Por la importancia y actualidad del tema, he tomado sendos párrafos del libro de Chantal Delsol para escribir esta columna, en la esperanza de que sea ilustrativa para los amables lectores.
“Hoy en día, denominar a alguien en particular, o a una corriente política, en general, como populista, representa un insulto, pues hace mención a los movimientos o partidos políticos que están compuestos por gente idiota, imbécil o incluso tarada“
Aquí “hablamos del Idiota en su doble acepción, la moderna como: “un espíritu estúpido” y la antigua, como lo entendían los antiguos Griegos: ”un espíritu engreído por sus propias particularidades. En la comprensión del fenómeno populista, una y otra acepción dialogan y se superponen de una manera característica” (1)
“Definir una corriente política por su imbecilidad, resulta sumamente absurdo, sobre todo en la democracia, donde preferentemente debe imperar el pluralismo y la tolerancia, por tanto, en la designación de populismo hay un cierto rechazo a la democracia. Si “Todos cabemos en la democracia”, ¿por qué excluimos a los populistas de la tolerancia común, tan cara a la propia democracia?” (2)
Resulta muy difícil atribuir una definición al populismo, ya que se trata de un insulto, antes que un sustantivo. Para la gente civilizada que supuestamente somos, designa, en primer lugar lo execrable, por ello, antes de definir sus características hay que asumir su mala reputación.
En el sentido antiguo un idiota era un particular, alguien que pertenece a un grupo pequeño y ve el mundo a partir de su propia mirada, así que carece de objetividad y desconfía de lo universal. El ciudadano, por su parte, se caracteriza por su universalidad, su capacidad de contemplar la sociedad desde el punto de vista de lo común y no desde un punto de vista personal. La democracia está basada en la idea de que todos, gracias al sentido común y a la educación, podemos acceder a ese punto de vista universal (conformando con ello una élite ilustrada), el idiotes (medios populares), rechazan las ideas universales y la concepción generalizada de lo que significa el bien común, para refugiarse en su individualismo, sus costumbres y tradiciones, anteponiendo su particularismo a la globalización, la migración, el liberalismo económico, y la idea del planeta como hogar único para toda la humanidad.
Resumiendo, el populismo defiende lo particular contra lo general y universal, de ahí el rechazo a la mezcla de culturas, a los acuerdos entra naciones y al establecimiento de bloques económicos y culturales, v.g. la Unión Europea y el EURO, o el TLCAN, en nuestro continente.
La élite, educada e instruida en las teorías emancipadoras de la Ilustración, se coloca en el extremo contrario, defendiendo lo general contra lo particular, de ahí el establecimiento de normas y reglas generales sobre medio ambiente, Derechos universales del hombre, cuidado del agua y de la naturaleza, defensa del planeta como hábitat de la humanidad, así como de libre tránsito de las personas con fronteras cada vez menos rígidas y sociedades más receptivas a la pluralidad y la multiculturalidad, que han chocado de frente contra el estado de confort de los medios populares que se resisten a abandonar sus antiguos privilegios y costumbres.
De todo esto sobrevienen los discursos demagógicos de “Al diablo con las instituciones” que, como primos hermanos del populismo, han permeado en el idiotes (medios populares). consiguiendo enfrentar al pueblo con la élite gobernante que promueve el bien común y el bienestar universal.
Reino Unido y USA hoy por hoy representan, con el cierre de sus fronteras, el ensimismamiento de sus sociedades y el arraigo a su tierra y tradiciones, lo más acabado del populismo, Francia, Holanda, Alemania, España y los países cuyas poblaciones están conformes con los acuerdos transnacionales que dieron origen al Mercado Común Europeo, a la Unión Europea, al Parlamento Europeo y al EURO, por el contrario, representan lo más avanzado de la Ilustración Francesa, acogiendo los principios de los derechos Universales del hombre y la sociedad.
Defender nuestro individualismo de ninguna manera puede catalogarse como una actitud retrógrada ni sinónimo de imbecibilidad, los mexicanos, por ejemplo, estamos muy orgullosos de nuestra cultura, nuestras costumbres, música, gastronomía y geografía, y defendemos nuestra esencia a capa y espada, no obstante, abrimos nuestros brazos para abrazar la modernidad de un mundo globalizado donde nuestros jóvenes no conocen ya límites ni fronteras, y con gran facilidad pueden desarraigarse de su tierra y familia para establecerse en cualquier lugar del mundo, reconociendo al planeta como su hogar, antes que a su nación. Esto último nos lleva a defender la idea de que lo particular y lo universal, el arraigo y el destierro, populismo y emancipación pueden y deben convivir en armonía pues ni la élite puede imponer principios universales al pueblo, ni los medios populares pueden condenar a todos a mantenerse al margen del progreso.
“Una opinión bastante unánime tiene al populismo por antidemocrático, porque ocultan una perversión de la representación política. El pueblo del populismo se negaría a estar representado y reclamaría el gobierno de un hombre colocado ante sus ojos, y por lo tanto supervisado y conocido, presente, se podría decir, y no “representante”. Hay bastante Bonapartidismo (Caudillismo) en el populismo, o a la inversa, según la amplitud que se confiera a cada uno de los fenómenos. Y la importancia del carisma en el seno de los movimientos populistas suele suscitar inquietud en cuanto a sus verdaderas intenciones” (3)
“Entre la Legitimidad carismática y la Legitimidad racional-legal, está claro que el racionalismo anónimo de la segunda puede engendrar temor en las poblaciones alejadas del poder. Estas tienen la sensación de que se trama algo a sus espaldas y contra ellas, porque no comprenden los mecanismos de este sistema complejo (de representación), y más aún si son más o menos iletrados. El populismo, bajo este aspecto – voluntad de acuerdo directo entre un pueblo y su jefe por desconfianza de los mecanismos de representación – responde a la excesiva complejidad de la democracia racional-legal. La democracia moderna ¿es aplicable cuando existe una distancia demasiado grande, en materia de cultura, tanto como en materia de nivel de vida entre los gobernantes y los gobernados? Si esa distancia sigue siendo profunda, la representación sigue siendo engafiña (engañosa), ya que para representar algo correctamente, al menos hay que parecerse o sentirse unido a quien representas. El alejamiento cada vez mayor de los mandatarios democráticos impulsa al pueblo a buscarse un jefe que se le parezca. (Vg. AMLO). El populismo tiene su raíz en la ruptura del pueblo y la élite.(4)

“Sin embargo, el sentimiento (justo o no) de no estar representado en realidad, no se traduce necesariamente en un rechazo de la mediación política” (4) (ni a aceptar dádivas de los gobernantes).

1.- Chantal Delsol, Populismos, una defensa de lo indefendible, Editorial Planeta, Barcelona, España 2015 , p.11. parr 1
2.- op cit. p 11, parr 2.
3.- op.cit. p 113. Parr 1
4.- op.cit. p. 113 parr.2 /114 parr. 1 y 2
Nota.- las letras negritas inclinadas son apuntes míos.