*“Si hubiera habido censura de prensa en Roma no tendríamos hoy ni a Horacio ni a Juvenal, ni los escritos filosóficos de Cicerón”. Voltaire (1694-1778) Filósofo y escritor francés. Camelot.

THE NEW YORK TIMES

Uno puede caminar Manhattan, Nueva York, por sus calles llenas de rascacielos, ir con la baba y la cabeza hacia arriba y el pescuezo retorcido por todos lados, y encontrarse en la calle 41y la Octava Avenida y ver el imponente rascacielos que diseñó en 2007 Renzo Piano, para el diario The New York Times. Ese edificio, todo encristalado y con vigas de acero con sus letras casi cursivas, muy clásicas, hacen verle como un templo de la información y de la libertad de prensa. Ver Nueva York y pasear por allí es como ir a Central Park o a la Catedral de San Patricio, o a todos aquellos lugares mantenidos como iconos, lo mismo un hotel de categoría como el Plaza o el Waldorf Astoria o el mismísimo Roosevelt. The New York Times forma parte de la historia de Nueva York, y del mundo. Estoy en eso porque, a la edad de 86 años (año 2012), murió uno de los directores dueños de ese diario. Uno de los grandes, Arthur Ochs Sulzberger, guía de The New York Times durante 30 años. Bajo su mandato ganó 31 Premios Pulitzer, de los 91 que ha ganado el diario en su historia. Desde que en 1896 uno de ellos, el abuelo Adolph Ochs, lo compró, un Ochs o Sulzberger ha estado al frente de esa dirección. El diario se ha abierto y mantiene accionistas, Carlos Slim es uno de ellos, pero lo editorial ha sido manejado por uno de esa familia, contraviniendo la tesis de las escuelas de negocios como Harvard, que marcan que los negocios familiares a la tercera generación o desaparecen o cambian de manos. Aquí no ocurrió. The New York Times es toda una historia mundial. En tiempo de crisis, cuando el internet avanza y los diarios impresos venden menos periódicos, el Times no se arredra. Imprimen reportajes excelsos y hacen de ese diario uno de los referentes mundiales. “La rotativa sin mordazas sigue siendo el corazón de la libertad, y con los libros no pudieron ni las fogatas de la inquisición ni podrán ahora las fogatas del internet”, escribió el periodista Raúl del Pozo. Eso ha sido cierto en ese diario neoyorkino, cuya tesis reflejó un día otro Sulzberger: “En este oficio, cuando te equivocas hay que corregirlo de inmediato”. Diario que publicó los Papeles del Pentágono y ha sido referente en el mundo. Algunas veces el diario pidió perdón a los lectores, por fallas; cierta vez un reportero publicó un reportaje indebido de ficción, lo que les ha valido tener credibilidad al disculparse. En ello es el número uno, el diario de mayor credibilidad. Tiene un tiraje de más de un millón de ejemplares diarios y el suplemento del domingo es épico. Ya rola desde las noches del sábado. En 2012, murió uno de los grandes, las rotativas no se detuvieron porque la fiesta tiene que continuar, como dicen los payasos en los circos.

PERIODISMO DE FICCION

Hace cosa de nada, un reportero de la revista New Yorker dimitió tras descubrirse que se inventó citas de Bob Dylan. New Yorker es el templo del periodismo, hagan de cuenta ir al Vaticano y postrarse ante La Piedad de Miguel Ángel o babosear al cielo al ver la Capilla Sixtina, o entrar al Barcelona al Camp Nou y que le dejen a uno tirar una cascarita con Lionel Messi. Más o menos. Por New Yorker, baluarte del buen periodismo, han pasado plumas como John Updike, J. D. Salinger, Truman Capote y Jonathan Franzen, entre otros. Puro picudo. Aporta escritores para los afamados Premio Pulitzer, como pocos. Pero no aceptan ‘piratas’ ni ‘piratería’. Hace nada echaron de sus filas a un joven periodista, Jonah Lehrer, por fusilarse a sí mismo en un reportaje que había publicado en otro medio y por las citas balines y chafas de Dylan. Bah, no tendría la menor importancia. Casos famosos ha habido. Y los escritores, como los novelistas, van viviendo ya de sus mentiras, como esa canción mexicana. Sé que mientes al besar y mientes al decir te quiero. Así es el periodismo. El despedido era redactor de plantilla, sueño de muchos periodistas, desde marzo de 2012. Los tiempos de la humanidad registran plagios. El internet ahora facilita el plagio, pero también es más fácil de descubrir. En 1980, a los 26 años, Janet Cooke publica La historia de Jimmy, sobre un niño de ocho años adicto a la heroína. Gana un Pulitzer antes de admitir que el reportaje era una invención. En 1998, la revista The New Republic admite que 27 de los 41 reportajes que ha escrito para ella el periodista Stephen Glass contienen mentiras o invenciones. En una de ellas se inventó a un hacker y una empresa a la que había atacado. En 2003, Jayson Blair, una joven estrella de 27 años de The New York Times, admite que se ha inventado fuentes y citas en decenas de noticias. Llegó a firmar crónicas desde ciudades que nunca había visitado. El rotativo se vio obligado a publicar en su primera plana una nota en la que informaba que Blair, que había escrito de asuntos tan diversos como el francotirador de Washington o las consecuencias de la Segunda Guerra del Golfo, era un fraude. En 2004, el diario USA Today admitió que su reportero Jack Kelley, de 43 años, nominado a un Pulitzer en 2002, se había inventado la información de al menos ocho crónicas, especialmente una sobre el caso de una mujer que supuestamente había muerto huyendo de Cuba en una lancha. En mayo, Arnaud de Borchgrave, un veterano de The Washington Times, dejó de publicar sus columnas después de que se encontraran similitudes exactas entre ellas y notas de agencias y noticias de algunas páginas web. Este mes de julio, Jonah Lehrer, de 31 años, ha dejado su puesto en The New Yorker después de admitir que había reutilizado material suyo de otros medios y de haberse inventado citas de Bob Dylan. Fuente: diario El País.

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