Desacralizando que es gerundio
Antes de comenzar la columna, algo del inmenso Charles Aznavour, que simplemente se nos adelantó en el viaje…
Qué profunda emoción
Recordar el ayer
Cuando todo en Venecia
Me hablaba de amor

Ante mi soledad
En el atardecer
Tu lejano recuerdo
Me viene a buscar

Qué callada quietud
Qué tristeza sin fin
Qué distinta Venecia
Si me faltas tú!

Carajo, se nos están yendo los grandes. Charles Aznavour (Shahnourh Varinag Aznavourián Baghdassarian, de origen armenio). Queda su música y su recuerdo de este gran romántico.
ooooo000ooooo
Pero ya entrando en materia sobre el tema central de la columna, en lo personal soy enemigo de la sacralización de lo terreno. No me gusta tapar el sol con un dedo, no soy dado a hacerme tonto (guaje) y tampoco me gusta quemar incienso.
Todo esto lo traigo a colación porque, a propósito de los 50 años del Movimiento Estudiantil del 2 de octubre del 68, alguien –no sé quién-, con el rigor teórico y metodológico que un trabajo así requeriría, debe contar la historia, la verdadera, de la participación de Fernando Gutiérrez Barrios en los trágicos sucesos que cobraron la vida a muchos estudiantes aquel día en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco.
Y cuidado con las falsas interpretaciones de lo que acabo de decir. No estoy acusando de nada a nadie, mucho menos a FGB. Pero para nadie es un secreto que este hombre que fue el gobernador de Veracruz, jugó un papel central en los bajos fondos de la política nacional como el “vigilante” digamos, de todo aquel elemento o elementos que podían amenazar, perturbar o poner en riesgo la paz social del país en aquellos años.
En lo personal, a mí no me generaba resentimiento alguno ver a Gutiérrez Barrios cuando trabajé en el gobierno que él encabezó a partir de 1986. Por supuesto que nunca fui una gente cercana ni mucho menos, ni del tercer o cuarto círculo de sus colaboradores, para que se entienda, era solo un empleado más en la estructura de administración de su gobierno. Pero si algo he tenido desde prácticamente toda la vida, es esa capacidad de observar, de analizar y de, por qué no, de conjeturar, por algo estudié Ciencias Políticas.
Llegué a Xalapa a trabajar en el PRI durante su campaña político electoral, y desde mi muy modesta posición me pude percatar de muchas cosas que era posible percibir a simple vista. De su estilo para impostar, de su elegancia como político de antaño, de ser un hombre de una presencia impecable e impasible, fría –pocas veces que recuerdo lo vi sonreír o soltar una carcajada-, de finas maneras, un seductor, de vestir prendas inusualmente planchadas, sin mancha alguna, ni en el cuello o en los puños, hay que recordar que las guayaberas las usaba con un paliacate cubriendo la parte interna del cuello para evitar las manchas oscuras desagradables. Y de los pantalones ya no se diga, sin mácula alguna, los zapatos siempre lustrosos perfectamente engrasados, parecían nuevos siempre y el corte de cabello con todos los capelos en su lugar, lo mismo el bigotillo que me recordaba al ‘Barítono de Argel’.
Y los actos políticos no eran unos actos políticos cualquiera, eran escenarios, representaciones calculadas que Dante y su equipo se encargaban que funcionaran como un reloj automático, con los tiempos perfectamente cronometrados, con orden, con el control de lo que se iba a decir, vamos, como lo he dicho en otras ocasiones, estas cosas eran de cuando no estaba permitido equivocarse en la organización.
En aquellos años también vi, los tuve a centímetros, los pude olfatear, los percibí tal cual eran, los pude ver a trasluz, me refiero a personajes de la talla del capitán Luis de la Barrera Moreno y al mayor Armando Félix Contreras, es más, del primero el cubículo que ocupaba en el edificio de Ruiz Cortines estaba situado espalda con espalda con el del capitán, y ahí sí, lo digo casi casi con conocimiento de causa, a leguas se les veía que eran unos auténticos ‘todoterreno’ de la política, corridos en las peores condiciones del terreno, habituados al trabajo sucio, de estiercolero, de lodazal, de trinchera. Finalmente diré de estos personajes que tenían algo en común, eran muy enigmáticos, jamás hablaban más de lo estrictamente necesario.
No sé quién podría escribir la verdadera historia de Gutiérrez Barrios, tal vez Manlio Fabio Beltrones Rivera, Dante Delgado Rannauro, Fernando Córdoba Lobo o José Luis García Mercado. Esperaría una historia seria, escrita con rigor y sin distorsionar hechos. Sí de un hombre legendario, pero también despojada del mito y de la leyenda, es decir, de un político de carne y hueso.
Mucho he leído y visto de FGB, tanto en trabajos académicos y periodísticos (Fabrizio Mejía y ‘Un hombre de confianza’) como novelas memorables como “Morir en el golfo”, pero también en películas, ahora Televisa acaba de estrenar una miniserie, ‘Un extraño enemigo’, con una actuación que, dicen, es magistral por parte de Daniel Giménez Cacho.
Es necesario desentrañar de veras al político.
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@marcogonzalezga