*Lo dijo un Mochilero: “Piérdete en el mundo y encuéntrate contigo mismo”. Camelot

LA FRONTERA TERRIBLE

Puede uno batallar con la mugre autopista Capufe a Veracruz y a veces, quizá por la hora, 4.30 de la Madrugada, encontrarla sin sobresaltos ni atascos. Pocos circulan a esas horas, ni los killers doble tráileres. En el tiempo normal se entra a Veracruz cuando no hay contratiempos. En el aeropuerto Heriberto Jara, Beto Carrillo, fotógrafo estelar de Notiver, el diario consentido de los jarochos, toma las gráficas mañaneras de los picudos. Veo a lo lejos a quien será senador del PAN, Julen Rementería, entre Beto y una reportera le hacen entrevista. Luego nos toma una a nosotros, que sin ser picudos somos almas caminantes que buscan rumbo en la frontera tamaulipeca. Se aborda el Viva Autobús. Va repleto, full mijito, diría Minga, una gente de mi pueblo. Después de tres intentos de ubicarnos sala, por fin se animan y allí nos tenéis trepando para, en una hora y piquito, llegar a Reynosa, donde hay balaceras un día sí y otro también, donde hay más muertes por liquidaciones de balas que ningún otro lugar en el planeta. No hay nadie que haya podido poner orden. A ver si el Ruso de la esperanza. Llega Silvia por nosotros, la mujer que opera un taxi en Mc Allen y con seguridad y rezando dos Padres Nuestros, ahí vamos cabeceando esos pocos kilómetros en lo que se cruza del aeropuerto de Reynosa a la garita Kika de la Garza. Se nos pega una camioneta negra, la cabeceamos, nos escabullimos, ojeamos por el retrovisor, Silvia como puede acelera. No vayan a ser de ‘la maña’, como aquí suelen llamarse a los malos, a los narcos y a la delincuencia organizada. Llegamos y respiramos de otra forma. Cuenta Silvia que están los federales de caminos deteniendo a todos, a ella ya se lo hicieron un par de veces, a todos los taxistas que llevan gente hacia el centro o hacia el otro lado. Parece que los ‘polleros’ ya encontraron aquí su forma y están pasando gente de la que Trump se encabrona, los migrantes que no llevan papeles. Muchos venían en ese avión, hondureños o Centroamericanos que van buscando el american way of life, o sea, una manera de vivir honesta en el trabajo. Hace un calor del demonio, ellos no toman taxis, porque saben que allí los bajan, los detienen y los llevan a un centro de detención y los regresan a casa. Gracias a Dios aquí, las autoridades mexicanas no les quitan a sus hijos, como hace aquel bad man. Anoche en Univisión me enteré que hay en Mc Allen, o hubo, porque ya los están regresando, 380 niños que fueron separados de sus familias. De camino del aeropuerto, por los lados de terracería se ven familias caminar hacia la calle principal, ahí van, grupos migrantes de seis o siete personas, con dos o tres niños bajo el brazo. Son la gente de paso que por aquí llega y, me cuenta Silvia, les llegan a pedir hasta 9 mil dólares por pasarlos al otro lado del Rio Bravo, o Rio Grande como ellos le llaman, que se me hace muy exagerada y alta esa tarifa. Tienen otro riesgo, la ‘maña’ los levanta y les hacen hablar a sus familias en casa para pedir una recompensa. Pobres, por todos lados están desprotegidos. Al llegar al de Reynosa divisé, como siempre, a un soldado con un perro que huele la droga, y a otro oficial de Sagarpa, con otro perro para que no traigan nada que contagie, entre frutas y verduras. Signo de los tiempos que vivimos.

EL CALOR INFERNAL

Amanece a 26 grados, es un calor diferente al nuestro. Ignoro si por la resequedad que se siente hasta en la piel, o por el calor de esta frontera, que un día fue nuestra y nos la quitaron a la mala, otros Trump de aquellos tiempos apellidados Houston y amigos que les acompañaban en aquella odisea donde a mi general Santa Ana, que era muy calenturiento y facilito, se agarró a una mulata y agarró por su cuenta las parrandas, como la Paloma Negra, y crudo y casi desvanecido y empiernado por una noche de copas, una noche loca, fue atrapado y ahí no solo se llevaron al general victorioso, que en aquel tiempo sí tenía quien le escribiera, se llevaron una parte de un México que ya no es nuestro, y la historia de esta frontera cambió para siempre. Ahora está llena de autopistas, tiendas a placer y más allá de a lejitos, de refinerías como las que el Ruso quiere hacer. Tuvo un incidente histórico aquella detención de Santa Anna, cuando los gringos lo vieron mascar algo en su boca, le preguntaron qué era, del árbol de chicozapote el detenido mascaba una goma, como una vez de niño descubrí el primer árbol en la casa de la abuela, Genoveva Diez Fernández, en Villa Azueta, madre del notario Ginés, y de mi madre, Gloria, ambos descansan en paz. Estos gringos listos, nada bueyes, comerciantes como han sido toda su vida imperial, se fueron a buscar los árboles que daban esa goma con un aroma y sabor dulce y, qué creen, la transformaron en sus chicles, los famosos Chiclets Adams, que le dieron la vuelta al mundo y aún andan en la boca de millones. Eso fue una aportación histórica al mundo del México lindo y qué herido. Me escribe mi amigo el Magistrado Alberto Sosa Hernández, me cuenta de una refinería aquí en Texas, la Deer Park, que Pemex es dueña del 50%, la sexta más grande del mundo con 360 mil barriles diarios. En el sexenio de Salinas le pagó Pemex a la Shell 11 mil millones de dólares, lo raro de esto es que la paraestatal no recibe ni un quinto, porque se van a PMI Pemex internacional, y allí a paraísos fiscales, la caja chica de la mafia del poder, decía Andréjovicht. Ahí tiene la gente del Ruso otro hueco donde venir a recuperar tanto dinero perdido o desviado. Si quiere que me envíe yo ya conozco el camino, mediante una pequeña comisión, lógico. Vendiendo esta participación, AMLO tendría dinero para hacer las que planea. Veremos.

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