Por Ramón Durón Ruíz (†)

Soy un apasionado aprendiz de las enseñanzas de las abuelas de Güémez, ellas –como escuela de luz y de bienestar– día a día me invitan a que aprenda a circular por el camino de la humildad y de la gratitud.
La humildad te lleva a aprender que si DIOS te dio “dos oídos y una boca, para que aprendas escuchar más y hablar menos”; que tengas la sensibilidad de mejorar tu vida a través de las pérdidas y el dolor, del amor y la alegría; que experimentes el poder de perdonar, ejercicio que te conduce a ser más grande que tus problemas, sabiendo que ser humilde es una lección de grandeza.
La vía de la gratitud te empodera de la vida, gracias, es una palabra mágica, un principio metafísico que te transporta a enriquecer caudalosamente tus dones, poderes, bienes y felicidad. En ocasiones omitimos dar las gracias porque –llenos de la soberbia que genera el ego–, sentimos que le hacemos un favor al universo.
Cuando en un acto de encogimiento y de humildad eres capaz de agradecer lo que llega a ti, –y lo que no llega también, porque en esta vida no hay casualidades, todo es para tú bien–, el universo te abastece más… atraes la prosperidad, porque dar las gracias duplica tu crecimiento material y acelera tu proceso de evolución espiritual.
Entre las mujeres que admiro, está la Madre Teresa de Calcuta, ejemplo de amor, sabiduría, humildad y gratitud. Cuando ella hablaba de la vida decía:

“La vida es un desafío… afróntalo.
La vida es un don… acéptalo.
La vida es una aventura… ponla a prueba.
La vida es una pena… supérala.
La vida es una tragedia… encárala.
La vida es un deber… cúmplelo.
La vida es un misterio… desentráñalo.
La vida es una canción… interprétala.
La vida es una oportunidad… aprovéchala.
La vida es un viaje… efectúalo.
La vida es una promesa… cúmplela.
La vida es una belleza… alábala.
La vida es una lucha… empréndela.
La vida es una meta… alcánzala.
La vida es un acertijo… resuélvelo.
La vida es un juego… diviértete.”
Cada nuevo amanecer, ten la humildad de bendecir tu existencia, bendice a la gente de tu vida, saluda, se amable, sonríele a todos, no tienes idea de cómo puedes ayudar a una persona en sus momentos difíciles con una oración, un abrazo, o un gesto de amistad.
Que cada mañana tus hijos con humildad aprendan a dar gracias al Padre, por los dones que les ha concedido y también por los bienes venideros. Dar las gracias es un principio metafísico que conduce a la obtención de un gran número de bienes y a la felicidad.
El viejo Filósofo trabaja con humildad y gratitud para sacar a Dios de las cuatro paredes de su modesta oficina, para a través de mis escritos, transmitirte las bondades del humor, que alinea tu vida con el universo y abre tu corazón para que seas receptor de las miles de bendiciones que el Padre tiene para ti.
A propósito de humor, resulta que en una escuela primaria, llega el supervisor escolar de visita oficial. Luego de saludar a los maestros y felicitarlos en su Día, acompañado de la directora, se dirige a una de las aulas. Con el permiso de la directora y maestra, hace algunas preguntas a los alumnos:
–– A ver, niños, quiero que me digan, ¿qué es un diptongo?
Todas las manos se levantan. Elige una.
–– Son dos vocales incluidas en una sílaba y a veces hay que romperlo para que no suene… ¡de la tiznada!
–– Bien –dice sorprendido el supervisor–, veamos y ¿qué son dos rectas paralelas?
Nuevamente todas las manos se levantan, el supervisor escoge a un niño de la fila de adelante:
–– Son dos rectas que no se tocan… ¡ni a madrazos!
–– ¡Coof, coof, coof! –tose disimuladamente el supervisor–, y ¿qué es la multiplicación?
–– Es un modo para no tener que estar sumando… ¡a lo pendejo!
El inspector se aparta con la maestra y en voz baja le dice:
–– Mire, por un lado los niños tienen buen nivel académico, además tienen gran entusiasmo y están motivados, pero es una pena que usen un lenguaje tan grosero.
–– Y mire que me he partido la mauser para encausarlos, pero estos cao’nes no entienden –responde la maestra–, y por si fuese poco… ¡ME HACEN QUEDAR COMO UNA PENDEJA!

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