«Los problemas jurídicos hay que interpretarlos en el contexto de las demás ciencias sociales».
—Ignacio L. Vallarta

Si bien la educación sirve de capilaridad en las clases bajas y medias para aumentar los ingresos, también sería erróneo plantear que si todos estudian la desproporción salarial se iguale.
Daniel Kahneman, Premio Nobel de Economía 2002 ya ha argumentado que la «educación constituye uno de los elementos clave a la hora de determinar los ingresos de una persona, pero su trascendencia es menor de lo que la mayoría de la gente cree. Si todo el mundo hubiera recibido la misma educación, la desigualdad de ingresos apenas se reduciría en un diez por ciento. Y es que al centrarnos en la educación, descuidamos la multitud de factores añadidos que determinan las ganancias. Hay enormes diferencias de salario entre diferentes personas que poseen una misma educación.

Los ingresos son uno de los factores determinantes que más influyen sobre lo mucho o lo poco satisfecha que se siente la gente con la vida que lleva, pero su importancia es bastante menor de lo que la mayoría de las personas piensa. Si todo el mundo tuviese los mismos ingresos, las diferencias que se observarían en el sentimiento de satisfacción vital que manifiestan tener los individuos apenas se reducirían en un cinco por ciento.

Y la importancia de los ingresos como elemento determinante de la felicidad emocional es todavía menor. Ganar el premio gordo de la lotería es un acontecimiento feliz, pero la euforia dura poco. Por regla general, los individuos con ingresos elevados tienen un mejor estado de ánimo que las personas con ingresos reducidos, pero la diferencia es tres veces menor de lo que la mayoría de la gente supone. Cuando pensamos en las personas ricas y en las pobres, resulta inevitable que nuestros pensamientos se centren en circunstancias que determinan que los ingresos sean importantes. Sin embargo, la felicidad depende menos de los ingresos que de otros factores.

Es frecuente que los parapléjicos se sientan desdichados, pero no son infelices constantemente, dado que las experiencias y los pensamientos que ocupan la mayor parte de su tiempo se centran en asuntos ajenos a su discapacidad. Cuando pensamos en cómo sería encontrarnos en la situación de un parapléjico, o de un ciego, o de una persona a la que le haya tocado la lotería, o de un habitante de California, solemos centrarnos en los aspectos distintivos de esas condiciones. El desajuste surgido al poner la atención en el pensamiento de los condicionamientos de la vida y no en la vida propiamente dicha es la causa de la ilusión de foco.

Los vendedores y los promotores financieros explotan esa ilusión de foco. Al inducir a la gente a creer que «han de poseer» un determinado bien, lo cierto es que exageran enormemente la diferencia positiva que supuestamente vendría a introducir la propiedad de ese bien en la calidad de vida de su propietario. La ilusión de foco es mayor en el caso de unos bienes y menor en el de otros, según lo mucho o lo poco que esos bienes de consumo atraigan la atención del público de forma continuada en el tiempo. Es probable, por ejemplo, que la ilusión de foco resulte más significativa en el caso de los asientos de cuero de los automóviles que en el de los audiolibros.

Los políticos son casi igual de eficaces que los vendedores, ya que logran que la gente exagere la importancia de aquellas cuestiones en que acostumbran a centrar su atención. Se puede hacer creer a la gente que los uniformes escolares consiguen mejorar de manera significativa los resultados educativos de sus hijos, o que la reforma sanitaria de los Estados Unidos introducirá enormes cambios en la calidad de vida de los ciudadanos de ese país —ya sea para bien o para mal—. La reforma sanitaria hará sin duda que las cosas resulten distintas, pero la diferencia real será menor de lo que parece cuando centramos toda nuestra atención en ello».*
Como acabamos de leer, Kahneman, ya nos advierte que la educación tiene una trascendencia mucho más importante que el básico simplismo de los ingresos, existen otros aspectos como las relaciones o las capacidades directivas que determinan la generación de capital. Ante ello, el presente escrito es al tiempo una invitación a leer las ciencias cognitivas, mismas que forman la columna más importante sobre las interrogantes fundamentales que habrán de desarrollarse en un futuro.
Bajo esa tesitura es preciso analizar a la educación en sentido material, a fin de focalizarla hacia las vocaciones productivas de las diversas regiones del país, y así de fortalecer un dique de excelencia, que permita la reproducción originaria del capital y en su segundo momento prosperidad económica.

Sobre el tema versaremos en mi próxima entrega.
*Tomado de «This Will Make You Smater» de John Brockman página 97.