*Impecable descripción del académico y escritor francés, Jean d’Ormesson, de la palabra que ha inventado, y que describe literalmente la democracia española: “La ineptocracia es el sistema de gobierno en el que los menos preparados para gobernar son elegidos por los menos preparados para producir, y los menos preparados para procurarse su sustento son regalados con bienes y servicios pagados con los impuestos confiscatorios sobre el trabajo y riqueza de unos productores en número descendente, y todo ello promovido por una izquierda populista y demagoga que predica teorías, que sabe que han fracasado allí donde se han aplicado, a unas personas que sabe que son idiotas”. Camelot.

LOS SILENCIOS PROFUNDOS

Hace un año nos despertamos con un temblor que cimbró a la Ciudad de México. Enseguida las televisoras nos mantuvieron en contacto, cada una haciendo su trabajo, cada una con sus mejores hombres y mujeres reportando, haciendo lo suyo, lo que saben hacer bien, tanto Televisa como TV Azteca, y Milenio y Excélsior y tantas cadenas nuevas que han llegado gracias a la reforma abierta de Peña Nieto en materia de Telecomunicaciones. Ahora uno puede escoger a Foro TV o a cualquiera: CNN o CBS, para ver y oír lo que allí ocurre. Nos impactó el siniestro porque murieron 19 niños de una escuela, el Rébsamen. Esa tragedia nos golpeó a todos, uno puede imaginarse a los niños intentando salir de ese salón de clases, cuando las paredes colapsan y cuando se siente que el mundo se te viene encima. Cubriéndose la cabeza con la caída de los tabiques o de la loza. Colapsaron edificios que se veían derrumbar, porque ahora cada persona es un camarógrafo en potencia por los benditos celulares, cuyas cámaras de foto o de video son una maravilla. Nació ese día y los días subsecuentes una gran solidaridad. La primera de ese gran pueblo mexicano, que con sus manos callosas y adoloridas iban en especie de tren sacando piedra tras piedra y pasándolas de mano en mano, para limpiar la zona del edificio caído. Experiencia de otros años.

EL PUÑO ARRIBA

Nació el símbolo del puño arriba, y no era un puño en protesta, era el puño que los rescatistas utilizaban cuando había que guardar silencio, porque los perros habían encontrado algún indicio de señal de vida, y entre sus ladridos de perros entrenados para el rescate, había que guardar silencio. Ese símbolo, cada que se entonó el Himno Mexicano en esos días, sobre todo en un juego de futbol, todos levantaban el puño en alto, en señal de duelo, porque el terremoto o temblor nos había golpeado, pero no nos haría caer más de lo que ya estábamos. Éramos ese año, y aún lo somos, un país de dolor y de muertes, ahora asombra que en Jalisco, que tiene su novia que es Guadalajara, como reza la canción, las cochinas autoridades traen paseando 300 cadáveres con malos olores a su paso, porque no tienen donde sepultarlos, pues han sido identificados pero no pedidos por un familiar, y uno se acuerda que hay fosas comunes, que se han creado desde el tiempo de la Independencia y de la Revolución, allí deben enterrarlos, en espera de que cuando su familiar llegue, les digan que ahí les vayan a rezar. Sin asombrarnos, signo de los tiempos de miseria humana que vivimos, porque un funcionario dijo que son 300, porque cada día hay más de 40 muertos balaceados, para Ripley. Pero estaba en el Rébsamen. La tragedia llegó pero rápidamente Televisa nos metió y capturó ojos y oídos, con la escena de que una niña, Frida Sofía, allí estaba sepultada viva. Día y noche le rezábamos a la Virgen de Guadalupe que la sacara, que no permitiera que allí sucumbiera, que la rescatara entre las piedras. Fue nuestro símbolo de la desgracia, era nuestra Zona Cero y, pocos días después sucedió que la niña no existió y que todo fue una confusión plena. Un militar asignado a la zona, y el mismo secretario, Aurelio Nuño, daban fe de que la niña existía y estaba atrapada. Danielle Deithurbide y Denisse Maerker, conductoras de Televisa, se fueron con la finta de la niña Frida. En la escuela nadie tenía un nombre registrado como ella, comenzaron a desvanecerse las hipótesis chafas, hasta que algún otro militar llegó para explicar que la niña no existía, y que todo lo que nos informaron era pura ficción, como aquel relato de Orson Welles, cuando nos invadieron la tierra. Ahí apagamos la televisión. Ahí se terminó nuestro calvario. Ahí se acabó nuestra Rosa de Guadalupe. La niña simbolizaba la lucha del hombre contra la Naturaleza por sacarla con vida. La audiencia cayó. Y calló también. Para la madrugada del jueves 21 de septiembre de hace un año, nadie sabía de la existencia de la niña. Ni Nuño ni las autoridades militares o los rescatistas. El epicentro le dio de frente a las autoridades, federales y estatales, a Peña Nieto y a Miguel Mancera, que no cumplieron con los daños a reparar y aún hay gente durmiendo en las calles. A las 11 de la mañana de este mismo día, un año después, o sea ayer, me tocó un simulacro en la tienda Sams. El temblor sirvió para que tengamos mejores protecciones, a que nosotros mismos nos ayudemos cuando eso ocurra, con o sin alarmas, tratar de salir rápidos y ordenados, si es que están en escuelas. Fue una tragedia que enlutó hogares y lastimó a nuestros niños y a sus padres y familias. Que todos descansen en paz. Y que Dios los bendiga.

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