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Cónica del Poder

Sabiduría y riqueza. En este día, 14 de octubre de 2018, celebramos el Domingo 28 del Tiempo Ordinario, Ciclo B, en la liturgia de la Iglesia Católica. El pasaje evangélico de hoy es de San Marcos (10, 17-30), el cual trata de tres enseñanzas de Jesús sobre la riqueza y el Reino de Dios: el relato del hombre rico que se le acerca para preguntarle sobre cómo obtener la vida eterna; la instrucción a sus discípulos sobre el tremendo obstáculo que significan las riquezas para entrar al Reino de Dios; y su promesa sobre la recompensa que obtienen los que dejan las riquezas para seguirlo. La primera lectura de hoy está tomada del Libro de la Sabiduría (7, 7-11) y en ella Salomón pide a Dios la sabiduría y la prudencia y, al recibirlas, manifiesta su preferencia por ellas por encima de las riquezas, el poder, la salud, la belleza y la iluminación ya que la sabiduría las incluye a todas ellas.

El hombre rico. El pasaje evangélico dice así: “Cuando salía Jesús al camino, se le acercó corriendo un hombre, se arrodilló ante él y le preguntó: ‘Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?’ Jesús le contestó: ‘¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, no cometerás fraudes, honrarás a tu padre y a tu madre’. Entonces él le contestó: ‘Maestro, todo eso lo he cumplido desde muy joven’. Jesús lo miró con amor y le dijo: ‘Sólo una cosa te falta: Ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme’. Pero al oír estas palabras, el hombre se entristeció y se fue apesadumbrado, porque tenía muchos bienes”. Este hombre hace una pregunta muy importante sobre la consecución de la vida eterna. Jesús le responde que es necesario cumplir los mandamientos del Decálogo y menciona los que se refieren al amor y respeto del prójimo. Este hombre rico y sincero era un justo cumplidor de los preceptos dados por Dios a Moisés. Jesús lo ve con amor, lo percibe como un hombre honesto que busca su desarrollo humano y espiritual. Lo invita a vender sus bienes y a ponerse en su seguimiento, pero él no acepta renunciar a sus riquezas y se retira de la escena con tristeza y pesadumbre. El judaísmo consideraba la riqueza como un signo del favor divino que conllevaba la obligación de dar limosna a los pobres. Jesús manifiesta que la renuncia a las riquezas para compartir su estilo de vida, caracterizado por una total dependencia de Dios ante la llegada de su Reino, constituye la verdadera sabiduría.

El comentario de Jesús. La narración continúa así: “Jesús, mirando a su alrededor, dijo entonces a sus discípulos: ‘¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!’ Los discípulos quedaron sorprendidos ante estas palabras; pero Jesús insistió: ‘Hijitos, ¡qué difícil es para los que confían en las riquezas, entrar en el Reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios”. Jesús instruye a sus discípulos con esta afirmación, la cual es un certero comentario sobre el hombre rico que se negó a aceptar su invitación al discipulado. El asombro de los discípulos, tiene su raíz en la inversión de valores realizada por Jesús acerca de las riquezas. La exagerada imagen del camello y la aguja, significa que es prácticamente imposible que una persona apegada a sus riquezas pueda entrar en el Reino de Dios.

La recompensa. El texto evangélico concluye así: “Entonces Pedro le dijo a Jesús: ‘Señor, ya ves que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte’. Jesús le respondió: ‘Yo les aseguro: Nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, dejará de recibir, en esta vida, el ciento por uno en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, junto con persecuciones, y en el otro mundo, la vida eterna”. Jesús promete la recompensa para el tiempo presente ya que los discípulos disfrutan de la riqueza de la vida comunitaria. Y, para el futuro, la vida eterna que anhelaba conseguir el hombre rico que no fue capaz de renunciar a sus riquezas terrenas.

+Hipólito Reyes Larios
Arzobispo de Xalapa

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