«El padre Arsilio preguntó a los fieles: ¿»A quién de ustedes les gusta el pecado? Póngase de pie aquel a quien el pecado le guste». Todos permanecieron sentados, menos Afrodísio Pitingo, hommre proclive a la concupiscencia de la carne, que se levantó. El buen sacerdote, le preguntó, asombrado «¿Cómo es eso, hijo? ¿Te gusta el pecado?». «-Ah, perdoné, padrecito- se disculpó Pitingo. -«Yo oí el pescado. Pero de cualquier modo me quedaré de pie, el pecado también me gusta bastante». Lo escribe «Catón» en Reforma».