Inicio esta colaboración con algo que podría parecer un fragmento sacado de una canción del muy insigne guatemalteco, Ricardo Arjona. Pero no, se trata de un aserto a propósito de la virtual –muy cantada y anunciada- candidatura del tabasqueño en 2018, a la presidencia de la República. Ya lo hemos dicho en otras ocasiones, Andrés Manuel es un formidable y poderoso dirigente que mueve masas, que en lo personal estoy seguro de su honestidad y de su medianía en la forma de vivir, sin lujos, sin excesos.

Andrés Manuel vive la vida en el justo medio, como debería ser para alguien que se asume como virtuoso y que se sitúa entre dos extremos, de acuerdo con la filosofía aristotélica, para que nos vayamos entendiendo. Bueno, pues qué bueno que Andrés vea la vida así y la viva así. El problema es cuando quieres traducir esa visión propia de la vida a una realidad obligatoria para millones y además la quieres convertir en una política pública, esta buena intención termina convirtiéndose en una utopía porque la realidad siempre termina superando a la ficción e inclusive a lo inimaginable.

¿Qué quiero decir con toda esta retórica?, pues que el mundo está lleno de individuos que vemos y percibimos la vida de distinta manera los unos con respecto a la de otros. La ética y la moral de Andrés Manuel puede estar por encima de cualquier duda, ¿pero la de los demás ‘morenistas’ también? Yo creo que, desgraciadamente. Ahí está el consabido, llevado y traído caso de esa pobre mujer llamada Eva Cadena. Por lo que se ha podido ver, con ella no van esas cosas de la honestidad, la moralidad y la ética. Esas cosas son para Andrés, que él se ocupe de vender a Morena como un partido político de justos que van alcanzar el paraíso con buenas acciones.

Tengo mis diferencias con Andrés respecto de cómo propone él acabar con la ola delincuencial que vive buena parte del país. Definitivamente choco con él y, con todo respeto, difiero de su diagnóstico y más todavía de las recetas que da para acabar con ella. Y es que esto no es cuestión de buenas intenciones o de más justicia social y, en última instancia, de prender veladoras y rezarle al santísimo, vaya, ni legalizando el consumo recreativo de la mariguana en México se va a acabar el problema. Este es un problema de la delincuencia organizada muy complejo, que tiene diferentes aristas y que requiere de medidas duras que, irremediablemente, van a requerir que el Estado se emplee a fondo con el uso de la fuerza por delante.

Lo he dicho ya, Andrés Manuel no es el problema en última instancia, el problema son quienes lo acompañan en Morena. Me producen mucha desconfianza para empezar la visión inveterada de muchos que lo acompañan. Comencemos con su dirigente, Martí Batres, su visión de hacer política, intolerante, con sesgos de autoritarismo, probablemente el que tiene más sello chavizta entre los lopezobradoristas. De ahí, qué me dicen del rey de las cortinas de humo, Ricardo Monreal, del que si como priista ya era de desconfiar, de morenista peor. De ahí nos brincamos hasta Manuel Bartlett, un dinosaurio en toda la extensión de la palabra, ni cómo defenderlo.

De Alejandro Encinas ni qué decir. Inteligente pero escaso de sentido común. Su pasaje cuando escondió en su oficina de la cámara de diputados a Julio César Godoy Toscano fue algo de antología, recordemos. Para que pudiera rendir protesta como diputado, lo tuvieron dos días escondido. De ahí lo llevaron a hurtadillas a que rindiera protesta en el pleno, adquirió fuero, fue incorporado a petición del PRD, a la comisión de justicia, háganme el favor, hasta que la PGR solicitó su desafuero y fueron divulgadas algunas de las más de las 50 llamadas y alegres pláticas que tuvo con La Tuta.

Y para qué le sigo, nada más terminaría con el indescriptible de Manuel Huerta, el dirigente aquí en Veracruz de Morena, no es posible tomarlo en serio o tratar de tener un intercambio racional con él. Todo lo toma a guasa, siempre habla con gracejadas –quiere pasar por gracioso-, con sorna, con su típico tono burlón y mordaz en exceso, no sé por qué me recuerda a Gerardo Fernández Noroña. La última que se acaba de aventar es de antología, confesó que ‘confiaba más en su dirigente nacional, Andrés Manuel López Obrador, que en su propia familia’, y todavía más, como para componerle a este despropósito, dijo que ‘¡Ni por su hija metería las manos al fuego como si lo haría por AMLO!’, no les parece una deslealtad innombrable estas aseveraciones, ¡no mames Cortés!, no digas eso Manuel, te vas a condenar, acuérdate que el que escupe al cielo la saliva le cae a la cara.

Como se ve que Manuel no sabe que la familia, su papá, su ¡madre!, sus hermanos y sus hijos tienen un valor inconmensurable, por muy grande que sea su líder, conductor y guía, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, una cosa es la grilla y otra cosa es la política.

No, definitivamente así no voy con Morena ni a la esquina, esas actitudes irracionales como las de Manuel Huerta me producen una gran desconfianza.

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@marcogonzalezga