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Es un huérfano del autoproclamado califato del grupo extremista Estado Islámico, un niño tunecino atrapado en un limbo diplomático y que lleva un año en una prisión libia.

El abuelo de Tamim Jaboudi ha conseguido visitar al niño dos veces en Trípoli para llevarle una chaqueta de invierno y toda la calidez familiar que pudo en esos breves encuentros. Pero Tamim apenas le conoce y ya casi no recuerda a sus padres, una pareja tunecina que se fue de su país para unirse al grupo EI. Ambos murieron el año pasado en un ataque aéreo estadounidense, según el abuelo, Faouzi Trabelsi.

Tamim vive con un grupo de unas dos docenas de mujeres tunecinas y sus hijos pequeños, encarcelados en la prisión de Mitiga, en Trípoli. Le cría una mujer que se unió por propia voluntad a la milicia radical, según su abuelo y grupos de derechos humanos.

“¿Cuál es el pecado de este niño pequeño para estar en la cárcel con delincuentes?”, preguntó su abuelo, Faouzi Trabelsi, que viajó en dos ocasiones a Libia para ver al niño y las dos veces volvió con las manos vacías. “Si crece allí, ¿qué clase de actitud tendrá hacia su patria?”.

Expertos y gobiernos europeos han documentado los casos de al menos 600 menores extranjeros hijos de combatientes que viven o han regresado de territorios del grupo EI en Siria, Irak o Libia. Pero es probable que la cifra sea mucho mayor. En Libia, el destino de 44 niños tunecinos es especialmente incierto.

El país norteafricano se sumió en el caos tras la guerra civil de 2011 y ha quedado dividido entre gobiernos rivales con numerosas milicias, tribus y facciones políticas. Varias milicias tomaron en diciembre el principal bastión del grupo EI en el país, Sirte.

Tanto Túnez como Libia dicen que quieren repatriar a las mujeres y niños que permanecen allí, pero durante meses cualquier esfuerzo de entregarlos se ha desmoronado sin explicación. Eso ha provocado quejas en Túnez de que el Gobierno no los quiere de vuelta por motivos de seguridad.

Pero al mismo tiempo que dice que quiere entregar a estas personas, la milicia que gestiona la prisión de Mitiga ha restringido el acceso a los prisioneros y afirmado que los tunecinos necesitan permisos de la oficina del máximo procurador de Trípoli. Parte del problema también parece ser que las autoridades tunecinas son reacias a tratar directamente con la milicia, que no es un organismo gubernamental.

Una delegación de Túnez viajó el miércoles a Trípoli y esperaba visitar la presión, pero el plan se canceló en el último momento y la comitiva regresó a casa sin conseguirlo.

Túnez está dispuesta a recibir a los reos, afirmó Chafik Hajji, un diplomático tunecino que gestiona los casos de tunecinos que se sumaron a los extremistas. “Nacer en una zona de conflicto no es un delito”, dijo. “Una vez se confirme su ciudadanía tunecina, recibirán un trato individualizado”.

El abuelo de Tamim pide que el niño regrese con él, sin embargo no lo han autorizado. Foto: AP.

El abuelo de Tamim, Trabelsi, habló con The Associated Press en su impoluta salita en Túnez. Fuera, el barrio se ve descuidado y con las calles faltas de reparaciones. A la vuelta de la esquina, chicos adolescentes peleaban rodeados de curiosos.

Trabelsi explicó que su hija, Samah, se casó con un joven del vecindario tras un rápido cortejo y después los recién casados se fueron a Turquía, un paso intermedio habitual para europeos y norteafricanos que se unen a grupos extremistas. Tamim nació allí en abril de 2014. La pareja regresó brevemente a Túnez y después fue a la vecina Libia, donde se quedaron dos años, señaló.

El grupo EI ha prestado especial atención en reclutar familias, proclamando que construirá una sociedad que permanecerá durante generaciones.

“En el largo plazo, ahí está la nueva generación del ISIS”, dijo empleando otro acrónimo para el grupo EI Mohammed Iqbel, de la Asociación de Tunecinos Atrapados en el Extranjero, que defiende a las familias de los prisioneros que aún tienen parientes. “Y si no los salvamos, habrá una nueva generación del terrorismo”.

En territorio del grupo EI hay 80 menores británicos, señaló Nikita Malik, investigadora de la organización Quilliam. Francia estima que tiene 450 niños en territorio de la milicia, incluidos unos 60 nacidos allí, mientras que las agencias de inteligencia de Holanda y Bélgica dieron cifras de unos 80 menores. En Holanda, cualquiera de nueve años o más está considerado como un “viajero yihadista” y una posible amenaza de seguridad. Nueve años es la edad a la que los extremistas del grupo EI empiezan formalmente a enseñar a los chicos a matar.

La madre de Tamim logró salir una vez, dijo Trabelsi, pero se vio desmoralizada por lo que describió como acoso de agentes de inteligencia tunecina. Volvió a marcharse sin previo aviso, dijo su padre. Se llevó toda su documentación y casi todas las fotos de la familia. Él mostró una fotocopia del carné de su hija, que mostraba a una joven con velo mirando directamente a la cámara.

“Cuando me llamó no me dio ninguna información, ni donde vivían ni qué hacían”, dijo Trabelsi. “Su marido le dijo que se callara y no nos dijera nada”.

La pareja estaba entre las al menos 40 personas que murieron en un ataque aéreo de Estados Unidos contra un campo de entrenamiento en la ciudad de Sabratha en febrero de 2016.

El Pentágono dijo en su momento que el objetivo era Noureddine Chouchane, un tunecino sospechoso de participar en el ataque de 2015 contra el museo Bardo de Túnez, en el que murieron 22 personas.

Tamim sobrevivió y fue trasladado con el grupo de mujeres y niños tunecinos, incluida la esposa de Chouchane, a la prisión de la base aérea. La noticia llegó hasta su abuelo, que empezó a presionar para pedir el regreso del pequeño.

En un momento dado, Trabelsi recibió permiso para sacar a Tamim de la prisión y sentarse con él en un auto. Se preguntó, dijo, si debería simplemente marcharse con el niño, que para esa fecha tenía más confianza con su guardia de prisión que con su propio abuelo. Pese a los vuelos comerciales diarios que salen de Túnez, el niño no ha recibido autorización para volver con su familia.

“Está limpio, se encuentra bien. Me dijeron que le llevan fuera para jugar y ver a otros niños”, dijo. “Pero debería permitirse que regrese. Está en una prisión”.