“Turguénev, El primer amor.”
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Las novelas de Iván Turguénev son costumbristas y realistas, sus historias nos enseñan cómo era la vida de esas sociedades en el siglo XIX, constantemente nos encontramos con una clara descripción de la vida rural, pero de manera particular Turguénev nos va a contar noveladamente vivencias autobiográficas que por su temática universal forman parte de lo humano, y en esta ocasión el tema central de la novela es el amor, pero no el amor en general, sino el primero, el que a todos en nuestras vidas en algún momento nos llegó y siempre recordamos como el más original, singular, inigualable, irrepetible, único.
Al hablar del primer amor no precisamente nos estamos refiriendo a un momento de plena felicidad, puede ser que sea descrito con profunda infelicidad, independientemente al resultado, el primer amor nos hizo sentir la esencia de ser, humano, la esencia de querer vivir y compartir con la otra parte todo, ese sentimiento que a la pura enseñanza griega nos hace sentir ricos y pobres, felices y miserables, se encuentra magistralmente desarrollado en esta novela de Turguénev escrita en 1860.
El personaje central que nos contará su historia se llama Vladímir Petróvich, quien se encontraba con su amigo Serguéi Nikoláich en una casa de huéspedes, el dueño de la casa propuso que cada uno contara la historia de su primer amor. Vladímir dijo que él no podría contarla, pero se comprometió a escribirla y leérselas, a los pocos días se reunieron y Vladímir llevó su cuaderno donde narraba la siguiente historia.
“Tenía yo entonces dieciséis años. Era en el verano de 1883. Vivía en Moscú con mis padres, que tenían alquilada una casa de campo junto a las puertas de Kaluga. Nada ponía trabas a mi libertad. Yo hacia mi capricho. Mi padre me trataba con cariñosa indiferencia; mi madre apenas si me hacía caso, a pesar de que yo era su único hijo: la consumían otras preocupaciones. Mi padre, joven aún y muy agraciado, se había casado por calculo; ella le llevaba diez años. Mi madre arrastraba una vida muy triste, estaba siempre sobresaltada, tenía celos, se enfadaba, aunque nunca en presencia de mi padre, a quien tenía mucho miedo, y él se mantenía siempre severo, frío, distanciado. No olvidaré jamás las primeras semanas que pasé en la casa de campo.”
Y es que fue precisamente en la estancia en la casa de campo donde Vladímir conoció a la princesa Zasekina y a su hija Zinaida Alexándrovna, la madre y la hija desde un inicio representaron ser gente venida económicamente a menos, la princesa Zasekina era una mujer sin educación, se había casado con un noble, vivió bien mientras el marido estuvo a su lado, una vez muerto sus vidas económicamente y socialmente las vivieron de forma muy apurada.
La joven Zinaida tenía veintiún años, es descrita como una mujer bella, atractiva, coqueta, controladora y manipuladora, cuando Vladímir la vio fue como un rayo que lo impactó, al instante se enamoró de ella, en esa noche no pudo dormir de la emoción y al otro día buscó la manera de conocer a Zinaida. Al poco tiempo la princesa y su hija fueron a cenar a casa de los papás de Vladimir, desde un inicio la madre del joven recibió con desagrado a las nuevas vecinas, el papá de Vladímir se comportó atento con las dos.
Zinaida siempre le dio esperanzas a Vladímir de ser correspondido e incluso en su primer encuentro le confesó que le gustaba, el joven fue conociendo las costumbres y amistades de Zinaida y descubrió que tenía muchos enamorados y a todos los recibía al mismo tiempo, no obstante, Vladímir notaba que a ninguno le hacía caso, aún así él sentía celos de todos, la madre de Vladímir presintió algo en su hijo y de manera general sobre Zinaida expresó:
“Mi madre había dicho en cierta ocasión que ella era una aventurera. ¡Ella, mi ídolo, mi diosa, una aventurera! Esa palabra me quemaba, procuraba ahuyentarla hundiéndome en mi almohada, tenía rabia y, al mismo tiempo, ¡qué no se hubiera aceptado, qué no hubiese dado por ser el hombre feliz de la fuente!…”
Quien no opinaba lo mismo sobre la princesa era el padre de Vladímir, constantemente visitaba la casa de la joven y salían a cabalgar juntos con otras personas, en ocasiones Zinaida evitaba ver a Vladímir, él a pesar de esa actitud no desistía en buscarla, claramente se empieza a percibir en la novela que el padre de Vladimir posiblemente tiene o quiere tener una relación con Zinaida, Vladimir está seguro que ella se encuentra enamorada de alguien y él no sabe de quién, pero se empeñará en dar con ese amor que le oculta la joven amada.
El descubrimiento del oculto hombre en la vida de Zinaida fue trágico, Vladímir lo supo en su propia casa, su padre acaba de discutir fuertemente con su madre, y uno de los empleados le confesó al joven que el motivo central de la discusión había sido por la bella princesa:
“Pero ¿ha habido algo? Murmuré penosamente al tiempo que las manos y las piernas se me enfriaban y algo vibraba en lo más profundo de mi alma. –Claro que ha habido; eso es difícil ocultarlo, y aunque su papaíto de usted esta vez ha tomado muchas precauciones… – No me eché a llorar ni me dejé arrastrar por la desesperación. Un pensamiento no me abandonaba: ¿Cómo había podido ella, una muchachita, princesa, además, atreverse a una cosa así, sabiendo que mi padre era un hombre casado, y teniendo ella la posibilidad de casarse, aunque fuera con Bielovsórov? ¿Qué podía esperar ella? ¿Cómo no había pensado en su porvenir? Sí, me decía yo, eso es el amor, eso es la pasión, esa es la felicidad…y recordé las palabras de Lushin: hay quien goza sacrificándose.”
La familia completa regresó inmediatamente a Moscú, el joven Vladímir estaba con el corazón destrozado, meses después a su padre le dio un derrame cerebral y murió, la princesa en pleno parto perdió la vida, la historia narrada termina con las siguientes palabras:
“¿Qué podía esperar yo, que hermoso futuro preveía cuando acababa de despedir con un suspiro, con un triste sentimiento, la visión de mi primer amor, surgida por un instante? Me sentí sobresaltado por el recuerdo de Zinaida, y quise rezar por ella, por mi padre… y por mí.”
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