“Cartas a su Padre/ A destiempo.”

En el año 2005 fue publicado por el Instituto Veracruzano de Cultura, un libro de Sergio Galindo que reúne 15 cartas que el escritor le envió a su padre del periodo de septiembre de 1951 a abril de 1952. Además de las cartas, en el libro viene integrado el título: “A destiempo” donde Galindo realiza reflexiones esencialmente sobre la soledad, el absurdo, el suicidio, y la muerte. La obra reúne un material muy valioso y poco conocido del escritor jalapeño, hoy a 25 años de su partida, concluiremos el presente ciclo literario Galindeano presentando parte de su biografía y reflexiones.
Las cartas fueron escritas en un viaje de estudios que realizó Sergio Galindo en Paris, Francia, la primera carta la escribió desde New York, ciudad donde el escritor pasó algunos días conociéndola y disfrutándola, el viaje siguió, y Galindo estuvo un breve tiempo en Lisboa, algunos días en Barcelona, hasta llegar finalmente a París. La comunicación siempre fue con su padre, se percibe en las cartas una buena relación entre padre e hijo, siendo Galindo muy cariñoso y agradecido con su papá.
En las cartas Sergio Galindo nos hace viajar, describe a los lugares de una manera tan atrayente, que el lector en momentos se imagina estar en el sitio descrito, en la carta número 5 Galindo escribió:
“Querido papacito: Hace dos días hice por fin el paseo al Castillo de Versalles, que queda a unos tres cuartos de hora de París. En el fondo muy lejano, con una enorme explanada al frente que se separa de su muralla, está el Castillo de Versalles. La villa de Versalles fue la capital de Francia desde Luis XIV hasta Luis XVI. Entramos por una escalera de caracol sobre el ala derecha que nos condujo a las habitaciones de los reyes. Las paredes tienen unos gobelinos maravillosos, conmemorando las hazañas de guerra de Luis XIV. Todas las habitaciones llevan en el techo pinturas representando a un Dios mitológico, el salón del trono es el salón de Apolo.
Pensaba en las pasiones de aquellos lejanos moradores, en sus intrigas y frivolidades; así era casi capaz de ver entrar a los cortesanos, a las damas de honor. En suma, un poco de teatro imaginativo, pero superior al discurso metálico del buen guía.”
En la mayoría de las cartas Galindo le narra a su padre las experiencias que está viviendo al convivir con una cultura diferente, al inicio le cuesta mucho adaptarse a las costumbres francesas, pero con el paso del tiempo se expresa muy gratamente del amable trato que recibe, por su parte, cuando el escritor recibe la correspondencia de su padre, muy seguido resulta que en su familia radicada en la ciudad de Xalapa, Veracruz, alguien se encuentra enfermo, regularmente el enfermo es el padre o la madre.
La última carta que Sergio Galindo le envió a su padre fue la del 8 de abril de 1952, el joven narrador estaba preparando sus papeles y equipaje para realizar el viaje de regreso y reencontrarse con su apreciada familia: “Siento ya no tener tiempo para hacerles las descripciones de mi paseo en Italia; pero ya charlaremos y te contaré más sobre todo lo que vi. Por el momento, creo que me cae bien el viaje de diecisiete días en el mar, pues así podré poner en orden mis ideas y apuntes. Me puse contento de saber que te sientes mejor, y cómo deseo que así sigas. Ahora si el fin de este mes nos vemos, mientras, recibe muchos abrazos y recuerdos con todo mi cariño.”
Con el largo viaje de regreso a casa, las cartas entre Sergio Galindo y su padre concluyeron, más no la historia central del libro, ahora toca el turno del apartado: “A destiempo”, donde Galindo realiza mediante pequeños relatos profundas reflexiones con un estilo pesimista, donde el planteamiento del absurdo está a plenitud e incluso hay toda una reflexión sobre el suicidio.
En los escritos nos encontramos a un hombre sin ánimos, melancólico, deprimido, siente que tanto se lucha por vivir, amar, andar y al final despiertas y la nada está a la vuelta, seguimos adelante porque ya estamos aquí y no tenemos otra opción, y si la tenemos no nos atrevemos a hacerla afectiva, pero, aun así, tarde o temprano la nada nos alcanzará, por ello el escritor siente y expresa: “En resumen: nada. Cada vida es una diferente forma del suicidio.”
Casi en la parte final de: “A destiempo” podremos empatar la temática de las reflexiones existenciales realizadas, con las cartas anteriormente comentadas:
“Hace veinticinco años y apenas, hoy, me atrevo a escribir esto. Lo he pensado, si, millones de veces. Y ese puente de que hablo es tal vez el que me hace esta noche teclear la máquina. ¿Estamos juntos, padre? ¿Estamos juntos por primera vez tú en tu muerte y yo en mi transitoria existencia? ¿Lo estamos…? Pongo puntos suspensivos. Prefiero que todo ello continúe en enigma. Es más bello, más… poético. Creo que me niego a decir “espiritual”. Mi barco – como era natural y ya previsto por el destino –, llegó a destiempo. Atracó con varios días de demora, ¡por lo que sea, pero así sucedió! Era el destino. Tú me supongo, no querías morir sin verme otra vez. ¡Nos hablamos tan poco el uno al otro! ¡Y teníamos tanto, tanto que decirnos!”
El final siempre llega, es inevitable, lo complejo es que no se sabe cuándo, por lo tanto, no nos compliquemos la existencia con banalidades, si la vida a veces parece una nada, tal vez, esa realidad no la podamos cambiar, pero si la podremos afrontar con un abrazo, una mirada, un te quiero, como diría Francisco de Quevedo: “Lo fugitivo es permanece y dura.”
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