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UNAM Global.

Los especialistas llaman la generación ‘blandita’ a aquella en donde los niños y jóvenes son sobreprotegidos por sus progenitores, los que a toda costa buscan evitar el ‘sufrimiento’, el ‘esfuerzo’ y condiciones de vida que se podrían considerar del ‘dominio público’ en sus hijos; o bien, proporcionarles las mejores condiciones de vida desde muy pequeños.

Sin embargo, hay padres y madres que llevan el deseo de una buena vida a los extremos.

La pregunta radica en a qué se deberá este comportamiento, en donde los padres orillan, en ocasiones, a que los hijos no se esfuercen por objetos y aspecto nimios de la vida diaria. Cony Zamora, egresada de Maestría en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) asegura que ‘en el ejercicio de la paternidad y maternidad…

Intervienen una serie de patrones que son aprendidos y, en muchas ocasiones, repetidos inconscientemente. En un intento –generacional- por romper antiguos patrones de crianza y, en el mejor de los casos, «reparar» historias, existen padres que se esfuerzan por no repetir aquello que ellos vivieron en su momento”, subrayó la especialista.

Frases como «Yo no quiero que mi hijo tenga las carencias que yo tuve» o «Quiero que él o ella realice lo que yo no pude lograr» inundan el repertorio de los padres que poseen esta visión; en el afán por procurarles siempre lo mejor y evitar que sufran, las relaciones entre padres e hijos también sufren diversos tipos de modificadas.

Por un lado, parece que las jerarquías se desdibujan: ahora los padres quieren ser «amigos» de los hijos, no golpearlos o sancionarlos cuando es necesario; y, por otra parte, los hijos se convencen de que siempre contarán con la disponibilidad y los recursos de aquellos para que les resuelvan todo –o casi todo-”.

Resultado de la inadecuada delimitación de roles, nacen conflictos cuando de respetar límites se trata. El umbral de este valor se amplía hacia otros ámbitos: el escolar, por ejemplo. Un niño ‘mimado’ funciona bajo la lógica de «¿Si ni en mi casa me llaman la atención, por qué lo va a hacer alguien que no es nada mío (un maestro, un adulto mayor)»?

Una buena dosis de tolerancia a la frustración y de demora a la gratificación son necesarias para que los chicos desarrollen potencialidades y también valores, para fijarse logros y obtener satisfacciones, para valorar los esfuerzos que suponen las metas a largo plazo y constituirse como sujetos más empáticos”.

Cony Zamora advierte que el objetivo tampoco es «endurecer» o «ablandar» mientras se educa, sino de dotar a los menores con las herramientas básicas para el día a día que les permitan afrontar lo adverso, reconocer oportunidades de crecimiento y medir su propia capacidad de adaptación a diferentes entornos, cada vez más cambiantes y exigentes.