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Excelsior/Francisco Domìnguez

A 80 kilómetros por hora, el automóvil de Nauro recorre las carreteras rusas para seguir a la selección de Brasil en la Copa del Mundo

Nauro y Caio viajan en su vocho por Rusia para seguir a la selección brasileña. Este lunes estarán en Samara para el partido contra México (Fotos: Cortesía Expedição Fuscamérica)

Argentina no queda lejos de casa, pensó Nauro Júnior cuando era pequeño. Le pareció fácil viajar al Mundial del ‘78 desde su natal Pelotas, Brasil. Su padre le dijo que no había dinero para volar y era imposible llegar en el auto familiar, un Volkswagen Sedán Tipo 1, conocido como vocho.

Rusia queda más lejos, pero a Nauro, ahora con barba tupida y padre de familia, se le hizo fácil nuevamente y cruzó medio planeta para recorrer la Copa del Mundo de 2018 en fusca, como le llaman en Sudamérica al “automóvil del pueblo”.

Desde 2012, Nauro y su esposa, Gabriela Mazza, cuentan los kilómetros y calculan el tiempo para conquistar latitudes a 80 kilómetros por hora, el alcance del vocho. Su familia crece. Con una hija de 12 años y tres personas más en el equipo, disfrutan de los caminos con su proyecto Expedición Fuscamérica, con el futbol como pretexto y un mensaje como motivo.

Todo empezó con un viaje a Uruguay. Después pasamos por siete países de América del sur, llegamos a la Antártida y ahora tocó Rusia”, explica Nauro, reportero gráfico de profesión. «Queremos mostrar el lado B de la Copa, los aficionados de todos los rincones, la mezcla de idiomas, aspectos que las transmisiones internacionales no muestran”.

El financiamiento para la travesía se logró por medio de un sistema de donaciones vía internet. El monto a recaudar era de 40 mil reales (10 mil 300 dólares). Obtuvieron el 94% de lo requerido, la mitad de lo que realmente se necesitaba para el viaje. La otra mitad lo puso la aventura.

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El vocho color pistache, bautizado como Segundinho, se embarcó el 9 de abril en Río Grande. Dos meses después tocó tierra en San Petersburgo. El 13 de junio, Nauro y su copiloto, Caio Passos, se reencontraron con el automóvil para iniciar su camino guiados desde Brasil por Gabriela, Greice Piche y Jéssica Barz, encargados de la logística.

La ruta la marcó la selección brasileña. Por las largas distancias que hay entre ciudades del país más grande del planeta, el fusca y sus pilotos no viajaron a Rostov y vivieron el debut mundialista de la Verdeamarelha en un Fan Fest, a la espera del segundo partido, contra Costa Rica.

Nauro y Caio documentan su viaje cuando la fiesta del futbol está en receso; al reanudarse, ambos toman fotos, graban videos y hablan con las personas por medio del lenguaje universal que les da la pelota.

Queremos mostrar que somos todos iguales. Pensamos que el vocho tiene un apego emocional y refleja sencillez”, dijo Gabriela Mazza a Excélsior, desde Brasil.

Creemos que el vocho es incluyente. Ricos y pobres se acercan porque quieren conocer las aventuras de un loco que anda por el mundo en vocho. Las personas se extrañan porque dicen: ‘¿cómo pueden viajar en un auto viejo si pueden comprar uno mejor?’, pero si anduviéramos en uno con lujo perderíamos el objetivo”, agregó Nauro Júnior, quien mueve el volante en tierras mundialistas.

Los problemas mecánicos son inesperados. El alambre que llevan como solución esta vez no funcionó. Pese a no hablar el mismo idioma, Nauro y Caio se alojaron en la casa de un mecánico ruso que resultó especializarse en la marca del auto. Las gomas y refacciones requeridas para reparar el embrague tuvieron que traerse desde Finlandia. El desmontaje del motor y la revisión general se acompañó con una barbacoa en el taller antes de volver al camino.

La siguiente parada era Moscú para el cierre de la primera fase contra Serbia. La distancia fue mayor a los 715 kilómetros desde San Petersburgo. Las señalizaciones y el idioma fueron un problema en la carretera, pero conductores locales los guiaron.

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El fusca viaja con la unión e igualdad como estandarte, pero con los colores de Brasil en el cofre.

Vivimos en una sociedad con muchos prejuicios. Siempre hablamos de las personas como los otros, pero realmente somos iguales”, compartió Nauro. “En seis años de viajes cambió mi percepción del mundo. Cada persona que conocemos en el camino nos deja algo y les dejamos algo también. Es un intercambio de historias”.

Nauro y Gabriela comparten ideas del expresidente de Uruguay, José Mujica, también amante de los vochos, y comulgan con la la máxima de León Tolstoi: «Describe tu aldea y serás universal».

¿Y cuando les dicen locos?

—Hay una canción en Brasil: “Dicen que estoy loco por pensar así, si yo estoy loco es porque soy feliz”. Y es eso. Tratamos de explicar que la locura es la búsqueda de la felicidad. Nos tachan de locos, pero desearían poder hacer lo mismo que nosotros—, relata Nauro.

¿Los contagian?

—Las personas que nos ven deciden hacer una locura, lo que sea, entran en contacto y cuentan que nosotros los inspiramos. Es una cosa muy linda saber que la gente empezó a hacer cosas por este proyecto, —cuenta Gabriela Mazza.

¿Cuáles son sus otros sueños?

—En un sentido colectivo, que el mundo sea más tolerante con todo—, contesta Mazza.

—Pero en un sueño más personal, llegar a viejitos y seguir viajando. Tener salud, alegría para seguir. Y que mi hija se case con un muchacho que tenga ese mismo espíritu—, agrega Nauro entre risas.

¿Qué piensa ella sobre lo que hacen sus padres?

—Dice que cuando su papá va por ella a la escuela en el vocho siente orgullo con todo el ruido y barullo que hace—, presume Gabriela

—Una maestra preguntó en su escuela que qué querían ser cuando fueran mayores y terminaran sus estudios. Unos dijeron que abogados o doctores, pero ella dijo que compraría un vocho y viajaría por toda América. Todos se asustaron porque no es algo convencional—, menciona el oruglloso papá.

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Aunque entre bromas ponen como obstáculo el canal de Panamá, los artífices del proyecto revelan que México es uno de los países que más desean visitar, en parte por la tradición y estima que aún hay hacia el vocho, auto que precisamente dejó de fabricarse por última vez en el mundo en Puebla, en 2003.

A México no hemos ido, pero tenemos muchas ganas de ir, de conocerlo”, dice un Nauro, consciente que en el pretexto perfecto para venir será el Mundial de 2026. “Los viajes nunca van a terminar. Si el Mundial será en México, ahí estaremos”.