En un mundo de pobreza y de crecientes necesidades, de “medidas dolorosas” en donde una vez más, toca a “los de a pie” apretarse el cinturón porque no les queda de otra, la noticia de los paraísos fiscales, ese mundo de excepción y privilegios adónde van los ricos a depositar sus capitales para no pagar impuestos al Estado que les permitió hacerse de sus inmensas fortunas, me provoca un ánimo a la baja difícil de recomponer. Acompáñenme a ver por qué.
Atractivos por sus gravámenes bajos o nulos, y por el elevado grado de su secrecía, los 34 paraísos fiscales alrededor del mundo, especializados en ocultar el dinero de sus clientes a sus respectivos fiscos, parecen haberse blindado del alcance de la justicia, del alcance de los gobiernos. Las razones son muchas y variadas, algunas de carácter técnico, otras de contenido jurídico, la falta de acuerdos entre jueces y Cortes, de una región del mundo a otra, etc., pero pareciera que la principal razón para que no haya habido avances en el combate a la evasión fiscal en el mundo, es el conflicto de intereses entre los responsables de impartir la justicia, y los propios gobiernos, considerados por muchos, juez y parte en este espinoso asunto.
Lo que es innegable, es que los más poderosos capitales del planeta tienen sus fortunas en el esquema offshore, lejos de indiscreciones inconvenientes y de autoridades entrometidas. Todo tan profesional, que poblaciones como la inglesa hoy se halla consternada al enterarse que su bien amada monarca reina Isabel II, es clienta destacada de los paraísos offshore. Es decir, que no paga impuestos al fisco británico. Los líderes de opinión quieren que la reina ofrezca una disculpa al pueblo inglés y regrese su fortuna a territorio británico. Y qué decir de Donald Trump, que arenga a sus seguidores más pobres: América first y en el súmmun de la hipocresía, saca su fortuna de los Estados Unidos para no pagar impuestos al fisco de su país, impuestos que beneficiarían a los pobres y desempleados que lo apoyan.
Al respecto, el veterano senador estadunidense Bernie Sanders, declaró hace unos días: «El principal problema de nuestro tiempo es el rápido movimiento hacia la oligarquía internacional en el que un puñado de multimillonarios posee y controla una parte significativa de la economía global” y continuó diciendo: “Paradise Papers, muestra cómo estos multimillonarios y sus corporaciones multinacionales se hacen más ricos al ocultar su riqueza y ganancias y al evitar pagar su parte justa de los impuestos».
Según la organización no gubernamental Tax Justice Network, Panamá uno de los paraísos fiscales más antiguos y consolidados en latinoamerica, cuenta con más de 350,000 sociedades offshore libres de fiscalización, y uno de los niveles de secrecía más altos del mundo ( 72 sobre 100) que lo coloca en un tercer lugar mundial, sólo después de Hong Kong y las Islas Vírgenes Británicas, hace apenas un año, se vio envuelto en un escándalo de resonancia mundial (Panamá Papers ) cuando el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, reveló al mundo cómo sendos despachos internacionales de abogados, ayudaban a sus multimillonarios clientes de la política, la empresa libre, personajes de la farándula y deportistas, a ocultar miles de millones de dólares de sus respectivos fiscos.

Oxfam Intermón la ONG especializada en el estudio y combate a la evasión fiscal, ha denunciado que «de los 170.000 millones de dólares al año de pérdidas fiscales que sufren los países en desarrollo 70.000 millones se deben a la evasión y elusión de los súper ricos. Igual ha denunciado Oxfam que las multinacionales trasladan artificialmente cerca del 45% de sus beneficios totales a paraísos fiscales
Como advierte el lector, el tema es muy complejo y su mero análisis da para muchas horas. Lo abordamos de forma genérica para comunicar al lector que la evasión de impuestos nos perjudica a todos. Porque negarle al fisco el pago de un impuesto pactado, es disminuir los recursos para salud, alimentación, desarrollo social, educación, es negarle a los mexicanos la posibilidad de un mejor presente y futuro. Patear el pesebre después de haber comido en él, ocultándole al fisco lo ganado, es otra manera de robar a México, que por sus efectos en contra de los más pobres, merece criminalizarse penal y socialmente.
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