*De Facundo Cabral: “Cuando un pueblo trabaja, Dios lo respeta. Pero cuando un pueblo canta, Dios lo ama”. Camelot

RUMBO A MI PUEBLO

Mañana de media semana. Reunión de comida en Tierra Blanca. Tomo la autopista de Capufe, la que siempre esta jodida y en reparación, porque siempre la tienen descuidada sus directivos, más el dos veces compadre del presidente Peña Nieto, el tal Benito Neme, y el otro inútil, el secretario Gerardo Ruiz Esparza. Esa autopista debían dejarla libre y no cobrar hasta que terminen con sus mugres trabajos. Pues esa mañana otro incidente más. Como solo hay un carril, a una pipa algo le pasó, y el atorón fue de hora y media. No llegábamos ni a la comida ni al juego de México, que lo veríamos en la tele, como la gran mayoría. Tuvimos suerte que nos agarró el lio antes de la desviación de la carretera vieja, la que pasa por Yanga-Cuitláhuac y llega a Tinaja, donde se mira el primer puente atirantado del país, que creo fue hecho en tiempos de Miguel Alemán o Ruiz Cortines (no vive mi padre, para preguntarle en qué año fue hecho, mi padre me hablaba de que antes del puente, cruzaban en un tipo asiento con malacate y del otro lado los camiones públicos daban los servicios). Nos convocábamos un grupo de amigos (12) a una opípara comida, diría Kamalucas, un filósofo de mi pueblo, que llegó con su sombrero de charro, a sus casi 90 años, presumiendo ser decimero y poeta como Jaime Sabines. En un bunker bello y con un calor que rebasaba los 40, en ese pueblo sin mar, Tomás Ramón haría una barbacoa de borrego de primera, esas que se quedan en el horno a fuego lento toda la noche, para atragantarse al otro día. Estábamos: Beto Ávila, Churro Mora, Rico y Juan Lavalle y Fernando Pavón, el doctor Arcos, Tito Mexicano, Javier y Enrique Haaz y un extranjero, Marco Córdova, chayotero invitado. Todos terrablanquenses. Con el retraso de la mugre Capufe, apurado llegamos al juego. Las apuestas estaban holgadas, una noche anterior le daban a México 20 a 1, en un juego que por poco echa a perder el otro inútil, Juan ‘Cambios’ Osorio, un entrenador colombiano, que cada juego no encuentra su titularidad de selección, y solo repitió a tres jugadores de los que se enfrentaron a Portugal. La Federación Mexicana de Futbol es una mafia, como la de Chicago, y por eso llegan entrenadores maletas a hacer lo que quieren. Por la noche, en el resumen televisivo de los que saben de futbol, lo pusieron pinto, como puso pinto la canciller venezolana al secretario Videgaray, que vino, hizo lo que quiso, y se fue con el alma envenenada a seguir pisoteando a ese pueblo. Para que se den una idea del juego, si uno apostaba 200 pesos a favor de Nueva Zelanda, te pagaban 5 mil 600. Y hasta el minuto 56 así iban, ganando los débiles. El futbol es un asunto de estado, el futbol está así de pésimo porque a los dueños de los equipos los doblegan las televisoras. Hacen lo que quieren y están plagados de extranjeros, por eso cada Mundial que asistimos jamás llegamos al maldito Quinto Juego, cuando ya lo han hecho países menores en futbol, como Estados Unidos y Costa Rica. Hay días que en un juego de la liga BBVA, como el Tigres del sangrón Tuca Ferreti, solo hay tres jugadores mexicanos en el campo. Increíble. Y los dueños doblegándose ante las televisoras. Por eso, cuando vendemos a uno que descolla, como Hirving Lozano, que parte a Holanda a comer buenos quesos, echamos las campanas al vuelo.

LA COMELITONA

Entre brindis y recuerdos de juventud, entre hacer memoria por los que se han ido este año, y hacer un responso y recordar esos tiempos, porque vivir es hacer recuento de lo vivido, según Javier Marías, amenazaba tormenta, y había otra amenaza al regreso, como ocurrió, al entrar a la caseta de Cuitláhuac, el tráfico estaba atorado. Echamos reversa y protestamos, le dijimos a la empleada que acabábamos de pagar para ser atorados, y nos dejó pasar sin pago de vuelta, para tomar el peligroso y muy descuidado camino por Potrero. Veracruz tiene las peores autopistas del país, las de paga y las estatales, si uno transita por esa de Potrero, que además está sola y es peligrosa, no se entiende porque las autoridades nos tienen así. Llovía y se volvía más peligrosa, había que ir, como Messi, driblando baches, uno por aquí, otro por allá. Para no hacérselas muy larga, el viaje de regreso de Tierra Blanca a Orizaba, que debe ser de una hora y 20, aproximadamente, lo hicimos en tres horas, como si voláramos de México a Los Ángeles. Valió la pena porque venía como el jibarito, loco de contento con los afamados tamales de elote, los de carne y los bollitos, y las famosas chancletas, que ni el mismo Rey de España come (ese solo los huevos rotos de Casa Lucio), aproveché el viaje y pasé a dejarles a los 15 niños de Casa Hogar la Concordia, sus tamales, debieron haber cenado riquísimo. Los tamales terrablanquenses gozan de fama mundial, es suertudo quien los come, como lo hicimos la tarde noche de ayer, cuando en una odisea de la terrible, cara y mala autopista de Capufe, llegamos con bien a casa. Y con una selección mexicana para pensarse. Aunque hubo disciplina en la grada, ahora no dieron el grito de: “Eh, uttooooo”, creo que eso nos saló.

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