40 ANIVESARIO DE LA REVISTA NEXOS (II).
Héctor Aguilar Camín es el actual Director de la Revista Nexos, Aguilar Camín es un controvertido historiador y periodista nacido en la ciudad de Chetumal, Quintana Roo. En sus primeros años escribió novelas y cuentos, sin embargo, debido a su permanente actividad en el periodismo su obra literaria es menos conocida, y es a través de su libro de cuentos titulado: “La Decadencia del Dragón” como seguiremos festejando el aniversario de la Revista y presentando una importante faceta de Aguilar Camín como narrador.
El libro de cuentos tiene una temática variada, los lugares donde se desarrollan las historias son fáciles de ubicar como la ciudad de México o pueblos del caribe que sin duda alguna es la actual ciudad de Chetumal, conforme se va avanzando en la lectura, claramente se distingue que algunos personajes de distintos cuentos se relacionan, eso no le resta originalidad y singularidad a cada relato, aunque Julia aparecerá en distintos cuentos, cada uno tiene su propia estructura, historia y personajes propios.
En los cuentos nos situaremos en cantinas de la ciudad de México, con personajes violentos, alcohólicos, en hoteles con sabanas arrugadas, en fiestas de jóvenes que terminan teniendo momentos de pasión en el auto, la mayoría representa a una clase media que busca el desarrollo personal y que van viviendo soledades, tristezas, muchachos en plena rebeldía, pero también en algunos cuentos nos encontraremos con cierta crítica literaria, en general, es un libro de lectura clara, directa, sencilla y en muchos de los cuentos cualquier lector puede recordar la nostalgia de un amor, un amigo, una lectura, un viaje, el recuerdo de nuestros padres, etc.
En el cuento “La obligación de Europa”, el personaje nos describe como a principios del siglo XX fueron emigrando al viejo continente gran cantidad de artistas y escritores latinoamericanos que adquirieron una enorme fama en ciudades como París, es por ello que Europa representaba la ilusión de ir a conocer y leer a grandes autores, escribir nuestras propias historias, pero para lograrlo se tenía que dar el salto y emigrar, mientras esto sucedía o no, el narrador escribía:
“Por las noches, bajo la intensa acumulación del día –dedicado a escribir slogans publicitarios, minutas para anunciantes, notas de libros para el periódico – me sumergía en Cortázar y en Rayuela. Ahí estaba de nuevo: la delgada cintura del Point des Arts, el maravilloso encuentro con Berthe Trepat, Pola. París y nosotros, la decisión de cruzar el charco y beber gasolina con una clochard, juto al Sena, y acostarse con la primera cosa parecida a la Maga. París again, sus destinos hemingwaianos. García Márquez, en el auge de su hambre, esperando inútilmente noticias monetarias de Colombia, tramando a sus costillas El Coronel no tiene quien le escriba; Vargas Llosa reescribiendo el Perú desde el aislamiento miserable y eufórico de su cuarto, bajo el patrocinio entusiasta no de una Silvia Beach –como Joyce –, pero sí de la dueña de un hotel de latinoamericanos, que lo oía teclear y teclear. ¡La Europa del Boom!”
¿Es necesario emigrar para ser o aquí desde nuestras provincias podremos llegar a ser?, éste dilema hamletiano nunca desaparece, y lo peor que el tiempo es corto, no obstante, aunque la escala de valores es muy subjetiva y respetable, e independientemente a los proyectos personales, los sueños que tengamos por realizar, hay actos en nuestras vidas que no requieren tanta profundidad y reflexión, ejemplo es el amor a los padres, la buena cordialidad con la que nos comuniquemos con ellos, el aprender que cuando fuimos jóvenes cometimos por la naturaliza de la edad muchos errores que aún estamos a tiempo de corregir, por lo menos fue el sentimiento que me provocó el cuento: “Adiós a los padres.”
En el relato Nafarrate es un joven estudiante que vive en la ciudad de México y cada mes de julio que había largas vacaciones viajaba a los Mochis donde vivían sus padres, Nafarrate es un joven delgado, bien portado, tenía al inicio una excelente comunicación con su papá, en ocasiones dejaba de mandarle cartas a su madre, pero no era por falta de amor, solo por los descuidos de la joven edad que en momentos es como un torbellino. El papá de Nafarrate tenía una cantina muy prospera y cuando el hijo llegaba de vacaciones todas las atenciones y comodidades eran para él.
Nafarrate llegó, el papá lo recibió con la felicidad de siempre, lo llevó al negocio y se tomaron un tarro de cerveza bien fría, empezó el joven a disfrutar sus vacaciones, saludó a su mamá y como eran los primeros días poco convivió con ella, visitó amigos y en ese contexto conoció a Claudia con quien empezará a vivir un fuerte romance, las vacaciones pasaban y la vida de Nafarrate estaba acompañada de alcohol, fiestas, amigos y Claudia.
“A diferencia de otras vacaciones, en aquellas usé la cantina como lo que era; ya no el absurdo símbolo de una especia épica familiar que ratificaba año con año nuestra persistencia o mejoría, ese verano la de Nafarrate fue para mí solo una cantina en la que no tenía que pagar, una cuenta abierta de tragos y cervezas, una sala de espera mientras Claudia llamaba o volvía de una viaje rápido. Mi padre atendía a todos como siempre, atrás de la barra, con Dalmiro, pero sabiendo que algo se había roto, que yo no había ido a dormir o había llegado en la madrugada, había tropezado con la puerta y me había quedado tirado en el sofá de la sala; o que sólo había llegado a cambiarme de ropa después de cuatro días de no dejarme ver.
–Ayer tu madre te estuvo esperando hasta muy noche. Avisa cuando no vayas a venir. –Anoche vine. – Si, pero dejaste la puerta sin tranca. No digo nada, pero cuida a tú madre. No tienes porque afligirla. –No la aflijo, que me va pasar. Párale ahí papá.”

Es difícil que alguno de nosotros no hayamos tenidos ese tipo de conductas, seguro hay sus excepciones, pero desde la experiencia personal hay cosas que sólo a través del tiempo las asimilamos con mayor claridad e incluso muchas acciones del pasado no las justifico pero los comprendo, lo importante es saber cómo viviremos nuestras próximas vacaciones, porque si no sucede nada antinatural, algún día le diremos adiós a nuestros padres.
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