*Del Rey Pele: “Nací para el futbol, como Beethoven para la música”. Camelot

AQUEL CLASICO- BARCA-REAL

Hace algunos años, en esa ciudad donde los bosques quizá también se visten de espinos, y donde una mitad de esa población quiere ser país independiente, donde tienen su idioma, el catalán, y sus libros en ese idioma y sus poetas y escritores y un Serrat que canta en los dos, en Barcelona, que también es pueblo, un 14 de diciembre del año 2000, el padre de un niño de 13 años llamado Leo, firmaba en una servilleta de papel el contrato más afamado del mundo del deporte, el de su hijo Messi con la directiva del Barcelona. Así, a mano, sin más palabra que ese papel, Barcelona reclutó a un niño pobre, que sus padres no tenían para pagar las medicinas de su crecimiento hormonal, porque era chiquito y las medicinas caras. Venia también como Maradona: “Yo nací en un barrio privado… privado de luz, agua y teléfono”. Lo llevaron a la Masía, en Catalunya, donde llegan los niños prospectos, como el mismo Iniesta, y ahí se forjó su historia que ayer domingo, en el clásico de clásicos, Leo Messi volvió a demostrar porque Dios lo llevó de la mano a ese club. Allí en la Masía, han llegado gente como Iniesta, Xavi Hernández, Pep Guardiola. Les dan escuela, los forman en la vida y en el futbol. Por azares de la vida, hace dos años vi un clásico como el del domingo. Eran tiempos de terrorismo, había pasado en Paris el terrible atentado y a los que íbamos al juego dominical, se había avisado por la televisión que llegáramos con tres horas de anticipación, como vuelo internacional. Que las mujeres no llevaran bolsas de mano, que los hombres con lo que pudieran.

EN EL BERNABEU

Cuando llegamos a esa calle de Paseo de la Castellana, Chicharito mi nieto y quien esto escribe, aquello parecía estado de sitio. La Guardia Civil a caballo, a pie mucho uniformado con rifles de alto poder. La guerra llevada a los estadios. Como en tiempos de Hitler, cuando uniformados había por doquier. Suelo comprar mis entradas, que esta fue carísima, con Pedro, el Concierge del hotel Liabeny, Pedro te consigue lo que quieras, hasta al otro gobernador Duarte si le pides te lo localice. Tienen los concierges boletos de socios de los clubes, que los alquilan los días de los juegos, para hacerse de una buena lana en euros. Eso sí, yarda 50, como en el futbol americano. Alguna vez pagué la novatada y llegué solo y mi alma a la reventa en la puerta del estadio, el tipo me engaño, me vendió uno de gayola, veía al gordis brasileño Ronaldo, chiquitito, con lo panzón que ya estaba. He visto varios Real Madrid y he visto tres Barcelona, el de Ronaldinho, el del argentino Riquelme y ahora el de Messi. Porque esa vez, en el Bernabéu, como este domingo pasado, también perdió Real Madrid, no tan excelente el juego como este, pero doloroso. Nada hay como perder con tu odiado rival, si no, vean como salió del juego expulsado Sergio Ramos y mentando madres a Piqué, el de Shakira. Fue un juego que cualquiera pudo ganar, el empate era lo más satisfactorio, pero quiso el destino y la vida que aquel chamaco, cuyo contrato se firmó en una servilleta y que el Club guarda en una caja fuerte de un banco, como muestra de la grandeza en esa contratación, llegara ese chamaco llamado Leo Messi a decirles: espérenme tantito, aquí toy. Por la calle del Paseo de la Castellana se llega en tres tipos, en Metro, en camión o en taxi, quizá también a pie, pero desde el Liabeny así lo hicimos. El estadio con sus 84 mil espectadores, seguro se desalentó cuando en tiempo extra, Messi disparó como lo he visto hacerle, tirando hacia afuera y el efecto del balón lo haga entrar, con esa pierna zurda privilegiada, con ese talento de ver la portería sin verla, solo olerla o sentirla que la tiene a mano. Enmudeció el Bernabéu y seguro en Barcelona hubo júbilo, fiesta. Se lo merecían. Calientan la liga, la vuelven apretadísima, a un juego de diferencia y, como dijo el comentarista deportivo, David Faitelson: debemos dar gracias de haber nacido en este siglo y haber visto jugar al más grande de todos los tiempos, Leonel Messi. Porque si hubo generaciones que vieron y se encantaron con Alfredo Di Stefano y con Pelé, esta de ahora vive esa ilusión de Messi. Las historias cambian, si Marcelo hubiera fauleado a Sergi Robert, cuando se iba como loco al campo contrario, esa historia quizá se hubiera contado de empate. Ah, los dichosos hubiera. Tengo un nieto, Fer, pequeño, que le va a Barcelona. Me llamó por teléfono y gritaba: “Abuelo, te ganamos”. Hay días así.

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