El III Festival Internacional de Música Clásica de Bogotá, en América Latina, el más importante en su género, que se celebró del 12 al 15 de abril, estuvo dedicado a la Rusia Romántica. El encuentro es una creación del colombiano Ramiro Osorio, quien fundó el ministerio de Cultura de su país y dirigió el Festival Cervantino de Guanajuato. Ahora dirige el Teatro Mayor, que es la sede del evento.

El uruguayo Enrique Mukink, codirector del Festival, plantea que el romanticismo ruso no es un espacio definido de tiempo, que inicia y termina en una fecha precisa, sino “un estilo que tiene que ver con una estética cercana a la idea de lo que es el romanticismo, del amor romántico y la vida romántica, de cómo vivir de acuerdo con el romanticismo. Lo que diferencia al romanticismo ruso es una pasión casi desmedida (…) las cosas se viven a profundidad”.

El Festival, al que tuve oportunidad de asistir, se propuso mostrar el universo de los compositores rusos que se ubican en esta corriente con la ejecución de obras de 19 de los mismos. Se tocaron piezas que nunca se habían escuchado en América Latina. Entre ellas el concierto para chelo de Gretchaninov, el concierto para violín de Arensky y el concierto para piano de Taneyev.

En las salas de concierto y en las grabaciones, el romanticismo ruso ha quedado reducido a cinco nombres: Piotr Ilich Tchaikovsky, Serguei Rachmaninov, Modest Musorgsky, Aleksandr Borodin y Nicole Rimsky-Karsakov. El movimiento contó con la participación de otros muchos compositores que llevaron a la música rusa a niveles de originalidad y calidad nunca antes alcanzados.

Los especialistas sostienen que la primera obra de esta corriente musical es la ópera en ruso La vida por el zar, estrenada en 1836, de Mijail Glinka. A él se le identifica como el padre del nacionalismo ruso. Con su ópera Ruslán y Liudmilla, de 1842, fija los elementos característicos de la música rusa de la época: estilo declamatorio solemne y heroico, de otra manera, romántico.

En 1856, veinte años después, surge el grupo de los cinco en el que participan Balákiriev, Rimsky-Kórsakov, Musorgsky, Borodin y Cuí. En el marco del romanticismo ruso cada uno construye un estilo propio. El grupo, a partir de una experiencia nacional, de no perder el acento ruso, logran un sonido universal.

El conservatorio de San Petesburgo abre sus puertas en 1862. Uno de sus primeros graduados es Tchaikovsky. Él hará una contribución excepcional al desarrollo de la música romántica rusa. En 1859, con ayuda de la duquesa Yelena Pavlova, se crea la Sociedad Musical Rusa. Su primer director es Nikolai Rubinstein al que sigue Mili Balakirev, que es destituido y su cargo lo ocupa Mikhail Azabchevsky quien incluye a los compositores rusos.

En un principio presenta obras de Tchaikovsky y Mussorgsky. A partir de ese momento la música rusa, con su nuevo lenguaje musical que le es muy propio, empieza a ser reconocida a nivel mundial. Tchaikovsky en 1877 estrena La cuarta sinfonía y en 1878 la ópera Eugenio Onegin. Algunos críticos musicales relacionan al personaje trágico de esta obra con la biografía del autor.

Al triunfo de la Revolución Bolchevique se imponen los principios estéticos de lo que se va a conocer como el realismo socialista. Los artistas que no asuman el nuevo estilo serán declarados burgueses, enemigos de la Revolución y como tal perseguidos. La creación personal pasa a ser sustituida por un arte colectivo vigilado por el partido.

La Asociación Rusa de Músicos Proletarios, la RAMP por sus siglas en ruso, vigila que se cumpla la consigna de que “la principal atención del compositor soviético debe concentrarse en los victoriosos y progresistas principios de la realidad, en todo lo que es heroico, brillante y bello”.

El romanticismo ruso, que surge hacia 1836 y termina hacia finales de los años veinte o principios de los años treinta del siglo pasado, abarca un periodo de poco más de 70 años. Es una etapa de una creación original y de gran calidad. Es un momento cumbre del arte ruso y un hito en el arte mundial. Las obras de los románticos rusos se siguen tocando. En el Festival hubo 50 conciertos con obras distintas. Pude asistir a once. Fue una gran experiencia.

@RubenAguilar