La preeminencia de las redes sociales como instrumento de comunicación e interacción de la comunidad global, y la ausencia de una legislación que regule de forma obligatoria los términos de comunicación entre los millones de usuarios de la Red, ha generado que sean los propios cibernautas quiénes, desde hace algunos años hayan empezado a insistir en la necesidad de poner en práctica y de forma cada vez más amplia «Normas de buen comportamiento en la Red».

Se trata de un conjunto de reglas de carácter voluntario, que han cobrado creciente vigencia entre las personas que comparten un espacio común, una aplicación o un servicio determinado en Internet. Con ellas se busca facilitar la comunicación y la convivencia digital, y son complementarias a las normas generales de uso o reglas del servicio, que tiene cada website o aplicación online.
Cuando no se respetan las normas establecidas, causan molestia y generan desconfianza y temor al interior de las redes sociales, pero la persona responsable con frecuencia es ignorada e incluso repudiada por la propia comunidad de usuarios.
Parece simple, pero que prevalezca el respeto en el inmenso y heterogéneo mundo de internet, sin que medie una autoridad punitiva, revela que una inmensa mayoría de los usuarios es sensible a la solidaridad, a la tolerancia, a la pluralidad y la equidad de género, por mencionar algunos valores democráticos, y este hecho resulta sorprendente sí tenemos en cuenta el grado de hostilidad y barbarie que viven hoy muchas sociedades del planeta, incluida la nuestra, por lo que también resulta profundamente esperanzador de lo que puede ser a futuro una ciudadanía digital.
Hablar de ciudadanía digital, cuando en el día a día real, aún no hemos logrado construir una ciudadanía participativa que dialogue con el poder público y haga valer sus derechos, puede parecer una utopía, pero la experiencia reciente en muchas partes del mundo, nos ha mostrado que cuando los usuarios de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC): Internet, redes sociales y demás tecnologías disponibles, actúan con base a una estrategia y un propósito bien sustentado, se pueden lograr avances impensables en un entorno de participación o activismo tradicional.
Hoy por hoy, la gran tendencia en el mundo cibernauta es promover la enseñanza y capacitación del usuario para que éste sea capaz de prevenir o enfrentar, en su caso, los riesgos que puedan surgir del uso de las TIC; aspecto muy importante en el caso de los menores de edad, que enfrentan riesgos como el ciberbullyng o ciberacoso, entre otros.
En México, un país de enormes desigualdades, resulta sorprendente el creciente acceso a las tecnologías digitales por parte de todos los estratos de población, especialmente los más jóvenes. Este mero hecho ha sacado de la marginación ancestral (según datos del INEGI y CONEVAL) a millones de jóvenes pobres en un abrir y cerrar de ojos. Pero este insólito avance, no planeado, requiere de contenido, estrategia y propósito para que logre consolidarse.
Cuánta falta hace que el Estado mexicano valore este fenómeno de la modernidad y promueva desde las instituciones de educación, una cultura de uso de la Red basada en los valores democráticos. Igual de importante que la creación de empleo, o la disminución de la pobreza, es apuntalar el despegue de las nuevas generaciones usuarias de la Red con contenido y rumbo.

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@RebeccArenas