Existe en todos los niveles y afecta a todos los cargos o posiciones formalizadas
Romanucci-Ross

No se puede ignorar la muerte de Mara por varias razones: la forma, el medio y la recurrencia del ataque hacia las mujeres. Ignorar su asesinato, es ser indiferente ante nuestra propia vulnerabilidad. El ancho de banda, se ha edificado sobre aspectos endebles respecto a la capacidad de respuesta de las agencias investigadoras.
Se vuelve doblemente preocupante, que se haya ejercido este acto en un sistema que por mucho es más seguro que el promedio de los medios de transporte que utilizan el grueso de la población en éste país. Lo que pone de relieve la necesidad de atención respecto a la alerta de género.
Estamos frente a un fenómeno multifactorial que necesita para su solución estrategias mucho más complejas por parte el gobierno y la sociedad, porque dejar el problema exclusivamente al gobierno no funcionará. Lo que se necesita entonces, es diseñar mejores programas de organización ciudadana.
En estos momentos, la discriminación contra las mujeres y las niñas y la desigualdad de género tienen su expresión en los actos cotidianos que se cometen contra ellas, los cuales de acuerdo con datos de las Naciones Unidas “son la más extendida violación de derechos humanos y traen graves repercusiones en la salud, la libertad, la seguridad y la vida de las mujeres y las niñas, lo cual -señala el documento- “socava el desarrollo de los países, genera inestabilidad en las sociedades e impide el progreso hacia la justicia y la paz.”
La violencia de género es una práctica social ampliamente extendida en México, ya que 63 por ciento de mujeres de 15 años y más, ha experimentado al menos un acto de este tipo y en la mayoría de los casos el agresor es la pareja de la víctima.
Algunas de las cifras principales indican que, entre 1985 y 2010, el acumulado de defunciones femeninas con presunción de homicidio en la República Mexicana fue de 36 mil 606. Además, en 2010 (último dato disponible), ocurrieron en promedio 6.4 defunciones femeninas con presunción de homicidio cada día.
Lo anterior provocó que la tasa de defunciones femeninas con presunción de homicidio de 2010 representa 106.2% de la de 2007, la cual fue la más baja del periodo de 1985 a 2010. Y si se hiciera un corte oficial de los últimos 7 años la cifra al menos se duplicaría.
Aquí cabe apretar el lente, para reflexionar que no es posible avanzar como sociedad, si la balanza que erige el equilibrio social y las interacciones entre hombres y mujeres no es entendida como el respeto entre los géneros.
Pero no solo bajo la concepción feminista, porque igualmente a veces parece que en lugar de unir separa, me refiero al nuevo rol de la masculinidad, mismo que debe soslayarse de viejas posturas que puedan denostar el enorme talento con el que cuentan las mujeres.
En ese sentido, es importante observar que el nuevo paradigma evolutivo de las sociedades tiende hacia una integración plena, en la cual no hay diferencia de géneros y donde el único factor que distinga a las personas sea la virtud y el talento que otorgan en cada una de sus acciones públicas y privadas.
De esta manera, se podrían talar los principales rezagos que existen en la materia: invisibilidad, “normalidad” e impunidad, variables que conllevan a que casos como los de Mara y varios casos en Veracruz se eviten; por otro lado, la entidad tiene alerta de género para 11 municipios y no he leído sobre su atención.
Como bien se ha comentado, este patrón generalizado se le debe buscar acciones preventivas, y no solo reactivas, es decir, dar términos y resoluciones a esa muerte callada (acciones misóginas) que en ocasiones toman a chiste pero que realmente trazan un prisma que termina por medrar y causa futuros decesos.
Uno no se puede quedar inerte ante esos lamentables hechos, pero también entiendo que el respeto del día a día mueve más que las masas y manifestaciones de una sola ocasión; seamos observadores y los principales fiscales de estas atrocidades, en aras de que desaparezcan. Ya que esto no es una contienda de sexos.
Cierre: Yo a las mujeres las quiero ver riendo, luchando y desarrollándose a plenitud y jamás con temor en sus ojos.