Muy buena impresión causó el día de hoy la invitación que hizo AMLO, el ganador de la pasada elección Presidencial, al Dr. José Antonio Meade, para desayunar en su Casa de Transición. Donde volvió a presentarse como el Estadista conciliador y tolerante que nos había sorprendido muy gratamente apenas el pasado 1º de julio y días posteriores, cuando se presentó con sendos discursos muy bien estructurados y con una moderación que no le conocíamos, reconociendo incluso el perfil demócrata del Presidente Peña Nieto, y visitándolo días después en Palacio Nacional.
Cuando más preocupado estaba, el que esto escribe, por el tono belicoso, irracional e intolerante en que AMLO había caído después de los días de “reflexión” que se tomó con un merecido descanso, para regresar con el “Sable desenvainado” y arremeter contra los Consejeros del INE, incentivando el odio de sus huestes contra esta Institución democrática que organizó la elección en la que salió triunfador, haciéndolos pedazos, por el simple hecho de cumplir con su trabajo de pronunciarse sobre los asuntos de su competencia como el relativo al manejo indebido de los recursos de un Fideicomiso de su Movimiento, MORENA, supuestamente en beneficio de los damnificados del Sismo del año pasado; hoy retoma el camino de la política y al menos en mí, renace la tranquilidad de que no incendiará a la nación con locuras. Y que se conducirá en los límites de la decencia política y protocolos a los que estará obligado como Presidente de la República.
Moderación, esta que, aunada a la comunicación con el Presidente Trump, la incorporación de Marcelo Ebrard a la comitiva que está dando los toques finales a la negociación del TLCAN y a las declaraciones de Bartlet de que respetarán la Reforma Energética, explican la estabilidad de nuestra moneda y su fortalecimiento frente al dólar.
Que AMLO hubiera regresado envalentonado, irrespetuoso y grosero contra el INE solo se explica porque ni él mismo puede contener la enorme ola de odio que provocó en campaña, misma que ahora, observando cómo sus seguidores empezaban a desconfiar de su afable y conciliadora (nueva?) personalidad porque en el fondo quisieran seguir viéndolo amenazador, cortando cabezas y con el discurso incendiario que le conocen, y al darse cuenta de ello, tuvo que retomar por unos días el protagonismo, para calmar las aguas al interior de su movimiento, sin embargo, mi opinión es que AMLO nunca ha dejado de ser político y tiene 20 años, como extraordinario actor, representando el papel que lo llevó a cumplir su objetivo de ganar la Elección Presidencial, pero que, paulatinamente irá quitándose la máscara para revelarse como lo que es, un político que mamó los más altos principios y las formas adecuadas de un Sistema Político en el que nació y se formó, ojalá así sea por el bien de la nación. Bienvenido AMLO, el estadista.