Con gran entusiasmo salió la parvada de zopilotes de Xalapa, rumbo a la región de Orizaba. La generación Tlatelolco, zopilotes, egresada de la Benemérita Escuela Normal Veracruzana Enrique C. Rébsamen hace cuarenta y dos años, viajó a reunirse con sus compañeros de la región de Orizaba. Los zopilotes de aquí y los zopilotes de Orizaba, se volvieron a ver las caras con alegría desbordante. Las risas, anécdotas, los abrazos, no se hicieron esperar. También afloró la nostalgia, y algunas lágrimas rodaron por las mejillas. La región de Orizaba, hospitalaria como siempre, abrió con cariño sus brazos de par en par para recibir a sus compañeros normalistas. Entre visitantes y anfitriones, se contaban algo así como ciento veinte. Con la presencia de todos ellos, volvimos a ver en cada rostro a esa pléyade de maestros comprometidos con la educación de los niños y los jóvenes. Ese viejo maestro que además ampliaba su compromiso con la comunidad en donde se enclavaba cada centro escolar, sin duda estaba presente en esta reunión. El viejo maestro siempre hizo suyas las carencias sociales, en lo que podía, a conseguir los satisfactores más apremiantes. En cada maestra, en cada maestro, recordamos las penurias y los esfuerzos de todos aquellos que pisaron el campo educativo, las zonas rurales más deprimidas, las zonas urbanas más complejas, pero jamás la adversidad pudo vencer a ese viejo maestro. Muchas veces el viejo maestro tuvo que andar persiguiendo sueños para que le ayudaran con láminas, pintura, pizarrones , faenas, y en ocasiones hasta medicamentos. Pero así se construían sueños, pero así se construían escuelas, se materializaba así lo que primero se soñaba. El primer punto de visita fue en Fortín de las Flores al museo del bonsái, una genial idea de don Miguel Ros y su familia. Aquí, en este museo, no vivero, esta la colección de árboles bonsáis más exitosa: robles centenarios del tamaño inimaginable que acumulan años sin crecer, pero conservando el acendrado encanto de su especie provincial a escala sorprendente. Y seguimos el curso programado del viaje por esos lugares visitando el Palacio Municipal desmontable, claustros, exposiciones de pinturas, esculturas, viendo famosos libros de escritores muy reconocidos. Y fue así como Orizaba nos cobijó en su regazo. Orizaba, Río Blanco, Nogales, Ixtaczoquitlán, lugares hermanos conurbados, conectaron sus caminos para entregarnos su preciado cariño. Y en el centro de la región vimos con asombro a ese guerrero erguido tocando las nubes del cielo, esponjado pecho blanco paloma, volcán paternal de la cordillera, coloso que se mira desde lejos, testigo primario antes de que apareciera el hombre; así es el Citlaltépec, Pico de Orizaba, el guardián perenne y eterno de la región. Llovieron como escarchados en aquella tarde los recuerdos, las alegrías infinitas, emociones desbordadas, así que el viaje de los zopilotes resultó: único. La generación Tlatelolco, zopilotes, lleva en sus entrañas aquel combustible de cambio que se generó en 1968. Por aquél hecho lamentable: los represores llevan en la frente el estigma de la vergüenza, y el pueblo el sello de haber sembrado la semilla de la esperanza para una mejor cosecha. La gente de Orizaba afirma que el presidente municipal los ha educado, y efectivamente se ve mucha obra, calles limpias, urbanismo ordenado: diez para diez. Gracias Zazil. Doy fe.