¿El tiempo tiene historia? ¿Hubo en la historia del universo un principio y, por ende, habrá un fin? ¿El universo es finito o infinito? ¿Tiene límites, no tiene límites? ¿El universo es un espacio cerrado o abierto? ¿Marte será el próximo destino de la humanidad? ¿Seremos los únicos seres inteligentes del universo?
Hay cosas en el mundo del conocimiento que simplemente no se me dan. Ni hablar, nada que tenga que ver con matemáticas, física o química, de plano estas ciencias no me entran. Ya no hablemos de cosas más sofisticadas como la física mecánica y cuántica, la tabla periódica de elementos, o el cálculo diferencial integral, son cosas desentrañables para mí. Mmm.
¡Qué difícil es tratar de comprender lo naturalmente incomprensible para uno! Sin embargo, gracias a que uno es muy terco le gusta meterse en terrenos que naturalmente le han sido vedados. Así me pasa cuando volteo al cielo y trato de ver más lejos de las estrellas, de descifrar el misterio del universo, y me hago preguntas, socráticamente hablando, como con las que inicié el presente artículo.
Algunas de las respuestas a esas y a otras interrogantes se me empezaron a develar gracias a la labor de divulgación de la ciencia astrofísica de tres hombres brillantes en verdad, sobre todo por esa capacidad para hacer del conocimiento complejo algo sencillo, asequibles para imberbes como un servidor: Carl Sagan, Stephen Hawking y Neil deGrasse Tyson. Con ellos, lo más incomprensible del conocimiento se me hizo un poco más comprensible. Los misterios del universo, del inmenso cosmos que rodea al planeta tierra, se me hicieron, digamos que más asequibles.
De los tres astrofísicos, solo sobrevive deGrasse Tyson, hombre de color, gran divulgador de la ciencia, búsquenlo, se los recomiendo. Desde 1996 ya no está con nosotros Carl Sagan, carismático divulgador, figura indiscutible de la TV de las décadas de los 80 y 90, y apenas antier nos abandonó físicamente para siempre el físico británico Stephen Hawking, la última mente brillante sobre la Tierra. Ese singular hombre afectado de esclerosis lateral amiotrófica (ELA y/o enfermedad de Lou Gehrig), la terrible enfermedad incapacitante que le restó su acción motriz y hasta la posibilidad de la comunicación hablada, lo que no obstó para que dejara un enorme legado científico al mundo.
Hawking en vida fue un hombre tenaz, dotado de una inteligencia sin par, el que al nacer nada más le daban cinco años de vida. Fue un hombre que, para empezar, superó el destino fatal que le auguraba la ciencia médica. Sacó fuerza de sus debilidades físicas para a las que contrapuso su inmensa fortaleza intelectual. Fue un hombre de un gran sentido del humor, divertido y en exceso extrovertido. Se prestó para interpretarse a sí mismo en ‘The Big Bang Theory’, para corregir en una operación matemática al arrogante, cáustico pero divertido de Sheldon Cooper.
Y qué decir de ‘La teoría del todo’ (The Theory of Everything, 2014), notable película en donde es magníficamente interpretado por Eddie Redmayne, actuación que le valió el Oscar a la Mejor Actuación. La vida de Hawking fue por muchos motivos inspiradora, motivante, esperanzadora, fue también un incentivo para no decaer y seguir adelante, y un ejemplo de superación.
Murió Stephen Hawking y un sentimiento como de orfandad me embarga, no sé por qué, siendo tan lejano de nuestra –mi- realidad. Descanse en paz este gran hombre.
gama_300@nullhotmail.com @marcogonzalezga