*Los golpes de la adversidad son muy amargos, pero nunca son estériles. Camelot

AQUEL ROBERTO BORGE

Se llama Roberto Borge Angulo (San Miguel de Cozumel, Quintana Roo, 29 de diciembre de 1979, 38 años), fue gobernador de los consentidos del PRI y del gobierno de Peña Nieto. Los ponía como ejemplo de la nueva generación de jóvenes que llegaban a gobernar, a sus treinta y pocos años. Algunos de ellos cayeron en desgracia. Séptimo gobernador de ese nuevo Estado que creó Luis Echeverría Álvarez. Escribo estas líneas y lo rememoro porque ahora mismo veo en la tele de Foro TV, que está siendo extraditado desde Panamá a Ciudad de México, a enfrentar los líos de que lo acusan. Le vi una sola vez, de dos que fui allá en trabajo reporteril. Sucede que un amigo en común me invitó a su informe de Gobierno, daría el último. Con la parafernalia que daban esos informes, cuando llegaban gobernadores invitados de todos los partidos, que se solidarizaban en un abrazo de compartir informes, del PAN-PRI o PRD. Todos allí deambulaban, esa vez llegó Javier Duarte, buen amigo de él, y llegó el jefe de Gobierno y el esposo de Anahí, el más solicitado para las fotos selfies, todos a la aplaudidera. Tomé mi avión de Veracruz-Cancún, el Viva Aerobús, conocido también como Viva Autobús, y llegué a ese sitio que es un paraíso del turismo, los europeos se mueren por Cancún.

EN CHETUMAL

El informe de Borge era en Chetumal, en el Centro de Convenciones, el amigo que me invitó y me esperó en el aeropuerto me llevó por carretera, llegamos como el rey tojo: tojo-dido, mallugados o magullados, como quiera la Real Academia Española, eran tres horas de camino más o menos y eso pesa. De regreso, un cuate político nos dio aventón en su avión privado (la ventaja de llevarse con los pudientes) y ya descansamos. El informe era de loas y éxitos. Cancún es un privilegio, Quintana Roo, un buen estado. Terminó y cada quien para su casa. En la noche del otro día jugaba el equipo de casa y el gobernador invitaba a su palco. Allí llegamos, suele no gustarme mucho el béisbol mexicano, a veces es más aburrido que la Hora Nacional, o un Necaxa-Atlas, sin embargo, el equipo ese año ganó el campeonato y jugaban pelota caliente. En el palco, con unos buenos drinks de por medio, Borge disfrutaba su gobierno, estaba en los cuernos de la luna, adorado por su gente beisbolera y reconocido por el presidente, se aprestaba a entregar el poder. El juego demoró unas tres horas. Se acercó y platicamos como en la séptima entrada, me dijo que yo no tomaba casi nada, le dije que era cierto, chupo poco, una o dos copas y ya. Me presumió y comentó que su estado y Cancún tenían casi el 50 por ciento del turismo nacional, que eso era una barbaridad. Le comenté que en Madrid, donde suelo andar cada que puedo y tengo para un boleto de avión y para el Liabeny, porque comer es barato, en Madrid todo mundo quiere venir a Cancún o Playa del Carmen, los que no lo conocen y los que ya lo conocen. Nos tomamos una selfie y, tiempo después, desaseó su sucesión. Le impusieron por la oposición, el PAN, a un subsecretario de Turismo federal que era priísta, y lo vencieron. Cuentan que la aplanadora del PRI-Gobierno lo derrotó, le abrieron los expedientes y sobre él, hoy enfrenta serias acusaciones de peculado y malversación de fondos y compra de terrenos estatales para favorecer a familiares. Quienes saben de leyes a la Jorge Reyes Peralta, dicen que no es tan difícil su caso, como el de su colega de Veracruz, unos creen que la librará al tiempo. Oh esas historias. Cuando ambos, Duarte y Borge, que de diputados federales ganaron sus gubernaturas, siendo electos se les vio departir en Arlington, Texas, en un juego de la Serie Mundial de béisbol, todos sonrientes y llenos de poder, hoy se volverán a ver los dos quizá en ese reclusorio donde las rejas no matan, pero si tu maldita traición, diría Javier Solís. Así lo recordé, en aquel viaje a Cancún, patria turística. Veo en la tele que Borge es subido al avión que lo traerá al país, desde Panamá, la tele apenas lo mostró. Lleva chaleco antibalas y va esposado, según el protocolo. Mucho más delgado, mucho. Ya lo esperarán en México y comenzará a enfrentar su caso.

LAS DICHOSAS EXTRADICIONES

Los gobiernos estatales no pueden pedir la extradición de nadie, no la pueden tramitar, es el gobierno federal vía la PGR y Relaciones Exteriores quienes la solicitan. Y deben tener un previo tratado con el país que se pida. México tiene actualmente tratados con 28 países. Allí el caso del gobernador de Chihuahua, Javier Corral jurado, que implora y exige al presidente Peña le extraditen al otro Duarte, César, pero el presidente ha dejado de darles cabezas que solo les servirán para ganar puntos en la elección que viene y dejar a los suyos en la orfandad, a Meade sobre todo. Por eso no se los da. Igual no le dio la cabeza de uno de los veracruzanos, el exsecretario de Finanzas, el harbano Tarek Abdalá Saad (14 de julio de 1981, edad 36), a quien el Fiscal Winckler pidió el desafuero y topó con pared dura, un verdadero muro trumpista que se lo impidió, porque llevaban más votos a su causa. Jorge Carlos Ramírez Marín, presidente de la Cámara de Diputados y priísta de cepa, le dijo nones, never my friend, aquí eso no pasa. Y fue causa perdida. Les espera una persecución cuando dejen de tener el dichoso fuero, pero esa ya es otra historia. Creo que todos ellos, los acusados y otros más que están en la mira, ya tienen su tour para partir al extranjero, el meritito día que pierdan el fuero. Si no es que antes, en cuanto cobren la última quincena y el pago de marcha.

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