queja la mujer menuda.

«¿Qué le voy a hacer? Tengo que regresar», se consuela. «La idea era irme ahora porque después por el muro no se va a poder pasar, pero habrá que intentarlo de todas maneras», afirma como pensando en voz alta.

Su plan era llegar a Nueva Jersey, donde vive su hermano Israel desde hace 18 años, pero agentes de Migración en México le cortaron el sueño.

Más de un millón de hondureños vive en Estados Unidos, la mayoría indocumentados. En 2016 enviaron a su país 4.000 millones de dólares en remesas, cerca de 20% del Producto Interno Bruto (PIB) nacional.

– Incontenible éxodo –

Entre 80.000 y 100.000 personas salen de Honduras anualmente hacia Estados Unidos y cientos mueren en el camino, deshidratados en el desierto o asesinados por bandas criminales.

Emigran por falta de oportunidades de trabajo o estudio, la violencia de las pandillas o para reencontrarse con familiares, según encuestas de organismos humanitarios.

Cerca de siete cada diez de los 8,7 millones de hondureños están hundidos en la pobreza y este es uno de los países más violentos de la tierra, con una tasa de 60 homicidios por cada 100.000 habitantes, más de seis veces el promedio mundial de 8,9 establecido por la Organización Mundial de Salud.

La oleada de menores migrantes captó la atención mundial en 2014, cuando más de 60.000 niños sin compañía de adultos fueron detectados al intentar entrar a Estados Unidos procedentes de los países del Triángulo Norte de Centroamérica (Honduras, Guatemala y El Salvador).

En 2016 fueron deportados de México 10.028 niños hondureños, muchos de ellos sin compañía de adultos, según un informe de la no gubernamental Casa Alianza.

El organismo detalló que entre octubre de 2015 y el mismo mes de 2016 fueron detenidos en la frontera sur de Estados Unidos 65.475 menores migrantes procedentes de México y el Triángulo Norte.