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En México más de 34 millones de personas tenemos entre 18 y 35 años, constituimos la generación más numerosa del momento, y ¿qué nos queda?, junto con los sueños y anhelos constantes, quizás utópicos de hacer el mundo o al menos la nación un lugar mejor, también llegan los sentimientos de apatía, la falta de compromiso, de preparación o hasta oportunidades.
Somos la generación que lo tuvo todo y ahora al enfrentar nuevos retos cuesta entender cómo hay que ganar cada cosa, no es difícil ajustarnos a ciertas normas, porque crecimos creyendo que éramos seres espectaculares, o por el contrario, la falta de cariño y atención nos hizo ser temerosos de las buenas ideas y decidimos ajustarnos entre cuatro paredes para no perder lo que nuestros padres llaman seguridad.
Somos la generación más diversa, nos dividimos entre ninis que prefieren estancarse en lo que encuentran un rumbo; los que tienen un trabajo pero abunda en ellos la insatisfacción, porque vivimos con la constante idea de que así no son las cosas y los soñadores aguerridos, que no han querido ceñirse al clásico molde y han decidido emprender, algunos con gran éxito, otros si no se desaniman, tarde o temprano alcanzarán su meta.
En medio de ese panorama multicultural, en el que todo queremos que sea aceptado, soñamos con la paz, la justicia y criticamos la política, pero poco de todo ello termina en acción; somos mucho más abiertos e informados que nuestros padres, pero también más escépticos y menos participativos. En el panorama político brillamos por la ausencia, por la falta de confianza en un entorno que hemos visto repetido constantemente, sin embargo cuando realmente abrimos los ojos y decidimos actuar, no quejarnos, no criticar, sino verdaderamente participar, lo hacemos a lo grande.
Los grandes líderes que se atreven a tomar las riendas de sus sueños son los jóvenes, porque una vez vencido el miedo a las críticas, al fracaso y a cualquier obstáculo nada nos detiene. Tenemos algo en común, buscamos el cambio, porque en realidad vivimos en un cambio atroz, nos tocaron muchas comodidades pero también nuevos retos que solo vamos concientizando conforme vamos creciendo, las oportunidades laborales escasean, pero se ha incrementado nuestra creatividad.
La juventud vive un gran momento, en el que debemos demostrar que podemos crear el mundo que tanto añoramos, que podemos ser más libres, respetuosos y solidarios con los demás, para ello hemos de prepararnos, exigir la educación que nos permita laborar y modificar el entorno, hemos de participar activamente en cada elección para tener al frente a los gobernantes que queremos, y si no están en las opciones, crearlas, luchar por ellas con el mismo ahínco que exigimos nuevos espacios y se respeten nuestras ideas.
Las oportunidades de vida no llegarán solas, tenemos que ser nosotros los jóvenes quienes las inventen, las cuiden y logremos mantenerlas en un mundo que aún no dirige nuestra generación y donde aún las mayores decisiones están en manos de otros, de quienes han cometido grandes errores que nuestras mentes no deberán repetir.
¿Qué les queda a los jóvenes? Preguntaba Mario Benedetti, en uno de mis poemas favoritos, a lo que responde: “No dejar que les maten el amor, recuperar el habla y la utopía, ser jóvenes sin prisa y con memoria, situarse en una historia que es la suya y no convertirse en viejos prematuros”, eso y más nos queda.