Por Ramón Durón Ruiz (+)

El buen sentido del humor, es un ejercicio indispensable para gozar de una buena salud del cuerpo y el sano equilibrio del alma; es una forma primaria de comunicación, que al brindarnos el desapego y una perspectiva diferente, nos ayuda a no envejecer en vano y a no tomarse la vida demasiado en serio.
El buen sentido del humor tiene su fuente en el poder del amor; amor y humor son dos alas que nos ayudan a volar por el universo, manteniendo viva la esperanza de la realización de nuestros sueños, nos sensibiliza ante el milagro de la vida y nos apoya a desdramatizar los problemas de la cotidianidad.
Si analizamos el sentido del humor, nos damos cuenta que los pétalos de su flor tienen características diferentes; el humor debe ser: breve, pues el humor largo aburre; claro, porque el lenguaje rebuscado no va con su simplicidad, no es lo mismo: “ojos que no ven, corazón que no siente”, que “La ausencia absoluta de la percepción visual, torna insensible el órgano cardiaco; corto, para que como los knock out en el box nos atrape de golpe; sencillo, porque es un sano ejercicio con el juego malabar de la palabra, que simplifica la vida; ingenioso porque huele a pueblo; inesperado, porque su secreto es la sorpresa.
También es desconocido, porque nadie sabe el origen, nace de las entrañas del pueblo como una catarsis colectiva, convirtiéndose en patrimonio de todos; es itinerante, porque es como el dinero, pasa de mano en mano, es para contarse y al trasmitirse de boca en boca se va enriqueciendo con el ingenio popular; es imperecedero, porque nadie sabe dónde nace y tampoco donde termina.
El humor también es atemporal, porque que rebasa los entretelones del tiempo y del espacio; es prolífico, porque surge de la fuente inagotable de una vena popular llena de genio, ingenio y chispa; es multitemático, porque toca todos los temas, lo mismo el tema de la muerte, que de políticos, de curas, gallegos, cornudos, –sin agraviar a nadie– diputados, presidentes o candidatos, a ninguno lo sube más, a ninguno lo baja menos.
Es sabio, porque nace del amor y se brinda con amor; es universal porque lo mismo se cuenta en el norte, centro o sur de México, que en otras latitudes… la universalidad hace que en todos lados lo hagamos nuestro, como “los versos del poeta, que no son de quien los escribe… sino de quien los hace suyos.”
La siguiente anécdota me sirve para ilustrar el tema de la universalidad del humor en la historia. “Cierto día el genial político y estadista inglés Winston Churchill, subió al estrado del parlamento en su calidad de Primer Ministro, le fue observado en voz alta que su pretina del pantalón estaba desabrochada, a lo que contesto:
—Me externan su preocupación por los botones de mi pretina, pero debo decirles, que dejen de preocuparse, porque pájaro muerto… no abandona el nido.”
En esa universalidad del humor, es muy frecuente que en la historia se presenten anécdotas similares, con personajes distintos y distantes, tal es el caso del Lic. Emilio Portes Gil, el abogado tamaulipeco que con sus claroscuros, mayor influencia política mantuvo en el Estado, en la primera mitad del siglo XX.
“Don Emilio Portes Gil tuvo el oficio político, para llegar a gobernar Tamaulipas en 1925 y accesar a la Presidencia de la República en 1928, e impulsar políticamente a un pequeño grupo de amigos y cortar la carrera política de varias generaciones de valiosos ciudadanos.
Ya viejo y cansado se retiró a la vida privada, pero siguió cultivando un círculo de amigos, que frecuentemente lo visitaba para hacer remembranzas de viejos ayeres.
En una de tantas ocasiones, Don Emilio invitó a almorzar a su casa a un grupo de amigos, entre ellos al inteligente, bien informado e influyente periodista Don Alfonso Pesil Tamez y al Doctor Aurelio Collado. Al final del opíparo almuerzo, pasaron a la sala, en donde se instalaron para continuar recreando tiempos idos.
Estaban cómodamente en sus asientos, cuando Doña Carmelita García González, esposa de Don Emilio, bajaba por la escalera de la casa; la dama se quedó mirando fijamente a las partes nobles de su esposo y exclamó:
— ¡Emilio, Emilio! –haciéndole una discreta señal.
Éste reaccionó y advirtió que tenía el cierre del pantalón abajo, pero con toda tranquilidad, le respondió:
—No te fijes Carmelita… ¡PÁJARO MUERTO NO ABANDONA EL NIDO!”
filosofo2006@nullprodigy.net.mx