Justo cuando apenas se empieza a olvidar el efecto navideño, y de fin de año (clima incluido) uno pensaría que el Presidente Peña ya ha tenido tiempo para reflexionar, en su justa medida, la actual situación político-electoral que se vive en todo el territorio nacional. Como ha sido descrito por diferentes autores, y ha quedado en evidencia, una de sus cualidades más destacadas es la de ser, algunas veces, un correcto operador político (véase el Estado de México). Por lo tanto, a mí me resulta de lo más extraño la poca atención que ha recibido desde el oficialismo el Estado de Veracruz.

Si bien es cierto que Meade asistió a su segundo encuentro con priistas veracruzanos, (estuvo el pasado fin de semana visitando el sur), no puede ser simplemente casualidad que el puntero en todas las encuestas, Andrés Manuel López Obrador, haya iniciado sus actividades, por tercera semana consecutiva, de la mal llamada pre campaña, en tierras jarochas.

Y es que si algo ha aprendido de sus anteriores concursos, seguramente, ha sido que el ignorar lo que representa la reserva electoral veracruzana, conlleva un costo demasiado alto. Casi tan alto como perder por la elección presidencial.

Según el INE, al corte del día de hoy, Veracruz cuenta con un padrón de 5,785,309 electores por lo que, de tener la pretensión de ganar con relativa tranquilidad, sus esfuerzos necesariamente pasan por obtener una contundente victoria en este Estado.

¿La tiene fácil? Es difícil anticiparlo.

El candidato que AMLO ha elegido para competir por la gubernatura, por segunda ocasión consecutiva, se percibe como un activo frágil. Honestamente, pocos son los veracruzanos que lo ubican, que saben de sus propuestas o de su trayectoria y él, por sí mismo, arrastra la condición de ser un candidato perdedor; lo cual significa que no puede ofrecer ninguna garantía de victoria. El conteo final por la gubernatura del 2016, con 809,636 votos, lo ubicó en el tercer lugar, respecto al ganador, Miguel Ángel Yunes Linares, quien obtuvo 1,054,733 de los sufragios.

Actualmente, los competidores del diputado federal con licencia por MORENA, Cuitláhuac García son: por la coalición PAN-PRD, el ex alcalde del municipio de Boca del Río, Miguel Ángel Yunes Márquez, hijo mayor del Gobernador del Estado; y, por el PRI-PVEM, el senador con licencia José Yunes Zorrilla.

La realidad de Veracruz.

Independientemente de su arraigo político tradicional, Veracruz es hoy en día un Estado panista. Como ya se corroboró en las elecciones del año pasado, obtuvo una histórica victoria en la mayoría de los ayuntamientos en juego (112 de 212) siendo un hecho que aparentemente le permitirá partir con ventaja, si es que se continúa con esa buena percepción en los gobernados.

El PAN, además, tiene a su favor la maquinaria del aparato gubernamental y de sus municipios afines, respectivamente, así como el capital político-familiar que echará el resto para lograr lo nunca antes visto: que un hijo suceda a su padre en la máxima magistratura estatal.

Sus aliados del PRD, prácticamente inexistentes, en gran parte gracias a MORENA, ofrecerán su “amplio” padrón y poco más a cambio de posiciones. Ya se verá si es suficiente.

Por otra parte, el PRI, apuesta por la experiencia legislativa, y electoralmente competitiva de Pepe Yunes; empero, ese partido me parece más bien un naufrago, sin brújula . Aunque, por cierto, ojalá esas fueran las únicas preocupaciones que tuvieran que atender.

Creo que desde dentro debería empezar por aceptarse, con toda sinceridad, el hecho de que el priismo arrastra y genera una cantidad justificada de encono y desprestigio en la sociedad. Inclusive así lo reconoció, en su primera gira por Veracruz, su candidato presidencial, José Antonio Meade, en evento con su militancia el pasado 7 de enero en el WTC de Boca del Río: “Nos duele profundamente que Javier Duarte nos haya traicionado con la corrupción.” Por aquello del desprestigio.

Y es que tal parece que algunos de sus nuevos operadores viven encerrados en una burbuja de inexperiencia e inmadurez, ya que, respecto a la exposición mediática con la cual desean influir en el electorado, a través de redes sociales, únicamente generan paja y contenido sin valor, que diera la impresión está hecho con la finalidad de ser únicamente observado para quedar bien con el candidato y por la gente que los rodea, más que de convencer a los indecisos.

Bueno, creo que sería injusto decir que no cumplen del todo con su cometido ya que sí que logran convencer a las personas pero, más bien, de votar por los contrarios. Efecto indeseado, quiero pensar.

Aún así, dudo mucho que con reconocer hechos objetivos y hacer promesas vagas, se solucione el grave problema de credibilidad, siendo ahí, precisamente, donde radica la más grande fortaleza con la que cuenta López.

Es por ello que no le preocupa en exceso el haber lanzado a un candidato aparentemente débil. Sabe que con su simple imagen y su retórica ofensiva en contra del priismo, en la mayoría de las plazas públicas y pueblos que visita, es más que suficiente para echarse el electorado a la bolsa.

No debería extrañar que gran parte de la campaña se siga desarrollando desde aquí.

Más aún cuando la capital del Estado, Xalapa, es gobernada por Morena; la cual me atrevería a calificar como su victoria más importante hasta la fecha, junto con alguna que otra ciudad muy trascendente, como lo es ese histórico puerto en el Istmo de Tehuantepec, Coatzacoalcos; así como en el norte, las ciudades más grandes e importantes, Poza Rica y Tuxpán.

Quedan cinco largos meses por delante y ya se verá si las cosas siguen como hasta ahora o, si por el contrario, Meade o Anaya, o los dos, le empiezan a apostar en serio a su aspiración presidencial y voltean hacia Veracruz, si es que no se quieren ver superados. Como lo están siendo.

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