*Si hubiera habido censura de prensa en Roma, no tendríamos hoy ni a Horacio ni a Juvenal, ni los escritos filosóficos de Cicerón”. Voltaire (1694-1778). Camelot

LAS ESCRITURAS

No puedo escribir los versos más tristes esta noche, como Neruda, pero suelo leer diarios desde que tengo uso de razón, desde que en mi pueblo, que no tiene mar y sí un calor casi siempre, a veces de 50 grados, en casa solíamos leer el que era el Periódico de la Vida Nacional, y la revista Siempre del Maestro Pagés. Era lo que llegaba. Y los selecciones del Reader no sé qué. No había televisión tanta y no había noticiero más que el de Ignacio Martínez Carpinteyro, en la tele del primer Azcárraga, un noticiero nocturno patrocinado por la Mercedes Benz. Blanco y negro, lógico. Para cambiar de canal había que levantarse del asiento. No se conocía eso de los controles remotos. Ni soñábamos con que un día en los garajes del Silicón Valley parirían unos genios a la altura de Einstein, como Bill Gates y Steve Jobs, solo por nombrar a dos estetas de la comunicación. Revolucionaron el mundo y la tecnología. No había teléfonos celulares y los fijos de casa, con operadoras, había que darle vuelta a una manivela de batería y la operadora entonces te contestaba y te pedía qué número querías. La televisión sin control remoto, había que pararse a cambiar de canal, que solo había tres de los llamados abiertos. Ni soñar con cables ni nada de eso. Ni Roku ni Sky. Todo evolucionó. Los discos de acetato se fueron. Los casetes de 8 tracks murieron por la patria. Las cintas de video, al rincón de la basura por los nacimientos de Netflix. Donde, desde que nacieron, no he vuelto a comprar una película. Quebraron y cerraron las tiendas de rentas. Habían sido rebasadas por la modernidad. De tomar el agua pegando el ‘chipo’ a la llave, pasamos a las botellitas de plástico con agua purificada que, para acabarla de amolar, dicen que da cáncer tomar así con el plástico. Así llegó esta historia donde hoy se dilucida si los periódicos sobrevivirán y hasta cuándo. El Internet en todo su esplendor: Facebook, Twiter, Youtube y demás, han captado la atención de los jóvenes y adultos. Los diarios eran como el libro. Decían que moría. La agente literaria, Carmen Balcells, que entre otros tuvo en su cuartel al gran García Márquez y Vargas Llosa, señaló que el libro no morirá nunca. Y fue más lejos: “La televisión no acabó con la radio, ni con el cine, e Internet no acabará con nada. El mundo del desarrollo tecnológico es fascinante, llegará a las aldeas, hará más lectores, y todo el mundo saldrá beneficiado”. Bien lo describió Raúl del Pozo: “La pasión por escribir empezó en las cortezas de los árboles, siguió en los muros de las celdas y acaba en internet.». Los egipcios creían que el hombre que conoce el arte de escribir es superior a los demás y los indios empezaban así sus textos: «Bendito sea el inventor de la escritura».

THE NEW YORK TIMES

Los periódicos en el mundo, los grandes y picudos, decían los apostadores a la Monny Vidente que morirían. No han muerto, andan vivitos y coleando, y los que pueden se meten a los espacios digitales, como el gran The New York Times, donde a veces, de mirón, he estado afuera de ese nuevo edificio y me tomo una foto, al que Carlos Slim le ha metido una tajada millonaria y es accionista, de los que se sientan donde una vez se sentó la familia Ochs-Sulzberger. Slim ya es el mayor accionista del New York Times, ejerció las opciones con las que contaba tras el préstamo de 2009 a The New York Times y compró 15.9 millones de acciones por 101.1 millones de dólares, con lo que ya es el mayor accionista del periódico, con 16.8 por ciento de los papeles Clase A.

The New York Times es un periódico publicado en Nueva York por Arthur Ochs Sulzberger Jr., que se distribuye en los Estados Unidos y muchos otros países. Desde su primer Premio Pulitzer, en 1851, hasta 2012, el periódico lo ha ganado 108 veces. Ese Premio que ennoblece.

Estoy en ello porque, afirma el diario El Mundo de España, la empresa editorial de The New York Times acaba de hacer públicos los resultados financieros del tercer trimestre del año. Han sido mejor de lo esperado, pero al margen de la evolución económica, ha traslucido en los comentarios de los analistas que se empieza a vislumbrar la sensación de que lo peor ha pasado ya para el Times. La cifra que ha acaparado los titulares es que el diario está a punto de alcanzar los 2,5 millones de suscriptores digitales (2,1 millones de la edición ‘online’, unos 300.000 de la web de crucigramas y 30.000 de la exitosa página de cocina que convirtió de pago hace unos meses).

Unidos al millón de lectores que quedan de la edición impresa, ‘The New York Times’ ha vuelto a conseguir que el 60% de sus ingresos totales procedan de los lectores. Como siempre fue en la prensa tradicional. Este cierto optimismo que se respira ya en parte de la prensa de EEUU viene de la mano del famoso pago por los contenidos. Y es muy bueno que esta explosión de la vuelta de los lectores a pagar por la información -en sus versiones impresa o digital- haya venido como reacción a los intentos de manipulación de la opinión pública de los últimos años, sea a través de las redes sociales, de las fake news o con los discursos de la posverdad. Hay quien dice que Trump ha hecho más por los legacy media en este año que los más reputados gurús en los últimos lustros: el Times casi ha duplicado sus suscripciones digitales con el actual presidente de EEUU. En otras palabras, los lectores han buscado la seguridad de la información contrastada y crítica con el poder por la que siempre se han distinguido estos medios. Y lo bueno es que la han encontrado.

O sea, larga vida a los diarios. Estén donde estén, los leídos y comprados y buscados por los lectores. Los otros, a sobrevivir cómo se pueda.

Comentarios: haazgilberto@nullhotmail.com