Hay mucha confusión cuando se habla de la llamada salsa macha. Si uno entra al buscador preferido de todos y escribe el nombre de ese maravilloso manjar de dioses, le van a salir diferentes recetas y tutoriales que describen, según esto, la forma en la que se prepara la salsa macha, pero ninguna corresponde a la original, al menos la que tiene su origen en la región de Córdoba, Orizaba, Huatusco y alrededores. He visto tutoriales en YouTube que presentan, perdóneme usted la expresión, verdaderas aberraciones de mixturas que tienen como ingrediente principal una variedad de chiles que no corresponden con la receta original del guiso, como mandan los cánones para que me entienda usted. Y es que hay un mal entendido de parte de algunos “expertos” porque asocian el adjetivo macha a una salsa picante en exceso, y no hay nada más alejado de la realidad que eso. Una salsa macha no debe picar, una buena salsa macha la define un sabor delicado, fino, que pique –apenas- pero que no incomode o moleste al paladar del comensal. Por eso, una salsa elaborada a base de chiles como el de árbol, piquín, morita, cascabel o inclusive chipotle (chile seco como se le llama en Xalapa y anexas), esa no es salsa macha por más que se prepare como si fuera la auténtica (ajo, aceite y sal, molcajeteada o triturada en licuadora). La auténtica salsa macha debe tener como base chile serrano seco –y ajo en cantidades generosas- o para paladares muy exigentes de plano, un chile que se produce en la región de Huatusco al que se le conoce popularmente como comapeño, el cual, a punto de tueste, tiene un sabor característico parecido al ajonjolí, con toques de nuez de castilla, pepita de calabaza e inclusive nuez de macadamia. Y por favor, la próxima vez que vaya al súper a comprar una salsa macha comercial, que no le engañen, que no le cuenten y que no le vayan a dar gato por liebre. Lo comenta Marco Auelio González Gama, directivo de este Portal