Pepe Maya habita en un bello espacio donde diseñó su taller-estudio bordeado por un jardín con naranjales, yucas, cactus, acuyo y papiros, ubicado en un pequeñísimo e inesperado callejón atrás y a la derecha de la catedral de Santa María Magdalena en el pueblo Mágico de Xico. Dice el maestro pintor que el terreno donde hoy habita, era parte de un cafetal por eso, desde ahí se mira a lo lejos el verde monte coronado de cerros y nubes.
Maya adora el orden reflejado en su entorno y en su obra, motivos esenciales que hablan de su vida y sus sueños capturados por etapas y caprichos. Sus libros, sus objetos, sus recuerdos, sus amistades entrañables o sus amores han marcado todos los instantes de sus dibujos, acuarelas, tintas, témperas, óleos, grabados y esculturas que nos hablan de muerte, soledad y ausencias; pero también de juegos, amor, sueños y poesía.
José Maya se levanta temprano, entra y sale de sus diferentes compartimentos que integran su enrejada guarida. Se baña alegremente, muele su propio café orgánico y se prepara una jarrita de expreso tipo italiano que tomará durante su jornada matutina de trabajo en su taller. Dice ser un buen cocinero, se alimenta con huevos orgánicos de rancho y verduras, creo que en realidad come poco. Eso sí, se toma sus tequilas al atardecer y cena una manzana con avena.
El maestro, se conserva delgado y ágil y sin hacerle mella el paso de los años, aun recurre a sus desplantes juveniles que lo caracterizan, como ese movimiento inusitado de acariciarse su pelo largo, cano y rizado en sus ímpetus; o llevar sus pañuelos anudados al cuello y esa voz potente y estentórea que acostumbra matizar con frases o cantos a lo largo de una amena charla. Me dice que estuvo un poco mal y quedó como prendido con alfileres, pues en su último viaje a Hungría se cayó de un caballo. Adora montar, su talla es la de un jockey.
Maya es pintor, dibujante, grabador, escultor, escenógrafo, escritor, poeta, actor, diseñador, investigador, arquitecto, y un lector apasionado de literatura que inició sus primeros pasos como artista, con el apoyo y la amistad entrañable del brillante escritor veracruzano Juan Vicente Melo quien lo introdujo en el mundo intelectual de los años setentas en la Ciudad de México, donde Maya realizó estudios de cine en la UNAM.
Juan Vicente Melo, al comentar la colección de tintas de Pepe Maya llamada las Troyanas, dijo que Maya, además de pintor, se suma a la lista de grandes recreadores, verdaderos creadores del mito primero y universal de la palabra única y narró que “en una ocasión Juan García Ponce invitó a Pepe Maya a colaborar en un número de la Revista de la Universidad de México dedicada a Malcom Lory. Pepe Maya atento a García Ponce y a la obra de este, tuvo el acierto de reconstruir la iglesia de la virgen de la Soledad. Era el tiempo en que Jaime García Térres era el director de Difusión Cultural de la UNAM menos burocrático que ha existido; era el tiempo de la rectoría del Dr. Ignacio Chávez…”
Pepe Maya nos muestra un tesoro que ha conseguido en La Lagunilla y Librerías de Viejo: un valioso compendio de la obra plástica del maestro dibujante y pintor Ernesto García Cabral «El Chango» Cabral nacido en Huatusco, Veracruz, 18 de diciembre de 1890 y fallecido en la Ciudad de México el 8 de agosto 1968, cuya obra abarca casi 25 mil documentos, entre ellos, las primeras imágenes conocidas de la Revolución Mexicana con fuerte tono antimaderista. Maya dice que escribirá un libro acerca de este ilustre personaje que realizó caricaturas de Francisco I. Madero, Pancho Villa, María Conesa y Emiliano Zapata entre otros muchos personajes de su época. Cabral estudió dibujo y arte en Paris, gracias a una beca que el otorgó el presidente Madero en un intento por callar su trabajo crítico. Al retornar a México en 1918, Ernesto García Cabral se convirtió en caricaturista de importantes periódicos Nacionales e ilustrador de portadas de revistas, además con su dibujo perfecto y fluido dio a conocer el Art Decó en el Continente Americano.
Es una noche fresca y perfumada de azahares en Xico. Después de estar un rato en su estudio- taller viendo y comentando su obra, donde cantamos y vimos como se encendieron de pronto las luces sin que nadie las prendiera, nos fuimos a sentar a su mesa del comedor. Sacó su tequila del refrigerador y con pequeños sorbos y trozos de manzana verde que cortaba con un cuchillo, hizo aparecer en su rostro una tristeza profunda que ha marcado su vida y su obra y que se asoma inevitablemente en los tonos oscuros de sus lienzos, o en sus lágrimas nocturnas para recordar la desaparición de sus dos hermanos que participaron en el movimiento estudiantil de 1968, pues ellos, incluido Pepe pertenecían al Partido Comunista Mexicano. Junto a este dolor fraternal se agolpa de pronto el recuerdo dulce de su venerado padre, quien ya muy anciano, vendía libros en el área de Humanidades de la UV y le contaron que, cansado, se quedaba dormido en una banca del campus, mientras algunos estudiantes por maldad, le robaban los libros.
Enseguida, recupera su sonrisa: “Te doy una naranja guapa de mi huerto” y abrió la jugosa, ombligona y agridulce fruta en varios gajos mientras yo pensaba que la evasión en los espacios de la vida, ya sea por los juegos, el amor o la muerte, son las constantes en su bella obra pictórica que va desde los trazos dramáticos, fuertes y determinantes, hasta las pinceladas más sutiles, suaves y poéticas con aves de alas agresivas y fugaces; altos faros, barcos encallados, rostros de seres apasionados, o esos sencillos y la vez sorprendentes juguetes que vuelan y giran en cielos rosa- azul y que le recuerdan al artista sus años de infancia en el puerto de Veracruz, o quizá, sus ausencias.
En la tarde, porque él tenía mucha hambre, fuimos a comer al centro de Xico, y como se sabe los platillos de la región son deliciosos: enmoladas, longaniza, cecina, costillas de cerdo en salsa de molcajete, tortillas de mano untadas con manteca y queso fresco, higos en almíbar, nieve de sorbete y pan horneado con leña…
Estuvimos sentados platicando alegremente en su restaurante favorito ubicado enfrente del costado de una iglesia y al fondo veíamos una larga calle empedrada con una tienda, y casas sencillas y amplias, algunas con jardines pletóricos de flores y platanares. Hablamos del sentido estético, de la amistad, de la vocación y el talento; ahí cupieron los nombres de artistas de excepción en nuestro Estado como: Fernando Vilchis, Leticia Tarragó, José García Ocejo, Guillermo Barclay , Manuel Montoro…
-“Mira en la puerta, a esa pareja inmóvil desde hace un rato, acompañados de su perro y de su sombrilla. Parecen una fotografía”, observó Maya. De repente se escuchó el insistente pregón de un tamalero: “Es un joven muy trabajador pese a que está algo mal de su cabeza, puntualmente sale a gritar por todo Xico en la mañana y en la tarde; todos lo conocen”.
Lucero, la muchacha que nos atendió en el restaurante, nos confesó que dibujaba y no sabía que en Xico tienen como vecino al gran maestro pintor. Ella, ha sido cortadora de café cereza como muchas de las gentes que viven en esta zona que Pepe Maya ha convertido en hogar y centro de su creación. A ratos se le ve al volante de su guayin recorriendo el pueblo y asomando la cabeza para saludar con amistosos gritos a sus ayudantes o trabajadores lugareños.
Xico y la región cercana, como todo el Estado de Veracruz, ya no son tan seguros como lo fueron antes. La gente anda con precaución y se encierra temprano en sus viviendas. Cuando regresamos de la comida Pepe manejaba su guayin por las empedradas y angostas calles y de pronto se le apareció enfrente un imponente Jeep negro último modelo conducido por un hombre rudo y bigotudo. José Maya Sandoval, delgadito y frágil le espetó con una potentísima voz: “Fíjate como manejas, vas en sentido contrario”… yo que iba de copiloto del maestro, apenas alcancé a asomarme a esperar, vaya a saber, que cosa. Para nuestra fortuna el “bato” (como dicen por acá), decidió solamente replicar a voz en cuello: “ Voy en sentido contrario y qué, hay algún problema”… y, se siguió de largo….