*Diógenes cuando fue hecho prisionero y vendido, le preguntaron qué sabía hacer y respondió: “Mandar. Pregunta quién quiere comprar un amo”. Camelot

EL VIEJO JARDINERO

Ayer fui a Xalapa, no como el personaje rulfiano de Comala, en busca de mi padre, un hombre llamado Pedro Páramo. Tampoco fui por un pasaporte, como la misteriosa Elba Esther Gordillo. Fui al consultorio del dentista de Hollywood, Francisco Javier Zamudio, y como tenía un break me fui a caminar por las aledañas calles, las muy empinadas y famosas calles de Xalapa, primero encontré a un viejo que cortaba el pasto y arreglaba las plantas en la calle Huatusco. Joaquín Barragán León se había atravesado y estaba con él arando la tierra, espulgando entre el pasto cuando descubrí que había un árbol crecido, por el olor a la guayaba, como tema de Gabriel García Márquez y Plinio Apuleyo Mendoza; me acerqué y ahí encontré a Rodrigo, un viejo jardinero de la zona de la Cuenca del Papaloapan, resultó paisano, es como aquel viejo Santiago, el personaje de Hemingway en la novela El viejo y el mar: “todo en él era viejo; salvo sus ojos; y estos tenían el color mismo del mar y eran alegres e invictos”. Este jardinero, Rodrigo, me obsequió dos plantas de guayaba rosada. Y me remonté a mi vieja casa de Tierra Blanca, donde al pie teníamos un árbol de aguacate y otro de guayaba. Lo sembraré en Orizaba, en mi jardín. Está ya en manos de mi jardinero, Joel, que le hizo un trasplante cómo ellos lo saben hacer, lo sembró en una maceta con buena tierra, para que pegue, me decía, ya luego lo pasamos al jardín. Allí le veré crecer mientras estemos con vida, porque la vida es la mejor cosa que se ha inventado, diría el Nobel García Márquez.

EL PARQUE OLVIDADO

De allí caminé hacia la jalapeña calle de Orizaba, siempre me ha llamado la atención un árbol que debe ser centenario, con sus grandes raíces. Como traía tiempo subí al parque tipo ecológico, grande fue mi sorpresa de ver el deterioro en que lo tienen las autoridades municipales de Xalapa, allí sé que mal gobierna a esa ciudad un alcalde de Morena, de cuyo nombre no quiero ni acordarme. Dos personas descansaban en una banca y comenté con ellos ese deterioro, un pasillo de cemento totalmente destruido, eso con 10 bultos de cemento se arregla. Está en la calle Paseo de las Palmas y Orizaba, un bonito parque todo jodido. Ese alcalde jalapeño, debía darse una vuelta a la ciudad de Orizaba, para que vea cómo se deben tener los parques, que son recreos y descansos familiares.

EL TIO RAUL HAAZ PETRIZ (QEPD)

De regreso de mi periplo, pasé a Veracruz a dar el pésame a la familia del tío Raúl Haaz Petriz, viejo ferrocarrilero, que murió casi a los 100 años, en paz y en su casa, rodeado de los suyos. En Veracruz, pasé a dar el pésame a la familia, a los hijos: Raúl, Silvia, Alberto y Norma. Allí encontré a la tía Edelmira, que a sus 94 años está muy lúcida, y platicamos un rato en ese Veracruz que los ve vivir, y también los ve morir, despedirse de esta tierra para descansar en paz, como el tío Raúl, que ya estará con su compañera, la tía Tencha. La tía Edelmira es longeva, sobreviviente de los Haaz Herrera, tuvo la desdicha de sepultar a sus cuatro hijos, y Dios la quiere todavía ahí muy platicadora, en momentos de despedir al tío Raúl en la funeraria del Ángel, de la veracruzana calle 20 de noviembre. Descanse en paz.

LA COMIDA DE PAELLA

Conformamos un pequeño grupo, que cada vez se achica más, porque ya no van ni Hakim ni Orlando y un par más de contertulios desertores; cuando nos sacamos la foto del recuerdo cabemos en una selfie, como la que se tomó Osorio Chong con sus 15 senadores del PRI, como la canción de los perritos: de los 12 que quedaban, ya nomás nos quedan seis, seis, seis. En casa de Gela Frutis y Gonzalo Lara comimos una rica paella y unos callos a la madrileña y una tortilla española, como las hacen en Madrid, chulona mía. Luego nos tomamos esa clásica foto entre Felipe Amadeo Flores Espinosa, que pagó la comida de ese día; el Magistrado Alberto Sosa Hernández; el exsecretario de Salud estatal, Manuel Lila de Arce, Joaquín Barragán, el periodista Gustavo Cadena Mathey, Octavio Gil, del IPE, y Jesús Corichi, el Messi de la relaciones públicas. Tarde rica, calurosa que presagiaba lluvia cuando tuve que tomar mi nave que no es espacial y partir a lidiar con la mugre autopista de Capufe, al que la Carmen Aristegui encontró que el inútil secretario, Gerardo Ruiz Esparza, desvió recursos para sus amigos en las cuotas de las casetas de paga, algo que allí quedará impune porque el que llega ya juró por todos los pejelagartos que para atrás no mirará, entonces acostumbrémonos a que la impunidad de este sexenio que terminó, seguirá latente, y nuevos multimillonarios abandonan el gobierno para vivir la vida loca, diría Ricky Martín. Ver para creer. Por eso los avatares de la Naturaleza castigan al electo, con una demora de cinco horas en el aeropuerto, arriba de un Viva Autobús, cuyo dueño es el que opera las concesiones de la Tarjeta Iave de Capufe, y al paso que van, seguro se la refrendan y le suben la comisión, ya verán.

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