“Festejo de un centenario distinguido.”

“Es que ahora no somos cultos, sino simplemente civilizados. En épocas de cultura, los viejos han sido considerados los grandes de la nación. A ellos se les confiaba el más alto de los oficios: el de gobernar. No ha de ser, pues, tan impotente e inútil la senescencia, cuando por milenios ha sido la encargada nada menos que de dirigir a las naciones.”
Con las palabras antes transcritas inicia la escritora Emma Godoy su libro: “Antes del alba y el atardecer. Ancianidad: Cima, no decadencia –Aborto y Euthanasia.” En esta obra la filosofa escribe un interesante estudio y pensamiento sobre la importancia de valorar y saber vivir la edad de la vejez, para la poeta Guanajuatense un país culto y no decadente estimula a sus ancianos, porque cuando se llega a vivir la edad de la vejez, es cuando la persona puede aportar muchísimo a la sociedad en que desarrolla y el anciano de manera individual podrá realizar muchos proyectos que en la edad de la juventud le fueron imposible materializar.
Para Emma Godoy saber vivir la vejez implica tratar de implementar una educación temprana en los jóvenes y enseñarles la enorme valía de los viejos, que la misma juventud no tema llegar a viejo, deben aprender que si se vive bien la juventud, la vejez será un verdadero descanso y disfrute de las experiencias y los conocimientos adquiridos en muchos años, por eso Emma Godoy afirma que hay que revalorar y darle a esta etapa de nuestras vidas el lugar que verdaderamente merece, y no el que hoy tiene casi como sinónimo de decrepitud, choches, estorbo, etc. Hay que activar a la ancianidad, recuperar los valores perdidos y poner a los viejos en el trono merecido.
Por lo antes expuesto, en la obra nos encontraremos todo un estudio sobre las ventajas de ser viejo, sin embargo, la escritora está consciente que en este mundo materialista y vacío sino existe una educación sobre el tema, estas ventajas no son percibidas como tal, luego entonces, el primer paso consiste en educar a los jóvenes, porque para Emma Godoy:
“El joven, aunque posea preclara inteligencia, es un turista que acaba de llegar a la laberíntica ciudad de la existencia y, desorientado, se mete en callejones sin salida; o corre impetuoso en sentido contrario a donde debe ir; o choca y se hiere contra los árboles, contra los muros, o atropella en su carrera vehemente a quien se atraviesa por su camino. Será el cúmulo de decenios el que le enseñe a moverse con destreza y racionalmente en los vericuetos del vivir. Más sabe el diablo por viejo que por diablo, asienta un aforismo español. El arte de vivir es el primero y más acuciante de los oficios, es el oficio de ser hombre. ¿Quién no anhela, abordar la edad de la sabiduría?”.
La educación juvenil para aprender a valorar la vejez incluye cuatro temas fundamentales que se deben abordar y enseñar al hombre como lo son: “El económico, el físico, el profesional y el espiritual o mental”. La poeta desarrolla y explicada cada etapa, en el económico como es lógico abarca la buena administración, el ahorro, y concretamente trabajar para vivir el presente sin olvidar asegurar económicamente la edad de la vejez. El físico que comúnmente es muy descuidado y que en ocasiones no se necesita ser tan viejo para que el cuerpo reclame los excesos en la alimentación, embriaguez, sexualidad desbordada, e incluso hoy hay ancianos más sanos que muchos jóvenes. El área profesional no sólo interesa al individuo para superarse y desarrollarse en la vida, la educación de la sociedad es lo que más debería interesarles a los países en vías de desarrollo, formar profesionistas humanos y humanistas, esto implica ciencia y valores.
Y la parte espiritual es en la que mayor énfasis dedica la escritora a su estudio, porque si bien debemos preocuparnos por lo económico, el trabajo, cubrir nuestras necesidades materiales, alimentar y cuidar nuestros cuerpos, ser profesionistas consolidados y hasta reconocidos. Todo esto es importante, pero no fundamental, porque una sociedad sin valores resultará ser una sociedad vacía, bárbara, insegura, donde lo superficial reinará, vargasllosianamente viviríamos en “La civilización del espectáculo”, de la frivolidad, y no de la consciencia, literalmente la maestra Godoy escribió:
“Nada se ganaría con haber formado hombres realmente expertos, con buena salud y sin problema económico; esto es, que hayan sido educados en las tres susodichas perspectivas, si aquejan a su carácter aquellos defectos que transmutan a las personas en seres antisociales: si son egoístas, o altaneros, o intrigantes, o envidiosos, o cobardes, o malhumorados, o deshonestos, etc. Todas las ventajas se anulan cuando no se poseen las virtudes morales. El ejercicio de la ética ha de llenar la vida entera desde sus comienzos, y estará encomendada a las tres agencias educadoras: el hogar, la escuela y el Estado.”
Tal debería ser la relevancia de los valores en nuestras vidas, aquí la escritora nos recuerda sobre la trascendencia de las virtudes cardinales expuestas por Platón y Aristóteles, y que particularmente las virtudes y los valores son las cualidades que nos distinguen a los seres humanos, no obstante, estas virtudes no son intrínsecas al ser humano, no nacen con nosotros, debemos cultivarlas, ejercerlas, y esto requiere voluntad, años de fortaleza, y sin duda quien puede con esfuerzo llegar a dominar las virtudes, tener un equilibrio en su vida, son los viejos que han pasado por vicisitudes, pruebas, luchas, y aquí siguen viviendo y deberíamos aprender de ellos, disfrutarlos y revalorarlos.
La primera gran enseñanza es una educación de la juventud para valorar y aprender a vivir la vejez, pero Emma Godoy se dirige también a los que ya son viejos, les enseña que muchas cosas sólo se pueden lograr con la dicha de ser anciano, ejemplos: ver a sus nietos crecer, educarlos, guiarlos, ver a sus hijos profesionistas y exitosos, agrega que la palabra jubilación proviene de júbilo, además, hay muchas cosas que un viejo puede empezar a realizar que, tal vez, en su juventud por motivos de trabajo, ocupaciones, circunstancias, no pudo hacer. Leer, escribir, viajar, regocijarse con la naturaleza, pensar tranquilamente, escuchar música, ver grandes momentos del cine, disfrutar de una granja, del campo, de una plática suave, tranquila, dar un abrazo limpio, profundo, recordándonos Emma Godoy que:
“Entre los genios que se han significado en la historia, muchísimos han realizado lo mejor de su obra en “la tercera edad”: Solón, Licurgo, Pitágoras, Sócrates, Platón, Aristóteles, Fidias, y otros más en Grecia. Moisés contaba ya ochenta años cuando liberó a su pueblo de la esclavitud de Egipto. Goethe escribió su fausto también por esa edad. Miguel Ángel pintó El juicio final, ya decrepito. Sería interminable la lista.”

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